Joana Grisell Gómez y Víctor Hugo Amaya, de apenas 17 y 19 años, convirtieron las botellas usadas de PET y el unicel en “muros ecológicos” para emplearlos como materia prima en la construcción de viviendas amigables con el medio ambiente, económicas y resistentes a sismos. Los jóvenes egresados del Centro Universitario México (CUM) hallaron en el recicle de residuos una oportunidad para contribuir a erradicar el problema de la basura. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), México produce al año más de nueve millones de botellas de plástico y ocupa el segundo lugar mundial en la generación de desechos de PET. Esto significa que cada mexicano consume en promedio cinco botellas al día, lo que equivale a llenar el Estadio Azteca cada dos días. Para fabricar plásticos, las industrias consumen cuatro por ciento del petróleo bruto, una cantidad considerada grande de energía, además, usan químicos muy contaminantes como el cloro y el plomo. Mientras que el poliestireno expandido, mejor conocido como unicel, presenta muchas dificultades para su reciclaje y aprovechamiento post-consumo, pues se calcula que hay más de 30 mil toneladas de este material en los tiraderos y rellenos sanitarios de México. En un inicio, Joana y Víctor planeaban fabricar “Ecobloques” (ladrillos) a partir de envases de PET, unicel y envolturas de papas fritas o galletas, sin embargo, al detectar que no habría manera de pegar un bloque con otro, como se hace en las construcciones, propusieron fabricar el muro completo y llamarlo “Ecomuros”.