LA CASA DEL JABONERO Jorge A. Amaral Todo apunta a que Claudia Sheinbaum va a ganar las elecciones, estoy seguro y no por militancia, porque su servidor no milita en ningún lado. Lo digo porque la oposición no supo hacer su trabajo. Durante 6 años, y ya desde antes, se estuvo insultando no sólo a López Obrador, sino a sus seguidores: “solovinos”, chairos, nacos, ignorantes, “ve por tus croquetas” y toda una serie de alusiones racistas y clasistas, siendo que eran la mayoría de los electores. Entonces, ¿cómo demonios esperaban que toda esa gente se cambiara de bando para apoyar un proyecto distinto? ¿Qué pasó?, que ahora que la oposición apela a que esa gente se cambie y apoye a los candidatos de oposición, los mandan al carajo porque no los sienten cercanos, no los sienten como sus candidatos, sino como los representantes de una clase política y hasta una clase social que los ha insultado y humillado desde hace años. Pero cuando Sheinbaum gane no será terso el ambiente, porque la oposición no reconocerá haber perdido por su mala campaña, por no haber sabido posicionar a una candidata que siempre remó contracorriente. No, cuando se den los resultados, los líderes de la oposición saldrán a denunciar una elección de Estado, una narcoelección, la ratificación de una dictadura, y entonces pondrán en duda la confiabilidad y transparencia del INE, ese al que tanto dicen defender y por el que hoy domingo salen a marchar. Linda contradicción. Sólo espero que después de las elecciones pierdan el registro partidos que sólo son rémoras del sistema político, que ya no representan nada, popularmente hablando. Al tiempo. Puros lugares comunes A dos semanas de las elecciones, ¿qué podemos esperar? Lo digo en serio porque me hice la pregunta y de verdad no supe qué responderme. En lo local no hay mucho que esperar, son las mismas personas haciendo lo mismo de todos los procesos electorales. Esta reticencia hacia los candidatos locales se debe a que no se ha visto en ellos nada novedoso, nada que permita vislumbrar la ruta hacia algo verdaderamente nuevo. Los electores estamos en la misma ciudad y con la misma gente que cada 3 o 6 años aparece en las boletas ya para una cosa, ya para otra, o que tras el cambio de gobierno son presentados en ruedas de prensa como nuevo titular de tal dependencia, nueva encargada de la oficina fulana, no sin antes haber andado muy activos en campaña. Veamos el caso de los tres principales candidatos a la Presidencia Municipal de Morelia. ¿Qué ofrecen René Valencia, Torres Piña o Martínez Alcázar que no se haya propuesto ya? Sí, combate a la violencia de género, también atención a los jóvenes para prevenir el delito y las adicciones, mejorar la infraestructura vial y el equipamiento urbano para tener vialidades más seguras, reforzar a la policía local con cámaras, mejores unidades y condiciones de trabajo, gestionar la atracción de inversiones para generar empleos, coadyuvar en materias educativa, inclusión a sectores vulnerados, etcétera. Sin duda hay promesas llamativas para enganchar al electorado, como los teleféricos y metrobús de Torres Piña, quien ofrece eso cuando lo único que se requiere es meter en cintura y mejorar sustancialmente al transporte público que ya se tiene. O Alfonso Martínez hablando de que ahora sí tiene la estrategia infalible en seguridad, sólo que hasta ahora la va a aplicar si gana. Pero eso sólo son ganchos para atraer votantes, para sorprender. La situación se repite en los otros 111 municipios que elegirán presidente municipal y en los candidatos a los distintos escaños legislativos. Deje que yo sea candidato y ya verá, le voy a prometer un paso elevado de su casa a su trabajo, combis y microbuses con Wifi, aire acondicionado, masaje de pies y servicio de cafetería; una patrulla con 5 policías honestos y bien armados en cada esquina, maquinaria para el campo que ni los marcianos tienen y vialidades lisitas como mesa de billar. Pero para compensar esa ausencia de propuestas reales, honestas, viables y necesarias, los candidatos nos entregan una abrumadora e insultante cantidad de lonas. No menos en esta semana, a 15 días de las elecciones, todavía andaban las brigadas de los diferentes partidos colgando