Erandi Avalos colaboradora de La Voz de Michoacán Manuel Jerónimo Reyes recuerda cómo su abuelo llegaba del cerro con su burrito cargado de leña, él lo descargaba y juntos se tomaban un café cosechado en el patio de su casa, tostado y preparado por su abuela. Después comenzaban a amasar el barro, a modelar, a decorar con pastillaje o a engretar las poncheras, candeleros o sahumerios para vender en el tianguis. Fue de él quien aprendió todo el proceso para crear piezas de barro negro vidriado, así como su abuelo aprendió de su bisabuelo, solo que antes las piezas eran más sencillas y utilitarias, pero no por eso menos hermosas. Junto a su madre comenzaron a ir a vender su artesanía a Pátzcuaro y muy joven entró a su primer concurso. Ahí empezaron los premios y decidieron decorar más y mejorar la factura de sus piezas. Nos platica que antes, el jurado de los concursos se conformaba por artesanos que concursaban en otras técnicas: entre ellos se calificaban. Para él era un buen sistema y considera que ahora tanto los jurados como los coleccionistas han ido perdiendo el gusto por los detalles que hacen único el trabajo manual. Para él, cada pieza tiene su encanto, incluso si muestra alguna grieta o el paso del tiempo. Con su esposa Esperanza Ceja Ramos —quien aprendió el arte del barro desde los trece años y también ha ganado muchos premios— formaron el Taller Familiar Tereri, ubicado en la calle Hiquingare, Barrio Santo Tomás Uno; en la comunidad autónoma Santa Fé de la Laguna. Tereri significa “añejo”, “antiguo”. Su hijo Jerónimo Reyes Ceja estudiaba informática pero finalmente se decantó por continuar la tradición del barro negro vidriado, sumándose también su esposa al taller. Desde ahí, los Reyes Ceja, han logrado obtener premios y reconocimientos nacionales e internacionales, viven de su oficio, viajan y difunden sus tradiciones y su lengua materna: el p’urhépecha. En Santa Fe de la Laguna la población es bilingüe pero aprenden el español hasta que comienzan a ir a la escuela: antes de eso, es la fascinante y aislada lengua ancestral la que aprenden, lo que sin duda implica una visión del mundo mucho más completa y compleja que la de los mestizos o de los mismos p’urhépecha que no hablan la lengua. Así como los une el mismo idioma, también hacen comunidad para cuidar sus recursos: todos tienen derecho de usar el barro de sus tierras y la leña de pino de sus bosques para quemar las piezas de alfarería, mientras lo hagan con responsabilidad y se sumen a la reforestación. Hay personas de la comunidad que se dedican a sacar y preparar el barro y lo venden a los artesanos que por alguna razón no pueden ir ya a la mina, sobre todo los artesanos ya mayores. Barro blanco, que permite moldear y modelar, y el rojo que da consistencia y fuerza. Mezclados se dejan reposar para que fermenten y se pueda trabajar. Se moldea y modela con paciencia y creatividad. La pieza se deja secar dependiendo del tamaño y el clima, tiene la primera quema en el horno tradicional que ha usado la familia por más de cien años y que va de fuego lento para sacar la humedad a fuego fuerte para cocer la pieza. Después se enfría y se aplica el esmalte y viene la segunda quema que dará el típico aspecto vidriado. Foto: Pablo Aguinaco D.R.Foto: Pablo Aguinaco D.R.Foto: Pablo Aguinaco D.R.Foto: Pablo Aguinaco D.R.Foto: Pablo Aguinaco D.R.Foto: Pablo Aguinaco D.R. Algunas cosas han cambiado a lo largo del tiempo: antes se trituraba el barro con una piedra; hoy se puede hacer con una trituradora. Antes era negro y chorreado el decorado y actualmente se usa también el azul, verde y blanco. Pero el cambio más fuerte que ha enfrentado este oficio fue cuando hubo una temporada en la que la empresa que les vendía la greta, ubicada en Villagrán, Guanajuato, comercializó el producto adulterado y eso afectó la salud de varios artesanos. Como mezclaban con las manos los materiales, las uñas se pusieron negras y varios enfermaron. La fábrica corrigió su fórmula pero no se hizo responsable del error. Buscando adaptarse a las nuevas formas de producción, desde el año 1997 el Taller Tereri trabaja con esmalte libre de plomo y solo en pedidos especiales manejan la greta, que a la larga puede afectar la salud del artesano. El cambio, promovido por el Fondo Nacional para el Fomento a las Artesanías (FONART) significó un re aprendizaje complicado pero necesario, porque además de las cuestiones de salud mucha gente, sobre todo del extranjero, ya no compraba las piezas con greta, a pesar de que son decorativas y no utilitarias. Muchos dicen que en realidad no es grave usar alfarería engretada, pero el caso de ese periodo afectó negativamente debido a que la fórmula no era la correcta. El maestro Jerónimo se siente orgulloso de su pueblo aunque menciona con tristeza que la arquitectura tradicional está en riesgo de desaparecer si no se cuida, debido a la influencia de la arquitectura moderna que tanto atrae a los migrantes. Le gustaría que más y más artesanos logren reconocimiento internacional porque reconoce el gran talento y el potencial de su gente, así que tiene la intención de impartir talleres y capacitaciones en Santa Fe de la Laguna para todo aquel que quiera aprender de su experiencia, fortalecer su economía y preservar el conocimiento. Yácata es una editorial con enfoque cultural, fundada por la escritora e historiadora del arte Erandi Avalos y el fotógrafo Pablo Aguinaco.