Del 30 de octubre al 4 de noviembre se llevará a cabo la jornada “Noche de Muertos en Michoacán”, con un amplio programa de actividades inscritas en las más puras y ancestrales costumbres y en el quehacer cultural de esa entidad. Concurso y exhibición de altares, presentación y baile de Catrines, exposición de figuras de aserrín, elevación de globos de luz, fuegos artificiales, celebración de la velación por los fieles difuntos en el panteón municipal y la ofrenda son ejemplo de ello. Este día, en conferencia de prensa, se recordó que dentro del conjunto de manifestaciones culturales que tienen lugar en el estado de Michoacán, destacan las que tienen que ver con las celebraciones enmarcadas en la tradicional “Noche de Muertos”. Roberto Fernández, director de Turismo de Uruapan, explicó que durante los días previos, y particularmente el 1 y 2 de noviembre de cada año, los panteones y casas donde se hace “la espera” se cubren profusamente con flores de cempasúchil, velas, fruta, pan e incienso. De acuerdo con la tradición en el estado, altares y tumbas se adornan copiosamente, se prepara y comparte comida y bebida, se lleva ofrenda, se reza, hay ambiente festivo, al mismo tiempo que se percibe un profundo sentido comunitario y un orden ceremonial. El “Día de Muertos” en México tiene su origen en la época prehispánica. Etnias como los mexicas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas lo celebraban en el noveno mes del Calendario solar mexica y era presidido por la Diosa Mictecacíhuatl, Dama de la Muerte. La conquista espiritual impuesta por los españoles produjo un interesante sincretismo religioso. Una de las demostraciones más ricas de esta mezcla es la “Noche de Muertos”, donde el concepto indígena de la muerte juega con las ideas cristianas del “más allá”. En ese entonces se creía que los muertos necesitaban comida para llegar a su destino final, por eso, al morir se dejaba junto a ellos comida, agua, ofrendas y diversos objetos. Esta tradición se mezcló y adaptó al calendario cristiano en los días 1 y 2 de noviembre. Al anuncio de esta jornada cultural, asistieron Horacio Adrián Díaz, representante del gobierno de Michoacán en la Ciudad de México, y Leticia Galván, titular de la Secretaría de Turismo deese estado; así como Rafael Paz, director de la Casa de las Artesanías. El 1 de noviembre es “Todos los Santos”, dedicado a los niños difuntos y el día 2 a los difuntos mayores. Se cree que en estos días los difuntos regresan a visitar a sus seres queridos, para convivir con ellos al menos por un día, como lo hicieron cuando vivos. En noviembre del 2003 la UNESCO declaró la celebración del “Día de Muertos” como una Obra Maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad, al señalar que es “…una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo…”. En Michoacán, la conmemoración del “Día de Muertos” es una tradición solemne que conserva esa genuina manifestación de profundo respeto y veneración a los seres que materialmente ya no existen y a los que, a través de la ofrenda, se rinde festivo tributo. El ritual de velación que lleva a cabo en muchas comunidades indígenas de la región del Lago de Pátzcuaro desde épocas ancestrales. Los actuales pobladores siguen manteniendo esa tradición, aunque con variantes de acuerdo con sus propias creencias y sus costumbres. Las celebraciones comienzan con la cacería del pato, actividad a punto de desaparecer por la escasez de palmípedos, pero aún se efectúa, a ello le sigue la colocación del altar de “angelitos”, el día 1º de noviembre. A los “angelitos” o muertos chiquitos que han dejado el mundo de los vivos. Si es su primera ofrenda, el padrino de bautizo lleva un arco arreglado con flores de cempasúchil o tiringuini-tzitziqui. El día 2, la ofrenda está dedicada a los difuntos grandes o adultos. La velación comienza la noche del día primero con la preparación de las ofrendas que se han de colocar en las tumbas o en los altares familiares y concluye hasta ya bien entrada la mañana del día 2. Para los muertos recientes, es decir los de primera ofrenda, las honras empiezan con el novenario, que inicia nueve días antes, haciendo coincidir el último día con el de muertos; familiares y amigos rezan el rosario y piden por el eterno descanso del alma del difunto.