LA CASA DEL JABONERO | Más política, menos educación

Importará más la buena relación política y de provecho mutuo con los sindicatos magisteriales que el trabajo que los agremiados realizan en las aulas en bien de los alumnos

Jorge A. Amaral

Los recientes nombramientos para el futuro gabinete de Claudia Sheinbaum no sorprenden, salvo por el hecho de que esté dejando fuera a Gerardo Fernández Noroña. Se me ocurre que podría crear la Secretaría de Oratoria para el Bienestar, dadas las ya conocidas habilidades del petista.

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El nombramiento que me causó extrañeza y no por sí mismo, porque era obvio, sino por la dependencia elegida, es el de Mario Delgado, líder de Morena y coordinador de la campaña presidencial, a la Secretaría de Educación Pública. En un primer momento se me hizo raro que mandaran a Delgado a la SEP dado que él es economista especializado en Econometría, así que su perfil iría más hacia la Secretaría de Economía o, como es de esperarse en los segundos al mando, la Secretaría de Gobernación.

Por momentos pensé que Delgado iría a la Segob por dos cosas: ser el segundo al mando en la campaña, y la segunda pero relacionada con la otra, haber sido buen operador político. Y es que el trabajo de Mario Delgado en la campaña se notó, porque sobre él recayó organizar y coordinar las estructuras que alzaron a la candidata, ese era su trabajo como coordinador y como dirigente partidista.

A diferencia de Alejandro Moreno en el PRI y Marko Cortés en el PAN, Mario Delgado, en tanto que dirigente partidista, centró todos sus esfuerzos en llevar a la victoria a su candidata mediante la operación política, cosa que sus similares de la oposición no hicieron por estar cuidando más las plurinominales a las que accedieron. Por eso Delgado me sonaba más para la Segob, que es una dependencia de mucho cabildeo con los distintos sectores, desde empresariales hasta sindicatos y organizaciones sociales. El secretario de Gobernación es el que controla las compuertas para que los conflictos no se desborden, por eso hace contención de daños y administración de la crisis según vaya conviniendo.

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Para ejemplificar lo que le digo vea el caso estatal: un secretario de Seguridad Pública se vio rebasado por la inconformidad de los policías y vino el plantón de una semana, en el que las demandas se fueron sumando. El entonces secretario de Gobierno, Elías Ibarra, brilló por su ausencia, al menos en lo mediático, sólo se estuvo desvirtuando, minimizando y desacreditando a los policías a través de los medios de comunicación, pero el problema ya era tan grande que a la Coordinación General de Comunicación Social ya le fue imposible esconderlo entre boletines o meterlo bajo la alfombra. Al gobernador no le quedó de otra que poner en charola de plata la cabeza del general Ortega Reyes y enviar, directo de la Segob estatal, a Juan Carlos Oseguera como nuevo titular. Y no sólo eso, porque se removió a un monolítico Elías Ibarra y se puso en su lugar a Carlos Torres Piña, quien sabe de cabildeos y operación política mediante grupos de interés y por eso le funciona más al gobernador para una más eficiente administración de las crisis.

Volviendo al tema de Mario Delgado, ya cuando escuché su discurso entendí por qué lo ponen ahí: dijo que entablará diálogo con el magisterio, que atenderá los temas pendientes, que se resolvería la serie de problemas políticos y sindicales que al gobierno le ha acarreado el tema del servicio de carrera. Claudia Sheinbaum no puso en la SEP a un educador para que atienda las necesidades y exigencias educativas del país. No, la futura presidenta puso a un operador político para que le cuide políticamente la relación con el magisterio, que es uno de los sectores más politizados del país y que le pueden paralizar el país si se lo proponen.

Esto puede ser preocupante porque querría decir que al próximo gobierno federal le importará más apuntalar la llamada “cuarta transformación” como política e ideología de Estado, le será más prioritario mantener políticamente a raya a los adversarios y a los distintos sectores, que fortalecer rubros tan sensibles como el educativo. Importará más la buena relación política y de provecho mutuo con los sindicatos magisteriales que el trabajo que los agremiados realizan en las aulas en bien de los alumnos. Eso no es nuevo.

Gatopardo policiaco

El otro nombramiento previsible fue el de Omar García Harfuch, titular de Seguridad en el gobierno de Sheinbaum en la Ciudad de México, ahora ungido como secretario de Seguridad y Protección Ciudadana para el próximo sexenio.

