Jorge A. Amaral A una semana de elegir a la pandilla que gobernará este país los próximos seis años y a los testaferros que avalarán o rechazarán las decisiones alzando la mano en las cámaras legislativas, mucha gente, incluso antes de las campañas, ya tenía definido su voto, porque el PRI y el PAN aún tienen militancia fiel y mucha gente odia al presidente y todo lo que representa, así que se sabe el sentido de su voto. Pero López Obrador aún goza de un amplio respaldo social, así que hay quienes votarán por Claudia Sheinbaum y todo lo que Morena les ponga en la boleta, por muy impresentables que sean. Otros tantos están optando por la candidatura buena ondita de Máynez porque las acartonadas candidatas nomás no hacen clic con la chaviza, y se vislumbra la posibilidad de que el emecista se cuele hasta el segundo lugar, lo que pone a sudar a los del frente opositor. Eso ya lo sabemos, está más que claro, pero hay que tomar en cuenta que décadas de mediocridad y olvido en la clase política han hecho descreer a muchos que hoy no confiamos en partido ni político alguno y que, por tanto, no tenemos definido el voto. Ojalá esta elección fuera como ir a una panadería en que no sabemos cuál pan elegir porque todos están bien ricos. Lo malo es que estamos con la misma disyuntiva, pero por el motivo inverso: no hallamos cuál llevarnos porque ni a cuál irle. Por eso es tan importante pensar muy bien la decisión. Hay muchos temas que preocupan por el rumbo que tomarán dependiendo de quién gane la elección por el enfoque de cada candidato, incluso de su ideología. En materia educativa, en el sector económico o en la cuestión energética y de combate al cambio climático, cada candidato trae cosas distintas, pero hay un tópico al que no le han querido entrar de lleno: seguridad. Esta omisión, que pareciera con todo el fin de no entrarle, nos deja ver que en el tema no viene nada nuevo. Veamos. Xóchitl Gálvez asegura que será la presidenta más valiente, que con ella se acabarán los abrazos a los delincuentes. Aunque eso se oye bien chido en los mítines, en realidad no debería entusiasmar tanto. Entre las propuestas en seguridad que le hemos escuchado está la construcción de una cárcel de máxima seguridad como la que en El Salvador hizo Bukele para meter a las maras. Esto está de lujo, pero, aunque es indispensable que los delitos sean castigados, la meta debería ser que no haya delitos que castigar, sobre todo los de alto impacto. También ha hablado de sacar a las fuerzas armadas de las tareas civiles que el actual gobierno les ha encomendado, como obras públicas y el control de aduanas y puertos. Además, aunque ha insistido en que con ella no habrá guerra al narco como con Calderón, una de sus propuestas es reenfocar a las fuerzas armadas a luchar contra los cárteles, ya que en su gobierno los soldados y marinos disputarán el control territorial del crimen organizado, aprovechando, dice, “las grandes capacidades de las fuerzas armadas en materia de tecnología, inteligencia y entrenamiento”. Senota una contradicción en ese discurso. Otro de sus ejes se seguridad es un lugarsote común: nuevas y mejores policías, con más recursos a los estados para mejorar las corporaciones, que han sido un foco de infección desde hace mucho tiempo. Para sanear a las corporaciones va a crear una universidad para policías, como si no hubiera esos entes en los estados, sólo basta con que se mejoren los cursos de formación policial. Con recursos y personal capacitado, esas academias de los estados pueden llegar a ser campus de esa universidad. De no hacerse bien, la universidad de Xóchitl terminará siendo una loca academia de policía y resultar en una pifia. Y siguen los lugares comunes: duplicar el número de policías en estados y municipios de alto riesgo, agentes certificados y con más y mejores condiciones laborales para que los agentes no caigan en la tentación de corromperse ante el crimen organizado. Eso, aunque lindo, se ha venido escuchando desde Felipe Calderón, cuando les subió el sueldo a los de la Policía Federal y a los militares. La panista también dice que va a crear un nuevo sistema nacional de seguridad en el que se discutan, analicen, aprueben y evalúen las estrategias, en