Redacción / La Voz de Michoacán En México, hablar sobre la muerte es apelar a un amplio universo que se remonta a la cosmogonía de los pueblos originarios. Motivo de celebración, adoración y misterio, la muerte se ha convertido en un concepto al que los mexicanos se aproximan de diversas formas, buscando encontrar en ella acaso una manera de potenciar la propia vida. Entre los ejemplos que evidencian la particular relación de los mexicanos con la muerte, quizá uno de los más singulares sea el fotógrafo Enrique Metinides. Con una vocación hacia la fotografía de nota roja, en su tiempo denominada “nota policiaca”, Metinides encontró una forma particular de retratar la muerte en México. Se aproximó a ella de forma temeraria y buscando una mirada poco frecuente para la fotografía de esa época. Hoy celebramos el cumpleaños de uno de los grandes maestros de la nota roja en México y el mundo. Un oficio precoz Nacido en 1934, en la Ciudad de México, Enrique Metinides desarrolló un talento temprano para la fotografía. Sus padres, una pareja de inmigrantes griegos, acercaron al pequeño Metinides al ámbito fotográfico gracias al negocio familiar, donde se dedicaban a vender todo tipo de cámaras fotográficas y revelar rollos. Jamás adivinarían que su hijo se convertiría en uno de los fotógrafos más singulares de México. Fue en el cumpleaños número 9 de Metinides cuando su padre le regaló su primera cámara fotográfica, en conjunto con una bolsa llena de rollos. En sus inicios, el pequeño fotógrafo se interesaba por tomar fotografías de edificios como la Alameda Central o Paseo de la Reforma, lugares icónicos en la Ciudad de México. No pasó mucho tiempo para que este interés evolucionara y se convirtiera en una obsesión por coleccionar fotografías de autos chocados y otros accidentes frecuentes en la ciudad. Amante de las películas de gánsteres y crímenes, Metinides, apodado “El Niño” por sus precoz inicio en el fotoperiodismo, comenzó a salir a las calles de la Ciudad de México con el objetivo de perseguir lo que veía en las cintas que amaba. Así comenzó a tomar fotografías de accidentes automovilísticos en las calles del barrio de San Cosme, de la Ciudad de México donde vivía. Amplió esta experiencia con las oportunidades que encontró rondando por la estación de policía, yendo a la morgue y convirtiéndose en voluntario de la Cruz Roja para viajar con ambulancias. Metinides comenzó a publicar su trabajo en La Prensa después de que por azares del destino conoció a Antonio “El Indio” Velázquez, quien trabajaba para el diario. Ambos se toparon en un accidente de tráfico tras llegar a tomar fotos. Después de que le preguntara “oye niño, ¿te gusta retratar choques?”, Velázquez le dijo que lo esperaba en La Prensa para que saliera con él a tomar más fotografías. Desde entonces el apodo de El Niño lo acompañaría toda su vida. A los 15 años, se convirtió en el primer fotorreportero permanente a bordo de una ambulancia. Retrató el después de la masacre de estudiantes en Tlatelolco en 1968, aunque los rollos de fotografías fueron confiscados por el Ejército. Metinides contó después que esto fue porque los militares terminaron usando sus fotografías y las de sus compañeros reporteros para identificar a líderes estudiantiles. Su trabajo fue premiado por el gobierno de México, asociaciones de periodistas, organizaciones de rescate y judiciales y Kodak de México. En 1997 recibió el premio Espejo de Luz, el más importante que se da a los fotógrafos en México. Se retiró del fotoperiodismo en 1979. La nota roja en México Hablar de la "nota roja" en México es hablar de un género periodístico caracterizado por su brutalidad gráfica. Si bien este género tiene una larga tradición que muchos trazan desde la Inquisición, sin duda, este tipo particular de noticias prosperó desde el siglo pasado y tuvo entre sus protagonistas a artistas de la talla de José Guadalupe Posada. En el mundo del periodismo, la "nota roja" suele ser menospreciada como un género donde se explota la tragedia y se ilustran gráficamente los horrores de los accidentes. Las fotografías asociadas a este tipo particular de periodismo suelen ser de carácter gráfico, con un interés particular en mostrar lo más cruento de la tragedia. Acaso sea eso lo que hace difícil imaginar que en este medio surgiera una de las lentes más particulares de México. La mirada de la muerte A diferencia de muchos fotógrafos de nota roja, la obra de Metinides destaca por las sutilezas que logra capturar con su cámara. En sus fotografías no interesan los accidentes aparatosos o los cuerpos heridos, sino la manera de encontrar un ángulo, un encuadre y una manera precisa de evidenciar lo que sucede alrededor de esos momentos de tragedia. "Yo trataba de tomar fotografías que lo contuvieran todo. Seguía queriendo hacer una película, como cuando era niño. Intentaba que se viese al asesino, a la víctima, a la policía, al público". Desde los habituales mirones que se entrometen en la escena hasta los vendedores ambulantes que a cualquier tumulto comienzan aproximarse al lugar, Metinides ha logrado capturar de una manera particular y majestuosa el contexto de la muerte en México. En su trabajo existen todo tipo de fotografías, las hay de accidentes, crímenes pasionales, terremotos, incendios y choques automovilísticos. Al ver las fotografías de Metinides, uno tiene la impresión de estar viendo algo más que una fotografía de “nota roja”. Con una mirada particular sobre la muerte, su trabajo logra rescatar de una de las experiencias más trascendentales en la vida, una escena formalmente bella. La poética misma detrás del accidente. Reconocimiento tardío Mucho tiempo pasó para que la obra de Enrique Metinides fuera revalorada y descubierta bajo una nueva mirada. Durante años, desde 1949 a 1979, su gran cuerpo fotográfico solo era conocido por el círculo policíaco y los servicios de emergencia, a quienes solía acompañar en las jornadas de trabajo para fotografiar los accidentes que acontecían. Fue hasta su jubilación cuando una nueva generación de documentalistas, artistas y periodistas comenzaron a interesarse en su figura y obra. Gracias al documental “El hombre que vio demasiado”, de Trisha Ziff, Enrique Metinides comenzó a disfrutar un genuino interés por su trabajo. De esta forma dejó la “nota roja” para exponer en diferentes museos alrededor del mundo, crear libros sobre su trabajo y narrar en voz propia lo que se siente estar tan cerca de la muerte.