En su discurso anual ante embajadores de todo el mundo acreditados en el Vaticano, el Papa adelantó hoy parte del mensaje a favor de los migrantes que llevará a México en febrero próximo. Al recibir a decenas de diplomáticos en la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano, el líder católico dijo no olvidar las “situaciones dramáticas” que se viven en la frontera con los Estados Unidos y evocó su próxima visita a la norteña localidad mexicana de Ciudad Juárez. En su largo discurso, que pronunció en italiano, llamó a detener el flagelo del tráfico de personas que convierte a los seres humanos en mercancía, “especialmente a los más débiles e indefensos” y evocó las “indelebles imágenes” de los niños ahogados en el Mar Mediterráneo, víctimas de la falta de escrúpulos de los hombres. Urgió a establecer planes a mediano y largo plazo en materia migratoria, que no se queden en la simple respuesta a una emergencia y que sirvan para una real integración en los países de acogida, además de favorecer el desarrollo de los países de proveniencia. Sostuvo que ese desarrolló debe llevarse a cabo con políticas solidarias que no condicionen las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas. Según el líder católico, en la actualidad un extendido “espíritu individualista” genera la indiferencia hacia los demás y lleva al hombre a tratar a su semejante como “puro objeto de compraventa”, convirtiendo a las personas en sean pusilánimes y cínicas. “¿Acaso no son estas las actitudes que frecuentemente asumimos frente a los pobres, los marginados o los últimos de la sociedad? ¡Y cuántos últimos hay en nuestras sociedades!”, añadió. Para combatir las causas que provocan la migración, pidió poner en discusión “prácticas consolidadas” relacionadas con el comercio de armas, el abastecimiento de materias primas y de energía, la inversión, la política financiera y la “grave plaga de la corrupción”. Consideró “indispensable” que se inicie un “diálogo franco y respetuoso” entre todos los países implicados en el problema –de origen, tránsito o recepción– para que, con mayor audacia creativa, se busquen soluciones nuevas y sostenibles. Advirtió que los Estados no pueden pretender buscar por su cuenta dichas soluciones, ya que las consecuencias de las opciones de cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la comunidad internacional. “Se sabe que las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo, mucho más de lo que ha sido hasta ahora, y de que las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común, que respete la dignidad humana y los derechos de las personas”, insistió. Asimismo denunció la “arrogancia de los poderosos” que, “con fines egoístas o cálculos estratégicos y políticos”, instrumentalizan a los débiles y los reducen a objeto. Instó a escuchar la voz de miles de personas que “lloran huyendo de guerras espantosas”, de persecuciones y de violaciones de los derechos humanos, de indescriptibles barbaries cometidas contra personas indefensas, como los niños y los discapacitados, o el martirio por el simple hecho de su fe religiosa. “¿Cómo no ver en todo esto el fruto de una ‘cultura del descarte’ que pone en peligro a la persona humana, sacrificando a hombres y mujeres a los ídolos del beneficio y del consumismo? Es grave acostumbrarse a estas situaciones de pobreza y necesidad, al drama de tantas personas, y considerarlas como normales”, agregó. Constató que la sociedad se ha vuelto insensible a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de los alimentos, “uno de los más vergonzosos”, además de ya no considerar a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar. Según Jorge Mario Bergoglio el fenómeno migratorio plantea un “importante desafío cultural” y por eso pidió que la acogida sea una oportunidad para “una nueva comprensión y apertura de mente”. Explicó que el migrante tiene el deber de respetar los valores, las tradiciones y las leyes de la comunidad que lo acoge, pero las comunidades de los países receptores están llamados a apreciar lo que cada migrante puede aportar en beneficio de toda la comunidad. Deseó el éxito del Primer Vértice Humanitario Mundial convocado por las Naciones Unidas para el próximo mes de mayo y estableció la urgencia de un “compromiso común” que “acabe decididamente con la cultura del descarte y de la ofensa a la vida humana, de modo que nadie se sienta olvidado y que no se sacrifiquen más vidas por falta de recursos y de voluntad política”.