Jaime Vázquez colaborador de La Voz de Michoacán Aurelio de los Reyes afirmó que su maestra en la Universidad, Josefina Zoraida Vázquez, le sugirió que eligiera al cine y a la historia, las dos pasiones del académico, como temas de su tesis de licenciatura. De los Reyes hizo caso del consejo y comenzó así su valioso trabajo sobre la historia del cine, que es hoy un legado fundamental para la cultura. En esos tiempos, Emilio García Riera publicó su Historia documental del cine mexicano, la epopeya del cine sonoro de nuestro país. Para complementar ese mural artístico, De los Reyes enfocó su vida y talento al cine silente, la época pionera de lo que se convertiría con el paso de los años en la cinematografía nacional. Bajo los auspicios de la UNAM edificó desde entonces un enorme edificio de conocimientos, documentos, datos, estadísticas e historia viva que guardan sus numerosas publicaciones en las que se documentan los orígenes del séptimo arte en México. Su labor como estudioso del cine le ha permitido, además, rescatar algunas películas de aquellos años pioneros. Ahora podemos disfrutarlas como testimonios de la evolución del cine mexicano y, también, como espejo de los tiempos: miramos la ciudad en blanco y negro, los personajes, los hechos históricos, la vida cotidiana. Es el caso de Tepeyac, película filmada en 1917 y rescatada por Aurelio de los Reyes. Restaurada en 2016 por la Filmoteca de la UNAM con el apoyo de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, Tepeyac puede verse hoy como una de las primeras películas de ficción realizadas antes de 1920 y que, gracias al trabajo y al acuerdo entre instituciones, se conservan. Para la versión final, restaurada y disponible en el sitio cineenlinea.filmoteca.unam.mx, se añadió la música de piano compuesta por José María Serralde Ruiz. Dirigida por Carlos E. González, José Manuel Ramos y Fernando Sáyago, Tepeyac está basada en una obra de Ignacio Manuel Altamirano, La fiesta de Guadalupe. Beatriz de Córdova interpreta a la Virgen de Guadalupe, Pilar Cotta es Lupita, Gabriel Montiel es Juan Diego y Roberto Arroyo es Carlos, entre otros intérpretes. Foto: EspecialFoto: EspecialFoto: EspecialFoto: Especial La película cuenta la historia de Lupita y Carlos, los novios que pronto contraerán matrimonio. Carlos tiene que viajar a Europa en misión diplomática. Lupita le obsequia una imagen guadalupana, una medalla que prende en la bolsa interior del saco de Carlos. Son los años de la Primera Guerra Mundial y el viaje de Carlos en un barco francés es un riesgo real. “Lleva siempre contigo esta medalla: ¡es tan incierta la travesía por mar en estos tiempos de guerra!”, dice Lupita a su enamorado. La noticia que publica El Nacional días después es alarmante: “El vapor La Champagne de la trasatlántica francesa hundido por un submarino alemán. Murieron muchos de sus tripulantes. Los supervivientes recogidos por un vapor americano”. Esa noche, Lupita sufre en su lecho, sin conciliar el sueño. Vive la angustia por una posible tragedia. Toma un libro y se interna en la lectura. En una página lee: “Felicidad de México, el milagroso origen que tuvo el santuario de la virgen María nuestra señora de Guadalupe”. El espectador viaja con la imaginación de Lupita a 1531, año de las apariciones de la virgen al indio chichimeca Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Las escenas nos llevan al milagro de la sanación a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, a ser testigos de la misión que la Virgen de Guadalupe encomienda a Juan Diego para que interceda ante el obispo Juan de Zumárraga y se edifique un tempo en el Tepeyac. A la mañana siguiente Lupita despierta de su sueño con una noticia feliz: entre los sobrevivientes está Carlos, rescatado por el vapor americano. De regreso a México, para celebrar el milagro, la pareja asiste el 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe. Se suceden imágenes del fervor popular, la fe y la fiesta, las danzas y la venta de objetos, el paisaje desde lo alto, una ciudad que se rinde a su patrona. Altamirano escribió: “El día que no se adore a la virgen del Tepeyac en esta tierra, es seguro que habrá desaparecido, no solamente la nacionalidad mexicana, sino hasta el recuerdo de los moradores del México actual”. Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz. @vazquezgjaime