Jaime Vázquez colaborador de La Voz de Michoacán Elena Garro nació en Puebla en 1916. Su vida, un relato que pudo ser escrito por ella, realidad parecida a la ficción. “Sí, en la casa había dos o tres relojes de péndulo… y en la noche se quitaba el péndulo porque mi papá pensaba que así detenía el tiempo, que se detenga el tiempo un poco, que se detenga”. Es la voz de Elena Garro en La cuarta casa. Un retrato de Elena Garro (2001) de José Antonio Cordero. Está entre gatos y sombras, fantasías y verdades, como en el cine. Su relación con el cine comenzó temprano. La Universidad la acercó a las letras, la danza y la actuación. En el Teatro Universitario la dirigió Julio Bracho. En 1934 actuó en Humanidad, documental de Adolfo Best Maugard. En las cartas de Octavio Paz a su prometida Elena hay referencias a las inquietudes de la joven. Guillermo Sheridan apunta: “…1937 cuando Paz está en Mérida con el fervor de un brigadista dedicado al proletariado, y Helena desea dedicarse al teatro y al cine, ámbitos impropios en un país y una época en los que aún se miraba con desdén a actrices y bailarinas. La idea de que su linda niña interactuase con gente de teatro, que se mostrase en escenarios o (peor aún) en la pantalla de un cine, le extrae al muchacho un severo sosias puritano (…) Que Helena quisiera hacer teatro y bailar y salir en el cine le parece a Paz una frivolidad coqueta, un desplante narcisista”. El 28 de abril de 1958 comienza la filmación de Las señoritas Vivanco, dirigida por Mauricio de la Serna, con argumento de Juan de la Cabada, Elena Garro y Josefina Vicens. De la Cabada recordaba: “Elena Garro, como siempre fue mi amiga, me dice una vez: —Oye, Juanito, no tenemos dinero. ¿Por qué no haces algo para cine? ¿Te acuerdas?, estábamos en un café de París y en una servilleta escribiste una historia, ¿no la tendrás? —¿Qué cosa, tú?, tratando de hacer memoria. —Sí, la historia de unas señoritas que eran sirvientas, robaban el dinero y en un baúl se llevaban el botín. —¡Ah, sí!, pero… no sé si lo tengo. Hace tantos años de eso. —Pues busca por allí, tienes muchos papeles. Y bueno, que los voy encontrando”. Sólo de noche vienes (1965), de Sergio Véjar, es el siguiente episodio cinematográfico de Garro, y en 1967, Archibaldo Burns adapta el relato El árbol, para Juego de mentiras. Es la historia de Marta, la patrona, y Luisa, la empleada, un cuento de violencia. El título se modificó para satisfacción del público: La venganza de la criada. Arturo Ripstein dirige Los recuerdos del porvenir (1967), novela de Garro situada en los tiempos de la Guerra Cristera, que se traslada a la Revolución mexicana en la película. Las puertas del paraíso (1970) es la adaptación de Eduardo Lizalde y del director, Salomón Láiter, a una historia de Garro. Una película “difícil de clasificar”, escribió Jorge Ibargüengoitia en Excélsior, a la que considera un thriller, un estudio de la sociedad moderna y un film de amor. El cine no ha hecho justicia a la obra de Elena Garro. Esquiva, arrogante y lúcida, que recordaba cómo los “mozos indios” de su infancia la tenían amenazada por lo mala que era, que vivió con y contra Octavio Paz, que es vista como símbolo de luchas sociales y no se declaró feminista, que estuvo en el centro de los nubarrones por su cuestionable participación en los acontecimientos del 68. Exiliada, olvidada y recobrada, es figura mitológica de la cultura envuelta en la fascinación por su intensa vida errante y una obra literaria incuestionable. El cine, los documentales, las entrevistas, con aciertos y errores, quitaron el péndulo a los relojes para detener el tiempo. En la pantalla está interpretada, para bien y mal, la obra de Elena Garro. Es el final del documental de Cordero: “¿Usted esperaba volver a su casa de Iguala, o encontrar una casa igual?”, le preguntan. Lo piensa: “No, sabía que era inútil, que se habían muerto todos ya”, responde. “¿Y ahorita qué espera?”, la pregunta queda en el aire encerrado de la casa: “Pues nada”, responde. Sobre la pantalla en negro, la leyenda: “Elena Garro. Falleció el 22 de 1998 en Cuernavaca, Morelos”. Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz. @vazquezgjaime