Los antiguos habitantes del valle de México apreciaban los chapulines no sólo por su sabor, sino también por su canto y por considerarlos ejemplares destacados del mundo animal. Según la historia, los grillos, chapulines y langostas, no sólo se han comido en México, sino en muy diversas culturas. Por ejemplo, se sabe que Moisés incluía a los saltamontes entre los animales cuya carne podían comer los hebreos, no así la de cerdo. Es conocido el hecho de que San Juan, el Bautista, en el desierto se alimentaba de langostas que aderezaba con miel silvestre; no ha faltado quien ha querido sostener que tales langostas no eran sino legumbres del algarrobo, no cabe la menor duda de que se trataba de los ortópteros. En México, los chapulines se comen en todos los estados del centro y sureste del país. Algunos de los primeros registros históricos proceden de la cultura mexica. De hecho, la etimología del vocablo chapulín viene del náhuatl y acerca de su significado Gutierre Tibón explica que quiere decir “insecto que brinca como pelota de hule. Chapulín y Chapultepec En la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, crónica histórica del legendario viaje de las siete tribus nahuatlacas (desde el mítico Aztlán hasta la Cuenca y Valle de México), podemos ver el jeroglífico del primer sitio al que llegaron los mexicas, el dibujo de un cerro con un chapulín en su cima: Chapultepec, que literalmente significa “en el cerro del chapulín”, o según algunos cronistas “en el cerro con forma de chapulín”. Los mexicas fueron autorizados por el “rey” de los tepanecas de Azcapotzalco—dueños y señores de toda la Cuenca y Valle de México— para establecerse en ese cerro, en el que tal vez había una gran abundancia de chapulines para alimentarse. Los antiguos habitantes del Valle de México apreciaban estos insectos no sólo como alimento, sino también por su canto y por considerarlos ejemplares destacados del mundo animal. Distinguían varias especies: el acachapulín, “langosta como saeta”, mencionada en el Códice Floretino, y el anahuacachapolin, “langosta”, de la cual habla Boturini en su Historia de la América Septentrional. El chapulín en la toponimia En algunos códices pre y postcortesianos o en cerámica y esculturas se han encontrado representaciones de chapulines. También es posible advertir este vocablo asociado a nombres de lugares o topónimos, como es el caso de Chapultenango, “en el recinto omuralla de los chapulines”; Chapulixcitlán, “a los pies del chapulín”. Prepare unas gorditas de requesón brincón: INGREDIENTES: 1 kg. de masa de maíz 4 cdas. de manteca de cerdo n c/s de agua sal al gusto 200 gr. de requesón 2 chiles picados finamente PARA EL GUACAMOLE: 3 aguacates 1 tomate verde hervido 1/4 de cebolla picada 1 cdita. de ajo en polvo 1 limón 2 cdas. de aceite de oliva 2 cdas. de cilantro picado 60 gr. de chapulines PROCEDIMIENTO: Amasa la masa junto con la manteca y si es necesario agrega un poco de agua. Añade el chile verde y sazona con sal al gusto. Haz bolitas de masa y rellena con un poco de requesón. Cocina en el comal con un poco de manteca. Para el guacamole aplasta los aguacates con el tomate hervido; añade la cebolla, el ajo y el limón. Agrega el aceite de oliva, el cilantro y sazona con sal y pimienta al gusto. Abre por la mitad las gorditas, rellena con el guacamole y un poco de chapulines