Madrid.- La exposición “Frida Kalho. Fotografías de Leo Matiz en la Casa Azul”, se exhibe en Málaga, sur español, mostrando a la artista mexicana en la intimidad de su hogar, y con retratos originales por su sencillez. La exposición, comisariada por Angustias Freijo y Mario Martín Pareja, muestra a la enigmática artista en medio centenar de imágenes exclusivas nunca antes vistas en España realizadas por Leo Matiz. Las imágenes provienen de los fondos de la Fundación Leo Matiz y también se exhiben publicaciones de las vanguardias de la época, algunas obras de autores que se interrelacionan y aportan claves de la escena mexicana de la época. Concebida como una gran instalación, la exposición se completa con obras de otros autores de la época, como German Cueto, Mathías Goeritz, publicaciones estridentistas, documentos, bibliografía, proyecciones y textos. Las fotografías incluidas en “Frida Kalho. Fotografías de Leo Matiz en la Casa Azul”, son también un acercamiento a uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX, el cual expiso en el MOMA en 1949. Esta exposición examina la utilización vicaria del medio fotográfico por parte de Kalho, el papel de estas imágenes en su trabajo creativo y, de manera medular, como Frida desafía tres principios básicos de la disciplina fotográfica a través de sus retratos. Estos son: la noción de autoría fotográfica en su trabajo, el uso que hace la artista de la capacidad narrativa del medio y, por último, la relación de estas fotografías con ciertas prácticas autobiográficas. La propia Frida Kalho afirmó en su momento: “soy el motivo que mejor conozco”. E palabras de Margaret Hooks, “en algunas de las fotografías de esa época, su desbrodante personalidad está escondida bajo una ajustada máscara, pero sus ojos buscan al espectador con una mirada que no ha perdido ni un ápice de su orgullo desafiante ni de su atractivo”. También se incluyen en la exposición las sentimentales fotografías que Leo Matiz realizara a su regreso a México en 1997 después de 50 años de ausencia, así como de algunos de los rincones de esa Casa Azul convertida en museo. Matiz recuerda a aquella mujer controvertida que un día fue su amiga y que le ofreció las miradas más especiales. Él las inmortalizó, y soñando y recordando su pasado y el de ella, fotografió algunos de los objetos que la acompañaron a lo largo de su vida, como queriendo encontrar dentro de ellos algo de Frida, algo de aquella mujer que sufrió y amó sin tibiezas. Kalho fue retratada tanto o más que cualquier estrella de cine en México y sus foos alimentaron su protagonismo en su entorno. Durante su primer viaje a Estados Unidos fue fotografiada por Lucienne Bloch, Imogene Cunnigham, Peter Juley, Martin Munkacsi, Nickolas Muray, Carl van Vechter y Edward Weston. La lista siguió creciendo, y en México posó para Tina Modotti, Lola Álvarez Bravo, Miguel Ángel Bravo, Miguel Covarrubias, Giselle Freund y Héctor García, entre otros. También por André Breton y Dora Maar. Desde muy joven, sin duda, junto a su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo, Frida aprendió a posar. Complacida, permitía que otros la retrataran. Ella dominaba por completo el instante fotogénico, era una modelo que se dirigía a sí misma y que imnponía la manera en que sebía ser retratada. Era una modelo intransigente que manipulaba el sentido final de la placa. De los testimonios fotográficos que quedan de esa época, que son numerosísimos, quizás el más interesante es el que se conserva en el acervo del fógrafo colombiano Leo Matiz. Leo Matiz se sumergió con su cámara en el ambiente intelectual y artístico de la época y logró registrar en sus retratos la intensidad creativa y personal de los hombres y mujeres que protagonizaron un papel decisivo en la historia cultural de México en los años 40. Matiz fue, al ser uno de los más allegados a la pareja de Frida Kalho y Diego Rivera, uno de los que captaron a la artista en la intimidad de su hogar, siendo estos los retratos más originales, precisamente por su sencillez.