Sergio Sánchez En nuestro día a día, uno de los desafíos más grandes dentro del entorno familiar es la comunicación. Parece algo tan sencillo: hablar, escuchar, entendernos. Sin embargo, sabemos que no siempre es así de fácil. La falta de comunicación puede abrir una brecha entre los miembros de una familia. Hoy quiero hablarles de la importancia de una comunicación asertiva dentro del hogar, y cómo podemos aprender de nuestro mayor ejemplo: Jesús. ¿Qué es la comunicación asertiva? Primero, aclaremos qué es la comunicación asertiva. Se trata de expresar lo que pensamos y sentimos de manera clara y directa, pero sin agredir ni herir a la otra persona. Es decir, no se trata de evitar decir lo que sentimos por miedo a lastimar, ni de lanzar palabras duras que buscan imponer nuestra voluntad. Es encontrar ese equilibrio donde podemos ser honestos y, al mismo tiempo, respetuosos y compasivos. La comunicación asertiva tiene dos pilares fundamentales: saber expresar nuestras ideas de manera clara y, más importante aún, saber escuchar. A menudo, en nuestras familias, caemos en la trampa de hablar mucho y escuchar poco. ¿Cuántas veces estamos más preocupados por ganar una discusión que por entender el punto de vista del otro? Jesús, el maestro de la escucha y la compasión Jesús fue el mejor ejemplo de un comunicador asertivo. A lo largo de los evangelios, vemos cómo Él sabía hablar con claridad, pero también escuchar con compasión. Uno de los pasajes más conocidos es el encuentro con la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:1-26). Jesús no solo le habló de su necesidad espiritual, sino que primero la escuchó. Le permitió expresarse, y en lugar de juzgarla, mostró empatía y entendimiento por su situación. En este encuentro, Jesús no le impuso una verdad sin antes conectar con ella a un nivel personal. Este es un princpio que, en nuestras familias, antes de querer imponer nuestra opinión, debemos tomarnos el tiempo para escuchar y entender lo que los demás están sintiendo. Otro gran ejemplo es cuando Jesús confronta a los fariseos que trajeron a una mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11). Mientras los demás estaban listos para condenarla, Jesús se detuvo, escuchó, y respondió con calma y sabiduría: "El que de ustedes esté libre de pecado, que tire la primera piedra." Aquí, vemos cómo Jesús utilizó una comunicación clara y firme, pero llena de compasión. No evitó la verdad, pero tampoco la usó como un arma para herir, sino para enseñar y mostrar gracia. Escuchar para entender, no para responder Uno de los mayores obstáculos en la comunicación es que a menudo escuchamos con la intención de responder, no de entender. Estamos tan enfocados en lo que vamos a decir a continuación, que perdemos de vista lo que el otro está tratando de comunicarnos. Este tipo de escucha superficial puede llevar a malentendidos y frustraciones, afectando nuestras relaciones. La Biblia nos enseña en Santiago 1:19: "Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse." Este versículo nos da una guía clara sobre la importancia de escuchar antes de hablar. En nuestras familias, practicar una escucha activa, donde realmente prestemos atención al otro, puede marcar una gran diferencia en la manera en que nos relacionamos. Un ejercicio sencillo que podemos practicar es el de hacer preguntas para asegurarnos de que estamos entendiendo bien lo que el otro quiere comunicar. En lugar de interrumpir o asumir, podemos decir algo como: "¿Lo que quieres decir es que te sientes...?" De esta manera, no solo mostramos interés genuino, sino que también evitamos malinterpretaciones. La compasión es otro aspecto clave de la comunicación asertiva, y algo que Jesús modeló de manera perfecta. La compasión es la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, de ver la situación desde su perspectiva y de responder con amor y comprensión. En muchas familias, cuando hay conflictos, es fácil olvidarnos de la compasión y actuar solo desde nuestras emociones: el enojo, la frustración o la impaciencia. Sin embargo, Colosenses 3:12 nos recuerda: "Revístanse de compasión, bondad, humildad, amabilidad y paciencia." Estas son las actitudes que debemos llevar a nuestras conversaciones familiares. ¿Cómo sería si, en lugar de responder con enojo cuando nuestros hijos o cónyuges nos dicen algo que no nos gusta, tomáramos un momento para respirar, escuchar y responder con amabilidad? Un ejemplo de la vida cotidiana podría ser cuando un adolescente en casa expresa que se siente incomprendido o presionado por sus estudios. La respuesta fácil sería regañar o minimizar su preocupación, pero una comunicación asertiva y compasiva sería escuchar lo que realmente está sintiendo y buscar juntos una solución. La verdad en amor Otro principio clave que Jesús nos enseña es hablar la verdad en amor. Esto lo vemos claramente cuando Jesús habló con Pedro después de su negación (Juan 21:15-19). Jesús no evitó la verdad; le preguntó directamente a Pedro si lo amaba, tres veces, reflejando las tres veces que Pedro lo negó. Pero lo hizo con amor, no para humillarlo, sino para restaurarlo. En nuestras familias, debemos aprender a hablar con verdad, pero siempre desde el amor. A veces, evitamos ciertos temas difíciles porque no queremos causar un conflicto, pero una comunicación asertiva nos invita a no huir de la verdad, sino a abordarla con el corazón en el lugar correcto. Por ejemplo, si hay una situación en la familia que necesita ser corregida, como una falta de respeto entre los miembros, no podemos simplemente ignorarla. Pero en lugar de enfrentarla con enojo, podemos abordarla desde el amor y el deseo de restaurar la relación. Construyendo un ambiente de confianza La comunicación asertiva es la clave para construir un ambiente familiar de confianza y respeto mutuo. Cuando aprendemos a comunicarnos de manera clara, a escuchar activamente y a tener compasión por el otro, comenzamos a crear un espacio seguro donde todos los miembros de la familia pueden expresarse sin miedo a ser juzgados o ignorados. Jesús nos enseña en Mateo 18:20 que "donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo con ellos." Si traemos esta promesa a nuestras familias, podemos tener la certeza de que, si nos comunicamos con amor y asertividad, Jesús estará en medio de nosotros, guiándonos en cada conversación y ayudándonos a restaurar cualquier relación rota. Finalmente, hoy te invito a que reflexiones sobre cómo te estás comunicando en tu familia. ¿Estás escuchando con el corazón abierto? ¿Estás hablando con claridad y compasión? Sigamos el ejemplo de Jesús, quien nos mostró que la comunicación no se trata solo de palabras, sino de la actitud con la que nos acercamos a los demás. La familia es uno de los mayores regalos que Dios nos ha dado, y es nuestro deber cuidarla, no solo a través de acciones, sino también a través de palabras. La comunicación asertiva puede ser la llave que desbloquee una mayor armonía y amor en nuestros hogares. Que Dios nos dé la sabiduría para comunicarnos mejor, con amor y compasión, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.