Zitácuaro, Mich.- Dalia y Rocío (11 y 10 años respectivamente), don niñas otomíes crean su propio mundo y se divierten usando su imaginación en la cual no hay límites. Ellas crean sus juguetes utilizando botellas de plástico, estambre, hilos, además de varas y trapos viejos, pues los Reyes Magos ya no las visitan desde hace más de 3 años. Contrario a lo que se pudiera pensar, su infancia es feliz porque viven con sus padres y hermano; además que están rodeadas de naturaleza, donde su mundo es perfecto y las sonrisas y la alegría son permanentes en sus labios y ojos. Son otomíes, de un pueblo en el que va desapareciendo la lengua y la vestimenta, pues la mano invisible de la transculturización los ha alcanzado. Salvo a la familia de Dalia y Rocío, dos niñas que viven en las orillas de esta tenencia, protegidas por sus papás y su hermano mayor, Víctor. “Vivimos aquí porque no nos gusta el ruido”, afirmó su papá Pascual, quien es campesino, albañil y músico. Ellas, en la mañana acuden a la escuela, en las tardes están en su casa, jugando, corriendo, creando su mundo perfecto. Lea la nota completa en la edición impresa de mañana.