La noche del 15 de septiembre -junto con la Navidad- es la más importante del año; el Grito se convierte en una fecha de cohesión y pretexto para la celebración; pues forma parte de la identidad de los mexicanos. Ya en la Nueva España se tenía fama que los mexicanos éramos fiesteros, que nos encantaban los cuetes. Somos un pueblo dado a la fiesta y esta es una fecha clave, es un símbolo de unidad, refiere el investigador Héctor Zagal, académico de la Universidad Panamericana. Sin embargo, admitió, gran parte de los mexicanos no conocemos la historia y a veces pensamos que en realidad fue un proceso corto, nos quedamos en lo bonito, olvidamos el trágico 13 de septiembre de 1847, día en que pierde México la mitad de su territorio y nos quedamos con el 15 y 16 de septiembre de 1810, que fue el inicio de una guerra larga y de como México terminó perdiendo también algo. Para el terapeuta y académico de la Universidad Intercontinental (UIC), Juan Pablo Brand Barajas, “el Grito”, es parte de nuestra cotidianidad y se vuelve el pretexto perfecto para la reunión. La finalidad de las festividades es el sentido de cohesión, particularmente en los rituales cíclicos como el 15 y el 16 de septiembre. “Necesitamos un elemento que convoque y a partir de ahí, la fiesta, gran parte del país se conecta a la televisión que se convierte en plaza pública, y ahora Internet, es como el pretexto para reunirse y después de eso, empezar la fiesta, parecido al Año Nuevo”. De hecho, el autor mexicano Jorge Portilla, en la década de los 40 escribió el libro “La fenomenología del relajo”, él lo veía como una característica propia de México, decía que el relajo incluía la burla, la risa y partiendo de que se ríe cada pueblo, se puede entender la personalidad del lugar. En estas festividades cíclicas, la fiesta, el relajo, el ruido es una forma de minimizar el malestar o descontento social; los gritos, la burla, el albur, son una forma menos violenta de expresar la agresión y hay una cierta liberación. Lo que sucede en festividades como la noche del 15, precisa Brand Barajas, se tiene que cumplir con el ritual, hay palabras sagradas en el formato o el rito, que incluye objetos sagrados, como la campana de Dolores que trajo Porfirio Díaz en el siglo XIX a Palacio Nacional, así como la bandera. Y terminando el ritual de “El Grito”, ya después de los cuetes, viene todo el relajo, se suspende la seriedad, con el “me vale madre”, que es cuando se libera todo. Según Brand Barajas, autores de los libros clásicos de psicología del mexicano como Santiago Ramírez, Samuel Ramos, Octavio Paz, en el caso específico de “El laberinto de la Soledad”, dejan en claro el tema del ruido, y aunque muchos no estén de acuerdo, tiene que ver con una incapacidad para estar solos y para vivir la soledad, acotó. En ese sentido, hay países que son solitarios, muy tendientes a estar solos, pero no es el caso de los mexicanos, que “nos cuesta mucho trabajo la soledad, la cual nos lleva a la introspección y nos hace darnos cuenta de las cosas y el malestar”. Es muy propio en México, que vayas al lugar que vayas, ya sea la montaña más aislada y de repente a media noche suenan los cohetes y la música grupera, no hay manera de huir. Si lo llevas a la vida espiritual y religiosa, en general en México, no ha habido mística, porque no están las condiciones para ese nivel de concentración. Somos mucho más hacía afuera, influye desde el tema social hasta el factor climático, históricamente hemos podido estar afuera; hay otros países que son introspectivos porque no les queda de otra, pero al menos la mitad del año la tienen que pasar adentro de su casa, en nuestro caso, somos más hacia afuera, lo que posibilita el relajo, el reírse, el ruido, nos permite estar más en comunidad y eso, si es una herencia de los pueblos prehispánicos, el factor comunitario. Pueblo orgulloso Para Zagal Arreguín, también académico de la UNAM y del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), somos un país con identidad, que nos une un idioma, un modo de comer. Somos un pueblo mediterráneo festivo y uno de los rasgos es esta ceremonia, es que los gobernantes si han tenido claro que la fiesta y los símbolos unen. Nos damos cuenta que somos mexicanos y tenemos un nacionalismo, un folklor, pero a la vez, somos un país racista, no nos orgullece nuestro color de piel, es un país donde ser moreno nos cierra las puertas estéticas, porque los cánones de belleza no lo contemplan, eso quiere decir, que nos avergüenza una parte. Si somos nacionalistas del 15 de septiembre pero no somos en la vida diaria o que nos avergüenzan dos rasgos claves, el poco aprecio a la belleza mexicana y al español. De forma contraria, Brand Barajas asegura que sí hay un orgullo mexicano y “yo creo que quizá lo que pasa es que no es un continuo, o sale en los grandes momentos o en las crisis, como un desastre natural o cuando hay logros frente a otras naciones”. Por un lado vivimos el colonialismo y por otro lado, estamos muy cerca de Estados Unidos, entonces, cuando tienes de vecino a la potencia mundial, siempre te vas a sentir un poco intimidado, sentir que hay mejores oportunidades en el otro lugar. Felices o deprimidos… Sobre si México es un país feliz o deprimido, el psicólogo Brand Barajas admite que existe polémica al respecto. Y es que la tradición es que somos un país deprimido pero cuando se hacen los estudios de felicidad, salimos en los primeros lugares; hay quien diría que somos bipolares, en algún sentido, hay un sentimiento profundo de tener un límite, de estar con esa fantasía, si tuviera, si me dieran, podría hacer maravillas, y eso nos ocasiona depresión. Por otro lado, cuando quieres poner más rigor, tampoco queremos, buscamos ciertos beneficios pero no estamos dispuestos a pagar ese costo, el problema de hablar de cuestiones generales, se puede perder la tragedia particular como las personas que viven en extrema pobreza. No es que seamos los más felices, pero de alguna manera, encontramos las formas de disfrutar la vida y al final, cuando ven los elementos de calidad de vida, de alguna manera, están cubiertas. Historia De acuerdo a Zagal, la ceremonia del grito se dio muy tempranamente, Maximiliano de Hasburgo, es uno de los primeros de ir hasta Dolores. Hidalgo, a celebrarlo. Los festejos se van haciendo más formales y Porfirio Díaz le da un impulso muy importante. No es Porfirio Díaz ni Maximiliano los que comienzan con la costumbre del Grito, pero si le dan un impulso. Ya había una tendencia a celebrarlo antes, lo que es cierto es que la fiesta adquiere mayor solemnidad porque era el santo de Porfirio Díaz, entonces, coincide el Grito con su fiesta y eso hace que la fiesta se convierta en aquellas impresionantes cenas del 15 de septiembre, en donde se celebraba por un lado a Díaz y a la Independencia. De acuerdo al investigador, el primer grito de independencia que se da el 16 de septiembre en la mañana, es un grito donde se proclama Viva Fernando VII, Viva la Virgen de Guadalupe; Muera el mal Gobierno; y eso es muy curioso, porque son tres gritos que serían impensables hoy. Hay detalles pintorescos, cuando Luis Echeverria, en su grito dice Vivan los países del Tercer Mundo; después del levantamiento de Chiapas, se grita Viva la Paz, y va habiendo fiestas cada vez más elegantes con champagne y caviar. Y Echeverria es el que impone que sea una fiesta mexicana, que los asistentes vistan trajes regionales y que a partir de entonces, sea común que las primeras damas traigan un detalle nacionalista, algún rebozo o motivo.