lonas en cuanta barda y barandal de la ciudad. Lo he dicho: gastar en lonas, porras de crucero y espectaculares es estúpido, porque, con la asesoría adecuada, se puede trazar una estrategia inteligente, eficaz y fuerte en medios digitales: canales de televisión locales y estaciones de radio para personas adultas que no usan redes sociales pero sí escuchan la radio y ven la tele, publicidad en YouTube, pautar en Facebook, usar TikTok (la red social de la chaviza), entrevistas en podcast populares, reservando algunos espectaculares para los más norteados. Con la cantidad de basura que actualmente están generando en lonas, volantes y calcomanías, los únicos beneficiados son quienes les fabrican todo eso, y está bien, son negocios que generan empleos, pero ¿a qué costo?, ¿o los candidatos van a recoger toda su basura? Legalmente tienen que hacerlo, pero sabemos que las cosas no funcionan así. De todos modos, si usted ya sabe por quién votar, una lona de otro candidato no lo hará cambiar de opinión. Frankie Dante, salsa periférica La salsa tiene grandes nombres, leyendas mundiales que marcan la tradición, en gran medida gracias a Fania Records, que fue una plataforma que lanzó a muchos de los grandes salseros, desde Willie Colón hasta Rubén Blades, pasando por Héctor Lavoe, Tito Puente y Celia Cruz. Pero hay uno que me interesa mucho: en dominicano Lenin Francisco Domingo Cerda, inmortalizado con el alias “Frankie Dante”. Nacido en la ciudad de Santo Domingo, Dante tiene un estilo muy propio, aunque en su sonido se nota cierta influencia de Eddie Palmieri, Willie Colón e Ismael Quintana. En sus canciones siempre están presentes las temáticas sociales: contra de la guerra, la discriminación y principalmente contra la clase política de los países latinoamericanos. Y dado que la situación no ha cambiado mucho en los últimos 50 años, sus canciones siguen vigentes. Dante se destacó en Nueva York, cuna de la salsa, entre 1968 y 1979, en que publicó “Los Coquetones”, “Different directions”, “Se viste de gala”, “Orquesta Flamboyán con Larry Harlow”, “Markolino Dimond con Frankie Dante Beethoven's V” (una delicia), “Orquesta Flamboyán. Los salseros de acero” (donde participa gente como Tito Puente y Charlie Palmieri), “The Flamboyán All Star Band Frankie Be Bop” y “Los Rebeldes”. En su obra siempre está presente la conciencia política. Eran los años finales de los 60 y la guerra de Vietnam cobraba las vidas de cientos de latinos y negros. En el Bronx latino Dante era testigo de la pobreza, la marginación y el racismo contra quienes habían emigrado en busca del sueño americano. Como pacifista, criticó cómo la armada se aprovechaba de las esperanzas de los jóvenes y en la música encontró la forma de expresarlo. Esto lo coloca como precursor de la música de protesta salsera, del barrio metido en los problemas sociales. Solo a él se le podía ocurrir bautizar un disco “Ciencia política” y convertirlo en una insurrección musical. Pero, como Ismael Rivera, Dante fue un incomprendido: su sonido de barrio, el juego de trompetas abierto, el trombón agitado y el sonido de una guitarra eléctrica que se transformó en otro de esos gritos de libertad que solía dar Frankie en sus interpretaciones, le ganó la antipatía de una escena salsera que no parecía estar preparada para este revolucionario. El escritor venezolano César Miguel Rondón, autor de “El libro de la salsa”, señala que “Frankie nunca llegó muy lejos, no podía hacerlo. Y no tanto por su rebeldía y las ‘listas negras’, sino, simplemente, porque como cantante exhibe demasiadas limitaciones. Ninguno de sus discos soporta el juicio del melómano acostumbrado al canto caribe”. Y ahí radica la magia de Frankie, su solidez musical se basa precisamente en ese sonido esquinero tan asociado a la salsa pura de los comienzos. Lo que hizo genial el ritmo de Dante fue justamente que no era una salsa light como la que ahora escuchamos con Marc Anthony, por ejemplo, sino un verdadero coctel explosivo de sonidos, trombones desgarrados, una voz que a ratos desafinaba pero que no importa porque eso es parte del barrio que destilaba el gran Frankie Dante. Salsa pura, dura y cruda; salsa bien picante. Escúchelo, no se arrepentirá. Salud.