La voz de los familiares de 43 estudiantes desaparecidos en México en septiembre se escuchó hoy en Nueva York cuando el portavoz de los padres de los jóvenes dijo frente al consulado mexicano que el caso no ha quedado en el olvido y que la campaña para conocer la verdad y devolver a los estudiantes a sus casas resuena ahora en Estados Unidos. "Lo que nos trae a esta parte del mundo es exigir justicia y que los organismos internacionales a los que pertenece nuestro país puedan tener las recomendaciones necesarias para que puedan darnos respuesta a nuestras exigencias y castiguen a los asesinos intelectuales y materiales de este hecho ocurrido el 26 de septiembre", dijo Felipe de la Cruz, un profesor del instituto del estado de Guerrero donde estudiaban los jóvenes. De la Cruz se manifestó junto a una veintena de mexicanos que residen en Nueva York frente al consulado de ese país en la ciudad, gritando frases como "Por qué, por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina" y portando carteles con mensajes como "Alto a la masacre de activistas en México". El portavoz de las familias, quien dijo además ser padre de un estudiante que sobrevivió la masacre, anunció que unos 11 padres de los desaparecidos han iniciado un viaje por Estados Unidos con el objetivo de dar a conocer lo ocurrido. El viaje, denominado "Caravana 43" se ha dividido en tres rutas distintas que se realizan al mismo tiempo: mientras un grupo viaja hacia el norte por el oeste del país, otro lo hace por el centro y otro por el este. Los tres grupos planean reunirse al final del viaje en Nueva York el 28 de abril y están intentando hablar frente a Naciones Unidas. El gobierno mexicano asegura que los 43 estudiantes tuvieron un enfrentamiento con la policía municipal, que los detuvo y los entregó al cártel del narcotráfico Guerreros Unidos, el cual opera en este estado del sur del país. Según la versión proporcionada por las autoridades, los sicarios del cártel ejecutaron y quemaron a los estudiantes en un basurero cercano a la localidad de Cocula, a pocos kilómetros de Iguala. Posteriormente arrojaron sus restos a un río.