PUNTO NEURÁLGICO | Felipe y su responsabilidad

Felipe Calderón Hinojosa, mi paisano “incomodo”, hizo una serie de declaraciones en las que defiende su política de combate frontal al crimen organizado, aduciendo que es una de las responsabilidades fundamentales del Estado

Luis Sigfrido Gómez Campos

Un presidente de la República en nuestro país no puede salir con un: “es que yo nunca me di cuenta que esto ocurría durante mi mandato”. Coincido plenamente con quien sostiene que un Presidente o Presidenta en México es la persona más informada en el territorio nacional en virtud del poder que concentra como titular del Poder Ejecutivo, Jefe de Estado y del Gobierno, así como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Y si no es la persona más informada debería serlo, debido a la enorme responsabilidad que adquiere con el cargo más importante al que puede aspirar un mexicano.

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En fecha reciente, después de la sentencia emitida por un tribunal de los Estados Unidos en la que se condenó a Genaro García Luna a casi 40 años de prisión por delitos que lo vinculan a actividades ilícitas durante su responsabilidad como alto servidor público del gobierno mexicano, el expresidente de México Felipe Calderón Hinojosa, mi paisano “incomodo”, hizo una serie de declaraciones en las que defiende su política de combate frontal al crimen organizado, aduciendo que es una de las responsabilidades fundamentales del Estado, etc.

Lo extraordinario del caso es que durante su mandato Genaro García Luna fue el principal responsable de dirigir la tarea de combatir a la delincuencia organizada; pero Felipe, el exmandatario, ahora dice que él nunca tuvo pruebas fehacientes que demostraran que su exfuncionario estuviera coludido con personajes miembros de las organizaciones delictivas.

Una de dos: o mi paisano miente con todos los dientes y estuvo enterado y por lo tanto solapó las acciones de su colaborador estrella o, en efecto, es una inocente palomita que se dejó engañar durante toda su gestión en la tarea más importante que se echó a cuestas: declararle la guerra a la delincuencia organizada. En pocas palabras: o es un cínico o un estólido incapaz.

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Los gobernantes son seres humanos de carne y hueso. A fin de cuentas, son personajes con virtudes y defectos; seres cuyas cualidades se magnifican con el poder. Al virtuoso el poder le dará la posibilidad de realizar acciones certeras de beneficio colectivo; por el contrario, al deshonesto el poder potenciará sus bajezas generando perjuicios para los gobernados.

La sabiduría popular ha acuñado un proverbio que refiere que “el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”. Pareciera que algo de verdad encierran estos adagios; sin embargo, la realidad todavía es más compleja. Existe una infinidad de estudios de psicología del poder que hablan de la transformación mental que padece un mandatario al que no se le contradice y, por el contrario, cada decisión que toma es aplaudida y lisonjeada a niveles grotescos.

Si además de que los propios amigos y colaboradores no se atreven a contradecir a su jefe y existe un gran número de adversarios que se la viven cuestionando todas sus decisiones, todo eso contribuye a crear una barrera que imposibilita la comunicación. El gobernante llega a estar en una especie de encapsulamiento, no obstante que vive en comunicación directa con su realidad. Es la tragedia de la soledad más amarga de quien todo lo decide.

Esa especial condición mental a la que llega toda persona con gran poder puede perturbar su capacidad de discernimiento y creer a ciegas en la honradez y capacidad de sus principales colaboradores, a pesar de que existan voces disonantes que le informen lo contrario. En ese momento, el gobernante ya perdió toda capacidad de autocrítica. “Son mis opositores, estoy afectando sus intereses”, razona el todo poderoso.

La cerrazón de Felipe de haber confiado ciegamente en un personaje de la calaña de Genaro García Luna resulta una injustificable; cualquier argumento que trate de esgrimir para aminorar sus culpas genera incredulidad y repulsión. Comprendo que esté muy avergonzado. Resulta increíble que ese policía que tenía una grave incapacidad psicomotriz para comunicarse verbalmente le haya visto la cara.

A Felipe le hicieron saber durante su gobierno que don Genero estaba coludido hasta las chanclas con el crimen organizado. Javier Herrera Valles, Titular de la División Regional de la Policía Federal Preventiva le hizo saber en ese entonces al Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, en varias ocasiones y por diversos medios las irregularidades que se estaban cometiendo en la Secretaría de Seguridad Pública, cuyo titular era Genaro García Luna. La única consecuencia fue que a él y a su hermano los acusaran de estar coludidos con el narcotráfico y los privaron de la libertad.

Igual suerte corrió el General Tomás Ángeles Dauahare. Fue encarcelado por acusar al entonces poderoso Secretario encargado de dirigir la guerra contra el narcotráfico. Ambos personajes obtuvieron su libertad una vez que dejó el gobierno Felipe Calderón; pero quedó constancia fehaciente de que la única falta que cometieron fue suministrar información clara, veraz y oportuna al Presidente de la República de los vínculos de su Secretario con el crimen organizado.

Ahora, el expresidente declara que nunca tuvo pruebas fehacientes que vincularan al personaje en quien confió para dirigir una guerra contra el narcotráfico con los miembros de la delincuencia organizada. Las autoridades norteamericanas sí encontraron esas pruebas.

luissigfrido@hotmail.com