colaboración entre gobierno federal, estados, municipios, así como organizaciones de sociedad civil. Eso también ya existe, se llama Sistema Nacional de Seguridad Pública y lo encabeza un Secretariado Ejecutivo, que mes a mes ofrece estadísticas. Lo único que hace falta es que las fiscalías estatales realmente proporcionen los datos fidedignos, sin aventar muertos al estado vecino para reducir cifras locales. También se requiere que las Fuerzas Armadas no pacten con delincuentes para matar y desaparecer a criminales de otros cárteles, como señala un estudio reciente de International Crisis Group titulado “El laberinto de los generales: crimen y militares en México”, y que seguramente a Alfredo Ramírez Bedolla no le gustará mucho. Con Claudia Sheinbaum en realidad no hay mucho que decir: representa la continuidad de lo hecho y lo omitido por Andrés Manuel López Obrador, así que de ella no hemos recibido ninguna sorpresa. Le muestro. Lo primero: con Sheinbaum en Palacio Nacional se robustecerá la Guardia Nacional para que tenga más presencia, en tanto que corporación insignia de la 4T, como la Agencia Federal de Investigación de Vicente Fox y la Policía Federal de Felipe Calderón. También habla de fortalecer las tareas de inteligencia e investigación para mejorar la coordinación en la prevención de la violencia y el esclarecimiento de los crímenes. De igual forma, la candidata del régimen propone que las fiscalías participen en con policías estatales y que el fiscal general sea invitado al gabinete de Seguridad. Al leer esto último, considerando que la FGR es crucial en el combate a los delitos del fuero federal, me pregunto si a Alejandro Gertz no lo han invitado. Claudia Sheinbaum también aboga por atender las demandas de los jóvenes e implementar programas inclusivos que los alejen de contextos violentos, como cuando AMLO ha hablado de atender las causas. Claro, súper, ahora que vaya y le diga al adolescente que ya es puntero, tirador en la secundaria o carne de cañón en la sierra a ver si se puede zafar para insertarse a una sociedad a la que él y miles de adolescentes y niños francamente le han valido madre. Ahora vamos con el candidato de la chaviza, el emecista Jorge Álvarez Máynez, quien tiene como uno de sus principales ejes de seguridad un Plan Nacional de Pacificación que incluye regular algunas drogas, como la marihuana. Para ello sugiere ponerle fin al prohibicionismo, que nadie sea detenido por el simple hecho de ser pacheco. Más bien regular para reducir la influencia de los cárteles, eliminando el delito de posesión simple de drogas, lo que llevaría a una amnistía a personas recluidas por portación y consumo de cannabis. Y es que, si en México y ya lejos de 2006 operan al menos 175 grupos criminales que abarcan el 80 % del país, quiere decir que las estrategias implementadas desde Calderón hasta AMLO han fracasado. Máynez ha sido insistente en poner fin a la militarización que inició a fines de 2006 con la guerra contra las drogas. Por eso él también propone crear una academia de alta formación policial, fortalecer a los policías con salarios y condiciones dignas, así como cambiar el modelo de Ministerio Público a policía investigadora, cosa que de hecho ya existe. Entre otros lugares comunes, el emecista tiene en la agenda crear una policía (¿federal?) de caminos (me suena) y, también, establecer convenios con los estados y acotar las tareas del Ejército y la Guardia Nacional a las zonas con altos índices de violencia, pero que poco a poquito los militares vayan regresando a los cuarteles y dejen las tareas como protección al ambiente y obra pública a las autoridades civiles. En resumen, ninguno de los tres candidatos tiene algo real, sólido y contundente contra el crimen. Todo lo que proponen son medidas políticamente viables. Aunque sea necesario, ningún candidato aceptará que es necesario el combate frontal a las células delictivas y empezar a descabezar las organizaciones sin dejar de lado golpearlos financieramente. Esa medida es dolorosamente necesaria y por lo mismo resulta impopular. Máynez y Xóchitl buscan curar con infusiones el cáncer que Sheinbaum, como AMLO, pretende remediar con chochitos homeopáticos. Es cuánto.