Morelia, Michoacán.- “Jesús es el ejemplo capaz de transformar el mundo que vive la violencia, que vive el odio, que vive la ingratitud, para convertirlo en un mundo de fraternidad, de justicia, de amor y de paz, eso le pedimos a Jesús para que transforme los corazones y los haga semejantes a su corazón”, expuso el cardenal Alberto Suárez Inda, durante la ceremonia del Lavatorio de Pies. En la Catedral de Morelia en la que hubo lleno total durante la Misa en la que también se recordó la institución de la Eucaristía, por parte de Cristo, el jerarca católico, aseguró que “lavar los pies no es más que un símbolo de lo que significa inclinarse ante Jesús, inclinarse con respeto, de la dignidad de todo ser humano, por insignificante que parezca y seguir movidos por el amor, con plena libertad”. Luego del evangelio según San Juan donde se hace referencia al momento en que Jesús decide lavar los pies de sus discípulos, el también Arzobispo expuso, “llama profundamente la atención la lucidez de conciencia, la libertad con que Jesús vive este momento decisivo, supremo, de su sacrificio, sabiendo que era la hora de volver al padre, por amor a los suyos quiso entregarse, la entrega ciertamente suena también a traición, hubo quien lo entregó miserablemente, el precio de 30 monedas, sin embargo la traición para Jesús no es impedimento, sino que es la oportunidad de aceptar libremente la voluntad del padre, de ir por su propio pie hacia el sacrifico, qué difícil entender, el señor le dice a los apóstoles, no entienden lo que yo hago”. Dijo que hay una resistencia fuerte de los seres humanos a la acción divina, como cuando Pedro le dice, ‘a mi no me lavarás los pies’, “¿cuántas veces no aceptamos el ejemplo de Jesús, hacia sus hermanos, la eucaristía es el fruto, el invento, podemos decir que se anticipaba ante el sacrificio cruento de la cruz, quiere adelantarse entregándose por amor, al decir ‘es mi cuerpo que se entrega por ustedes, es mi sangre que se derrama por ustedes’ e instituye Jesús este memorial que ya profetizaba la cena pascual en el pueblo hebreo”. Asimismo expuso que el cordero inmolado cuya sangre marcaba las puertas de los que habían de ser liberados del exterminio, en Egipto, como lo dice el libro del éxodo en el Antiguo Testamento, es la sangre preciosa de Cristo por la cual “nosotros somos liberados, la Eucaristía es memorial del sacrificio, ya no es un sacrificio doloroso para Jesús, sino glorioso que presenta al padre, las llagas son como los trofeos de su victoria, y en el altar ya no sufra Jesús, él ya venció a la muerte, pero permite que nosotros con nuestro sufrimiento, con nuestra aceptación amorosa de todo lo que implica la vida, como trabajo, como sacrificio, como respuesta a las actitudes, a la incomprensión, a las traiciones, podamos hacer junto con él nuestra ofrenda agradable al padre, servicio humilde a los hermanos, no es más que el seguir este ejemplo del maestro, (quien dice) yo les doy ejemplo para que ustedes lo hagan”. Al iniciar la misa, expuso, “estamos reunidos para celebrar la santísima cena en donde el hijo unigénito de Dios, antes de entregarse a la muerte, dejó a la Iglesia un nuevo y eterno sacrificio, banquete pascual, concédenos que de tan sublime misterio brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida”.