Al cobijo de la noche, un tambo se convierte en una "cocina" muy especial. Polvo blanco, luego un líquido y la reacción química no se hace esperar: todo hierve y el humo parece asfixiar al espectador. Es un laboratorio de cristal, una de las drogas sintéticas más cotizadas en el mercado estadounidense y que se fabrica de forma artesanal, sobre todo en el estado mexicano de Michoacán. Un hombre enmascarado con uniforme de policía estatal controla el proceso de fabricación de esta metanfetamina, algo raramente visto y una de las escenas más impactantes de "Tierra de Cárteles" ("Cartel Land" en inglés), el tercer documental del neoyorquino Matthew Heineman, que se desarrolla entre los límites del bien y del mal, de la justicia y de la impunidad, con una sola frontera tangible: la que separa México de Estados Unidos. "Es una historia sobre qué haríamos nosotros, si la violencia llega a la puerta de nuestras casas", explicó Heineman, de 32 años, a su paso por México. Galardonado con el premio al mejor director y el especial del jurado a la mejor fotografía en el Festival de Cine de Sundace 2015, el documental cuenta con la directora ganadora del Oscar, Kathryn Bigelow, en la producción ejecutiva. Muestra un mundo real, por increíble que parezca, en el que dos movimientos ciudadanos armados, uno en Estados Unidos y otro en México, se toman la justicia por su mano liderados por dos hombres de la misma edad que se sienten traicionados por sus respectivos gobiernos. Uno de ellos es un grupo de paramilitares estadounidense, el Arizona Border Recon, liderado por el veterano de guerra Tim 'Nailer' Foley, que captura a inmigrantes indocumentados y lucha contra los cárteles que trafican drogas y personas en esa desértica frontera. "Es una guerra entre David y Goliat. Nosotros somos David", dice Foley en un momento de la película. El otro grupo es el de los civiles que se alzaron en armas en 2013 en el estado occidental de Michoacán, liderados por el doctor José Manuel Mireles, para acabar con el imperio del cartel de los Caballeros Templarios que extorsionaron, asesinaron, violaron y amedrentaron a los michoacanos durante años. "¿Qué harías tú (en una situación así)?", pregunta Mireles. En inglés estos grupos son definidos como "vigilantes" y en español como "justicieros". "Al principio era una historia sobre 'vigilantes' en Arizona que luchaban contra los cárteles, pero cuando mi padre me envió un artículo que decía que también había grupos así en Michoacán, el documental dio un giro y pasé a crear una historia paralela a ambos lados de la frontera", señaló Heineman. El director, camarógrafo y productor, junto a su pequeño equipo de producción, pasó dos semanas al mes en territorio michoacano durante nueve meses, un tiempo que le permitió estar presente en momentos clave de un proceso social que todavía no ha concluido. Grabaron los vítores de los pobladores cuando los autodefensas llegaban a sus pueblos y las críticas de cuando empezaron a cuestionarlos; presenciaron las protestas en las que hombres, mujeres y niños expulsaron a militares de sus localidades o cuando enterraban los cuerpos cercenados de sus muertos; captaron al doctor Mireles aún convaleciente de la caída de su avioneta y cuando el gobierno mexicano inició el proceso de "legalización" de los autodefensas. Durante 98 minutos, el documentalista salta la frontera física de la película con la misma facilidad con la que se mueve entre fronteras intangibles, sin hacer juicios. Heineman deja que el espectador saque sus propias conclusiones sobre si los autodefensas de Mireles eran la legítima reacción a la extrema violencia de los Templarios o si acabaron convirtiéndose en algo igual. En el caso del pequeño grupo de Foley abre la pregunta de si es la reacción lógica de alguien que se siente amenazado o la expresión de un paramilitarismo racista. "Tierra de Cárteles" tiene una espléndida fotografía, secuencias desgarradoras cargadas de acción y de emoción, sobre todo en la parte mexicana, y un sonido que en algunos casos estremece más que las imágenes y permite al espectador estar presente en lo que no se ve, como un centro de tortura de los autodefensas. Heineman está tan cerca de los personajes y de la acción que se viven con igual intensidad las escenas de guerra, donde se sienten las balas silbar encima de la cámara, que las confesiones más íntimas de los personajes, como los recuerdos de la sórdida infancia de Foley o los romances de Mireles. "Al llegar me enamoré de México y sentí que debía contar esta historia", dijo el director que confía en generar un intenso debate sobre las consecuencias de tomarse la justicia por mano propia en lugares donde las instituciones han fallado a los ciudadanos. "Nunca supe si me encontraba con los buenos o con los malos", señala Heineman en la página oficial de Facebook del documental. "Hay muchas cosas en la película que van a sorprender, creo que tendrá un gran impacto en México porque muestra la total confusión entre gobiernos, cárteles, ciudadanos, policías. Todos esos límites se difuminan", añade. "Tierra de Cárteles" se estrena hoy en diversas ciudades de México incluyendo Morelia, la capital de Michoacán. El viernes se estrena en Estados Unidos.