México, DF.- Una mujer policía, tolete en mano, corre por la plancha del Zócalo gritando “encapsúlenlos ahí, denles duro y que no se les vayan”. Se dirige a un grupo de entre 10 y 15 policías que tras correr desde Palacio Nacional hasta el asta bandera alcanzan a los jóvenes que les gritaron: “¿y qué si fuera tu hijo?”, en referencia a los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, que motivaron esta marcha. Los jóvenes gritan, otro contingente se acerca “suéltenlos, suéltenlos” y en grupo, todos echan a correr hacia la calle de Madero mientras los policías van detrás. Uno dice “a ver si vuelven a marchar”. Ese fue el desenlace de la manifestación convocada este jueves 20 de noviembre por padres y familiares de los normalistas desaparecidos desde el 26 de septiembre y que pese haber sido una marcha pacífica que arrancó desde tres puntos diferentes de la ciudad —después de que tres caravanas recorrieron el país— y congregó a miles, fue intervenida por policías locales y federales que golpearon a manifestantes de todas las edades, familias o periodistas hasta lograr el desalojo del Zócalo. La huída No sólo fue una vez que los policías corrieron detrás de quienes permanecían en el Zócalo e intentaron dispersarlos con gas lacrimógeno, pero ya sin la presencia del grupo que lanzó objetos a Palacio Nacional; muchos ciudadanos optaron por quedarse para exigir “no violencia” a los uniformados. Ya eran casi las 22:00 horas y el operativo no había conseguido dispersar a todos los manifestantes. Aún había señoras con pancartas con la fotografía de los normalistas desaparecidos, jóvenes en bicicleta y cientos de personas más vestidas de negro con el rostro descubierto. Jóvenes formaban una valla frente a los granaderos y les cuestionaban sobre su actuación esa noche. “El gobierno que defiendes desapareció a estudiantes” “¿Tú no tienes hijos?” ¿Tu sueldo te alcanza para vivir? “La lucha es de este lado”. En tanto, otro grupo frente a la calle 20 de noviembre, se ponía de rodillas para deshojar flores blancas. Con los pétalos, formaron la palabra ‘Ayotzinapa’ en el asfalto mientras los granaderos mantenían su formación a unos metros de distancia. Pero todavía vinieron otros intentos por liberar la plancha del Zócalo y para culminar con el repliegue de los manifestantes. En grupos, los policías persiguieron a los contingentes hasta llevarlos a calles que rodean la plancha central de la Ciudad: 16 de septiembre, Francisco I. Madero y 20 de noviembre. Ya con el Zócalo libre, pasadas las 10 de la noche, los policías mantenían a los manifestantes sobre esas calles y les impedían regresar a la plancha central. En Madero uniformados gritaban “ya váyanse, avancen”, pero ciudadanos insistían en exigir “no violencia” y en que las autoridades permitieran el “libre tránsito”. Sobre 16 de septiembre hubo unas cuantas corretizas más para dispersar a los ciudadanos que permanecían; mientras que sobre 20 de noviembre tres jóvenes decidieron responder ante el acoso policiaco: sacaron un libro de sus mochilas y se sentaron en el suelo frente a los granaderos, “¿quiere leer?”, decía Jesús, de 18 años. Los uniformados abrieron su escudo, dieron unos pasos y rodearon a los jóvenes; el resto de los manifestantes fue replegado entre los reclamos por la posible detención de quienes no habían cometido ningún delito o agresión. “No nos vamos a ir de aquí sin el compañero”, gritó una joven. Y así fue, ambos bandos se mantuvieron firmes y después de 10 minutos, los tres jóvenes salieron de entre el escudo de granaderos, libro en mano. “No nos hicieron nada, pero pensé que ya había valido”, dijo sonriente el joven con el número 43 pintado en la frente. Eran las 23:00 horas cuando la acción policial logró que los manifestantes que participaron en una marcha pacífica —que comenzó seis horas antes— se dispersaran. Los padres de los normalistas desaparecidos ya no estaban en la escena, pero los ciudadanos, aunque obligados a abandonar el Zócalo, caminaron por las calles del Centro Histórico exigiendo justicia. Con información de Vanguardia.