El estadunidense James Foley, decapitado a manos de yihadistas del Ejército Islámico (EI) en Siria, era un veterano y experimentado video-periodista que ya había sido secuestrado en Libia en 2011 y quien se reconocía seducido por la adrenalina de la primera línea de combate. “Creo que el periodismo en la primera línea es importante, sin esas fotos y videos y experiencia de primera mano no podemos contar realmente al mundo lo terrible que puede ser”, aseguró Foley en una entrevista en la web GlobalPost, de la que era colaborador. En ella, al relatar su cautiverio de dos meses en Libia en 2011, en el que vio morir a su amigo el fotógrafo sudafricano Anton Hammerl por fuerzas del entonces presidente Muamar Gadafi, reconocía la fascinación por narrar lo que realmente ocurre. “Es una lucha, porque siempre está esa seducción para alguna gente hacia el combate. Siempre está la adrenalina de estar cerca del combate, y ser capaz de regresar y contar esa historia”, agregaba el reportero, que trabajó como “freelance” en coberturas previas, tanto en Afganistán como en Irak, Libia o Siria. Tras Libia, decidió regresar a la región, esta vez a Siria, para relatar la guerra civil entre las fuerzas del gobierno de Bashar al Asad y los rebeldes sirios, entre los que figuraban yihadistas del Ejército Islámico. En noviembre de 2012, cuando se dirigía hacia la frontera siria con Turquía, fue secuestrado de nuevo. Aunque en un principio se había informado que estaba en manos de las milicias “shabiha” del ejército gubernamental de Al Asad, posteriormente se reveló que estaba retenido por miembros del Ejército Islámico (EI) en Siria. Foley también colaboraba con la agencia AFP, la televisión pública estadunidense PBS y mantenía un blog personal titulado “Un Mundo de problemas”. El reportero, nacido en Rochester, Nuevo Hampshire, se había graduado en Historia en la Universidad de Marquette (Wisconsin) y tras decidirse por el periodismo como carrera profesional, se apuntó al prestigioso programa Medill de la Universidad Northwestern (Illinois), que culminó en 2008. La última historia de Foley, publicada en octubre de 2012, relataba el creciente descontento de los civiles en Aleppo (Siria) con los rebeldes que luchaban contra las fuerzas gubernamentales. “A medida que continúa el deterioro, muchos civiles están perdiendo la paciencia con la cada vez más violenta e irreconocible oposición – obstaculizada por luchas internas y falta de estructura, y profundamente infiltrada tanto por luchadores extranjeros como por grupos terroristas”, relataba el reportero. Fueron precisamente estos grupos, en una historia que ahora parece profética, los que finalmente acabaron con su vida.