México.- Una alianza con la derrota tiene a Crisanto Grajales como un triunfador, un histórico del triatlón, deporte donde vive la libertad a pesar de las cicatrices que parecen tatuajes en su piel morena, aunque hay una herida que no ha cerrado al paso de los años. En la zona de las rodillas es donde más exhibe las caídas en la bicicleta y con nostalgia recuerda su primer mundial en Australia en el que ocurrió el accidente, “me preparé mucho y la máquina, que es el cuerpo, ya no me daba, por mucho que quería avanzar, no me daba, y la gente me pasaba, me pasaba”. Al final tuvo que abandonar y todavía lo vive como una “herida emocional que está abierta, porque las heridas físicas cierran y ésta no” y es parte del aprendizaje, madurez y experiencia, porque “de todas las derrotas y caídas es de donde más aprendes y te haces fuerte”. Considera que “la derrota es algo muy valioso, ya que para estar arriba tienes que tener muchísimas derrotas, eso es muy importante porque todo atleta de alto rendimiento ha pasado por eso, por esas grandes derrotas, por el querer tirar la toalla, por momentos muy difíciles. Realmente es lo que fortalece al atleta y para mí es una palabra bastante clave”. En los Juegos Panamericanos Toronto 2015 se convirtió en el primer mexicano en ganar la medalla de oro en triatlón, a lo que Grajales señaló que “la victoria es la gloria”, al tiempo que indicó que “es muy difícil llegar a la victoria, es un resultado del fracaso, y lo más difícil es mantenerse arriba”. Ser victorioso, no es casualidad para él, porque por sus venas corre sangre de deportistas, sus padres Crisanto Grajales Landa y Guadalupe Valencia Lara fueron maratonistas y desde niño lo canalizaron al deporte. En su niñez practicó atletismo, jugó futbol como portero, basquetbol, karate y judo y en este último sobresalió al ganar primeros y segundos lugares. “Si no hacía tarea, hacía ejercicio. Sí me hubiera gustado jugar con mis compañeros de escuela, ir al cine y hacer otras cosas, pero no me quejo, estoy muy agradecido con mis padres porque gracias a ellos el deporte es mi vida”, aseveró. Después de deambular en los escenarios encontró su destino deportivo a los ocho años de edad, cuando sus papás lo inscribieron en el triatlón de la Escuela Normal Veracruzana de Jalapa. “Y lo gané y encontré en el triatlón que me calmaba mucho, porque de verdad a mis papas les sacaba las canas verdes, era muy inquieto, no me podían calmar con nada, y ahora llegaba del triatlón muy tranquilito, nada más cenaba y a dormir”, rememoró.