Pátzcuaro abre sus puertas para vivir la celebración de Día de Muertos, festividad que año con año da muestra que el amor por los suyos permanece inalterable. Esta noche se llena de magia a la espera de sus seres queridos, mismos que partieron, pero con quienes se enlanzan a través de los recuerdos la esencia y el legado que pasada de generación en generación. En Tzinztzuntzan, antigua capital del reino purépecha, en Ihuatzio, Cucuchucho, Pátzcuaro, Janitzio y pueblos de la Meseta, los indígenas permanecen fieles a tradiciones ancestrales, fuente infinita de creencias enraizadas en el alma. Con fe desbordada y entregados a un éxtasis de luz y convicción, familias enteras rinden culto a sus muertos y conscientes de que no pueden tocarlos, pero sí sentirlos, permanecen en el camposanto con su amor que no muere representado con ofrendas flores y veladoras para sus viajeros sin equipaje. "Estamos velando a mi esposa, nos dejó apenas el 23 de enero de este año, es el primer año que la velamos, nuestra costumbre es religiosa, es el primer arco que le hacemos, se bendice todo esto, y le hicimos una misa, la extraño mucho, sigo enamorado, le traje fruta, mole, unos panecillos, también su cervecita, le mandamos hacer su cruz con unos pajaritos porque le gustaba mucho tener aves", explicó, Feliciano Morales Campos. El maestro de profesión comentó que su pérdida le causó depresión, "quería irme atrás de ella, unos meses me dio muy fuerte la depresión, ya le había acelerado al carro, me quería voltear, pero mejor le di despacito, yo no puedo disponer de mi vida, mejor le echo ganas por mis hijas y mis nietos", comentó. Los devotos colocan con delicadeza el cempasúchitl candente, que con sus petalillos puros perfuma el aire, cómplice de lo eterno, y enmarca el escenario en el que angelitos, jóvenes y adultos desaparecidos responden al llamado amoroso de sus vivos.