Sismo reabre herida del 85

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Foto: Agencias. Organismos financieros mundiales ofrecen apoyo a México por sismo.

Gloria Ávila / La Voz de Michoacán

Ciudad de México.  "Está temblando no es simulacro" gritó un hombre. Los rostros de incredulidad,  de confusión, desconcierto pasaron de inmediato al miedo, al pánico, ese que llega cuando la tierra vuelve a crujir, cuando a lo lejos se ve un edificio viejo colapsar, cuando todos corren y buscan refugio en la mitad de la calle, sí en plena vía pública, en ese momento el lugar más seguro.

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Algunos pequeños miran asustados, las ventanas de los restaurantes cercanos abrirse de par en par, a los ancianos rezar y uno que otro adulto tratando de calmar al de a lado, en segundos que parecieron horas.

Primero sacudida fuerte, después todo se "mece" las lámparas, los cables de luz, las antenas y se escuchan plafones caer. Luego comienza a parar y con ello estallan las crisis nerviosas y llanto en quienes acaban de ser testigos de la fuerza de la madre naturaleza.

¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué nadie nos alertó? ¿Acaso no debió haber sonado la alerta sísmica un minuto antes? ¿Es una casualidad o una coincidencia de aquel fatídico 19 de septiembre del 85? Esas y muchas preguntas no tienen respuesta.

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Los comercios de inmediato cierran sus puertas. La gente se amontona en las calles, el tráfico se paraliza, a lo lejos se oyen patrullas y ambulancias, pero nadie nos dice qué hacer. Todos con celular en mano tratando de documentar el momento.

Los rumores inician, "que ya están evacuando aquel edificio que está por colapsarse" grita una chica evidentemente alterada. "No caminen por las banquetas hay demasiadas grietas en los edificios dice otro hombre" "No hay que movernos vienen las réplicas dice otro" en tanto la confusión y el miedo conviven y se apoderan del ambiente.

No hay manera de trasladarse, sólo a pie, el metrobús y el metro han parado actividades.
En las calles del primer cuadro de la Ciudad de México, todos van y vienen, desde el cielo deben verse como hormigas zigzagueando, sin saber a donde ir. En tanto, quienes no han perdido la red se comunican con sus familiares para avisar que están bien.

Los pocos policías en la zona ya dan primeros auxilios, en su mayoría a adultos mayores con crisis nerviosas o taquicardias por el susto.

La plancha del Zócalo se llena al igual que las afueras del Palacio de Bellas Artes. Todos refugiándose al aire libre, es más seguro creemos todos, al tiempo que vemos a los guardias de una tienda departamental acordonar su edificio, que podría caer ante una evidente grieta de más de 50 centímetros.

Los noticieros comienzan a informar, el epicentro fue en Puebla y al igual que Morelos la Ciudad de México, son las tres ciudades más afectadas.

Cerca de las tres de la tarde comienzan a circular más autos particulares, los taxis son la joya más peleada por quienes caminan largos tramos esperando llegar a casa y ver que estén bien los suyos.
Algunas líneas del metro comienzan a funcionar, para sorpresa y alivio de los capitalinos. A lo lejos una mujer dice pasen todos el transporte es gratuito en este momento.

Hay un eco en la ciudad, el que dejó la sacudida, el que trajo el aniversario paradójico, el que nos
recuerda a todos los mexicanos que acaba de pasar una tragedia, pero que es momento de sacar adelante de nuevo a un país, un país fuerte al que no lo hunde un sismo, sino lo pone a prueba.
Lamentablemente con el paso de las horas el recuento de los daños va creciendo, pequeños atrapados debajo de salones de clase, lesiones al por mayor, pérdidas materiales de edificios y casas y la zozobra de qué es lo que sigue.

Sigue la unidad, la solidaridad de un pueblo que no nos deja solos, la ¡fuerza de México para salir adelante! Eso es lo que sigue.