Se pueden decir mil cosas, se puede esperar que el nieto de Marcelino García Barragán, principal responsable material de la matanza de Tlatelolco en 1968, dé buenos resultados; se puede esperar mucha eficiencia de quien fungió como coordinador de la Policía Federal en Guerrero en 2014, cuando fueron desaparecidos los estudiantes de Ayotzinapa. Hay que reconocerle que no hizo tan mal trabajo en la Ciudad de México, sobre todo en reducción de delitos y desarticulación de células delictivas, al grado de que fue víctima de un aparatoso atentado por parte, dijo él mismo, de gente del estado de Jalisco.

Sin embargo, por mucha garra que traiga García Harfuch, no podrá actuar de forma tan frontal como cuando estaba en la Policía Federal de García Luna, porque tendrá que luchar contra la delincuencia que invade México pero sin el control de la Guardia Nacional, pues con todo y sus 133 mil 600 elementos, la corporación insignia del lopezobradorismo quedará integrada como un cuerpo militar más, esto cuando la siguiente Legislatura concrete lo que en este gobierno no se ha podido: militarizar la seguridad pública. Claro, la próxima presidenta y su súper policía pueden decirnos que la política pública en materia de seguridad dependerá de ellos, pero lo dicen sólo para negar lo obvio: la militarización. Pero supongamos que no es así y que una corporación plagada de militares queda bajo un mando civil, ¿serán los castrenses capaces de someterse a las órdenes de un civil? La historia de los gabinetes de seguridad, llena de golpeteos, jalones y estirones por la toma de decisiones, indica que no. Por ejemplo, ni el funcionario más poderoso en tiempos de Calderón, Genaro García Luna, pudo contra el general Guillermo Galván, entonces titular de la Sedena. Ahora, en tiempos de la cuatroté, ni Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad con AMLO y futura titular de Gobernación, tuvo pleno control de la Guardia Nacional, aún dependiente de la autoridad civil, porque el control lo tuvieron los militares a cargo.

Ante ese panorama, al también senador electo (ya ve que no la bailan sin huarache ni ponen los huevos en una sola canasta) no le quedará más que centrarse en labores de inteligencia y fortalecer la coordinación con las policías estatales, sirviendo como gestor para dotar de más recursos a las corporaciones de los estados.

Ahora bien, en materia de inteligencia, recordemos que López Obrador hizo del Centro de Investigación en Seguridad Nacional (Cisen) un Centro Nacional de Inteligencia, ahora en manos de otro militar.

Otra dependencia, el Centro Nacional de Fusión de Inteligencia, que durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se creó como parte del Cisen, está bajo el mando de un civil, Luis Rubén Sandoval, pero este civil es hijo de Luis Cresencio Sandoval, titular de la Sedena. Ergo, ¿quién cree usted que controla el flujo de información? Entonces a García Harfuch le quedan tres salidas: ajustarse, buscar recuperar el aparato de inteligencia nacional o de plano crear instancias paralelas.

Así, el John Edgar Hoover región 4 deberá lidiar con indómitos mandos militares, una dependencia que sólo funciona en el papel y una delincuencia que tiene a este país desahuciado por el cáncer de los cárteles. Entonces, podría ser cuestión de tiempo para que algo muy feo pase y entonces Harfuch decida refugiarse en el Senado, con un súper sueldo asegurado y sin más exigencia que la de ir a hacerle al pendejo un rato, como lo vemos con la mayoría de los legisladores, que sólo alzan la mano según sea su partido y ya. Ojalá me equivoque, lo que más deseo en este sentido es que el gobierno haga buen trabajo por el bien del país, por el bien de todos.

Otrosí: Noroña educador

Si yo fuera militante de Morena, propondría que, ya que Fernández Noroña no estará en el gabinete, deberían crearle una escuela de formación política para crear políticos comprometidos con la izquierda y la cuatroté, con personas de distintas profesiones para abarcar todos los rubros. Eso permitirá tener gente joven, con ideas progresistas y frescas, pero bien preparados para seguir construyendo el legado del amado líder compañero presidente Andrés Manuel desde todos los frentes, y entonces no habrá necesidad de seguir reciclando experredistas, expriistas y políticos impresentables. Es cuánto.