México- Aunque las nuevas tecnologías de la información cada vez permean más espacios de la sociedad y están revolucionando el mundo de la edición, en el caso de la publicación de diccionarios se vive una etapa de transición que lejos de afectar a la industria la ha enriquecido notablemente. Así lo considera Martín García Cerezo, director editorial de Larousse, para quien en este momento se vive un momento en el que conviven dos modelos de obtener información, el lexicográfico o lingüístico, en formato impreso, y el que deriva de las nuevas tecnologías, como son las aplicaciones que se usan para los diccionarios de tipo enciclopédico. Entrevistado en ocasión del lanzamiento de una nueva colección de diccionarios y aplicaciones de la empresa Larousse, el directivo consideró que pensar en que los jóvenes de hoy sólo consultan en línea resulta falaz, porque, añadió, aún cuando todo el mundo tuviera acceso a “Internet” el diccionario escolar cumple con una función específica de aprendizaje. Los diccionarios escolares, aseguró a Notimex, siguen siendo de gran circulación, muy accesibles para la población, no sólo por lo económico sino por lo práctico, y porque cumplen la función de enseñar a los chicos a saber consultar una obra, buscar en orden alfabético, atender una llamada de conexión de una palabra con otra, etcétera. Es como aprender a sumar y restar para después apoyarse en una calculadora, eso, dijo, les hace pensar que el modelo impreso vivirá un buen tiempo, y coexistirá con las aplicaciones mientras éstas no se universalicen, y aún después de ello. Por otra parte, hay que diferenciar a los diccionarios en dos tipos, los lexicográficos que sólo definen palabras y que no requieren de una actualización tan permanente, y los enciclopédicos que son más dinámicos, y en los que las aplicaciones digitales permiten una actualización permanente. En los primeros, abundó, se llegan a incluir neologismos o a descartar palabras de una edición a otra, pero en el caso de los segundos, la actualización es inmediata, gracias a la tecnología. “Creo que cada uno tiene su momento y vale exaltar las virtudes de ambos modelos, favoreciendo que coexistan, sobre todo en los casos escolares, después puede optarse por los electrónicos que se pueden llevar en una tableta o un dispositivo celular, desde donde se pueden consultar en cualquier momento”, abundó. En el caso de Larousse, detalló, cuentan con un diccionario Básico de lengua, uno de Sinónimos y antónimos, el de Conjugación y el de Biografías; así como un Diccionario visual multilingüe en inglés, francés y alemán, al que se irán agregando idiomas segunda la demanda de la gente. Éstos pueden consultarse mediante “Apps” que se instalan en tabletas y teléfonos inteligentes, disponibles en sistemas ios y android, que permiten la búsqueda de información desde distintos parámetros, por ejemplo, acotó, al entrar a una palabra te da sus sinónimos que, a su vez, te mandan a hipervículos con las definiciones, etc, “te podrías pasar horas navegando de un lado a otro”. En el caso del de Conjugación, abundó, con sólo tocar la palabra es posible conocer todos los tiempos posibles de conjugación del verbo. Sobre la actualización de este tipo de obras, detalló que en el caso de los lexicográficos los cambios más que de contenido son de actualización de plataformas, pero en el caso de los enciclopédicos sí llega a cambiar una obra hasta un 15 por ciento de un año a otro. En esa labor, expuso, trabajan dos equipos, uno en España y otro dirigido desde México con corresponsales en toda América Latina; que procesan la información de sus diferentes servicios que monitorean información periodísticas, datos políticos, científicos, históricos y de todo tipo; además de estudios sobre lengua que hacen universidades españolas. Además se monitorea y estudia el comportamiento de la lengua en redes sociales, de tal suerte, dijo, que permiten identificar más fácilmente neologismos o palabras en desuso, con un espíritu panhispánico, que incorpore las acepciones de todos los países hispanoparlantes. Es, en sí, un mundo de trabajo, en el que trabajan entre 25 y 30 personas, pues aunque no se parte de cero, sí se considera la revisión de un sinnúmero de fuentes; e incuso, cuando no hay cambios significativos pueden incorporarse fotos o ilustraciones que se consideren más pertinentes. Otros cambios que pueden ocurrir, mencionó, son la actualización o corrección de datos oficiales. Hasta hoy, destacó García, ha sido un proceso de aprendizaje permanente, sumamente interesante, que ha significado cambios o el enriquecimiento de perfiles que ya existían; no sólo porque los editores cumplen su labor desde un sistema más complejo -por ejemplo ellos están trabajando con una empresa de lingüística rusa-, sino porque han tenido que incorporarse a redes sociales. Larousse, puntualizó, es pionero en redes sociales y ha tenido un éxito sorprendente si se compara con otros sitios; por ejemplo, dijo, en “Facebook”, donde difunden contenidos culturales, cuentan con cerca de 500 mil seguidores. Una cifra, estimó, asombrosa para contenido relacionado con lengua y cultura, mientras que en “Twitter”, donde además de difundir cápsulas de contenido ofrecen servicio de aclaración de dudas del lenguaje, tienen unos 80 mil seguidores. Es un hecho, que las nuevas tecnologías están cambiando el mundo de la edición pero no hay que desdeñar que hay mucho tiempo y espacio para los diccionarios tradicionales impresos, que todavía tienen un valor, como en el sector escolar donde aunque todos tuvieran tableta, representan el primer aprendizaje sobre el uso de las bases de datos, concluyó.