La Feria Internacional del Libro de Guadalajara está en su recta final. En su último fin de semana niños y jóvenes han inundado los pasillos del encuentro literario. Desde temprano las filas son gigantescas. La Expo Guadalajara se vuelve una fiesta, el barullo de la multitud ensordece. De pronto, los gritos en alguna parte del recinto que alberga a 1900 editoriales son provocados por los personajes más diversos. Los miles de jóvenes enloquecen persiguiendo a figuras como Yordi Rosado o estallan en aplausos con los llamados booktubers, chicos que han usado los videoblogs como vía de comunicación para abordar temas como la ciencia, para hacer sketches cómicos, noticieros con información alternativa y, especialmente, para compartir sus opiniones literarias. Las mujeres corren detrás de la exprimera dama Margarita Zavala, para pedir una foto, un autógrafo, para mandarle saludos a su esposo. Lectores hacen filas para escuchar la lectura en voz alta de figuras literarias como Irvine Welsh o para detener en los pasillos a sus autores favoritos como Paco Ignacio Taibo II. El universo es infinito. Es noche de viernes y los asistentes están a la caza de los descuentos de la venta nocturna. Muchos miran los precios de las novedades, lo mismo el último libro del cubano Leonardo Padura que el más reciente título del Premio Cervantes, Fernando del Paso, "Amo y señor de mis palabras"; pero el 15% no convence a la mayoría para sacar la billetera y llevarlos a casa. Las pilas de libros a 50, 75, 100 pesos son revisadas escrupulosamente por la gente. Los infantiles ganan la batalla de esas ofertas. La marea humana arrastra por cada pasillo. Hay empujones. Niños sentados en el piso leyendo el que quizá sea su primer libro, los señores con bolsas de compras se multiplican. Los chicos de servicio social, encargados de dar informes, lucen agotados. Es la recta final. Dos días quedan de fiesta, para creer que México sí lee lo que informan las estadísticas oficiales, 5.3 libros año; la mayoría, por placer.