El flamenco no necesita explicación, se siente, es un arte con lenguaje propio que se comunica con el cuerpo: los movimientos, el manejo de los espacios, la voz y las manos del guitarrista que interpreta emociones. Una pasión que fluye por los poros de quien lo baila en una mezcla de técnica y oficio que hace vibrar a quien lo mira porque participa en un juego de miradas entre los bailaores, en un juego de miradas entre el público y ellos… un continuo de sentimientos encontrados que se hacen ritmos. Andrés Peña y Pilar Ogalla, bailaores españoles de flamenco reconocidos mundialmente, estuvieron de visita en tierras michoacanas como parte de una gira en cinco estados de nuestro país. Charlamos durante un receso de su taller en la Academia de Baile Flamenco Calé Bari, acompañados por el murmullo y el zapateado de los participantes en el salón contiguo. ¿Qué sucede dentro de ti en el momento del baile? Pilar: No se piensa nada y te dejas llevar por la música y el cante, es como entrar en trance, bailo y puedes tener el teatro lleno con mil personas o tener a una sola mirándote. Pero eso no importa es tu propio mundo, completo. Continúa con una viva expresión en sus ojos verdes: “Se juega con las miradas que hay entre los bailadores. Ahí experimentamos otras sensaciones, lo que siente el hombre y la mujer cuando bailan se comparte con las miradas”. Y con el público, ¿cómo se experimenta la cercanía? Andrés: Como si estuvieran arriba en el escenario con nosotros. Los sientes, su calor en una mirada. ¿Ante cuántas miradas se han presentado? 1,500 personas aproximadamente en algún sitio al aire libre- los dos responden. ¿Es más difícil capturar la atención en un espacio abierto que cerrado? Pilar: Sí, el flamenco tiene mucho calor y en un espacio abierto se dispersa por el ambiente. En Suecia en un parque grande lleno de grava las personas se sentaban alrededor y ahí estuvo muy bonito. Pero me gustan más cercanas. Andrés: De noche es mejor, el ambiente ayuda más. Durante el día mi percepción es que es más frío. Una presentación con el sol que tenemos este mediodía, por ejemplo en Paris, lo he bailado pero me cuesta más trabajo. En el teatro de noche estoy más cómodo. ¿Recuerdas tu primera presentación? Andrés: En Jerez, una peña chiquitita tendría 16 ó 17 años. Iba con toda la emoción del mundo como si fuera al Teatro Real de Madrid. ¿Vives aún la misma sensación? Andrés: Nunca se pierde el respeto al escenario. Los 10 primeros minutos antes de montarte al escenario son los peores que hay porque se comparan con el ruedo. Ahora los vivo con más respeto. Para leer la entrevista completa, consulta la edición impresa de este 15 de diciembre del 2015.