Ciudad de México.- El británico Henry Rider Haggard, quien fue novelista, administrador colonial e ingeniero agrónomo, escribió a lo largo de su vida unas 40 novelas, sin embargo, es mayormente recordado por una: “Las minas del rey Salomón” (1885), que lo ha hecho trascender su época. De acuerdo con sus múltiples biografías disponibles en internet, Rider nació en Norfolk, Inglaterra, hace 160 años, el 22 de junio de 1856, en el seno de una familia acomodada, donde fue el octavo de 10 hijos. Su padre fue sir William Meybohm Rider Haggard, terrateniente con especial habilidad para los negocios, y su madre Ella Doveton, de quien heredaría su gusto por la literatura. Aunque su primera instrucción la recibió en casa, tuvo como tutor a un reverendo local que lo iniciaría en el estudio de los clásicos, más tarde, señala el portal “EPDLP.com” (El país de la palabra), a los 19 años viajó a Sudáfrica, donde más tarde fue uno de los presidentes del Tribunal Supremo de Transvaal. Volvería a Inglaterra en 1881, donde se dedicó la mayor parte del tiempo a la agricultura en su finca de Norfolk y a escribir novelas, entre ellas, “Las minas del rey Salomón” (1885), su gran éxito. La pieza narra las aventuras del explorador inglés Allan Quatermain en una región de África en busca de unas legendarias minas de diamantes, acompañado por sus compañeros Curtis y el misterioso Umbopa, quienes debían derrotar al rey Twala y a la vieja Gagool. Los personajes del libro aparecerían en otras novelas, como “Ella” (1887), “Allan Quatermain” (1887) y “Ayesha” (1905), otras de sus obras populares. “Biografiasyvidas.com” agrega que hacia 1926 escribió su autobiografía “The Days of my Life”, donde calificó su obra como novelas de aventura, luego fueron clasificadas dentro del género de fantasía pero a finales del romanticismo representaron un renacimiento del romanticismo. De hecho, los especialistas las consideran como narrativa popular, en el sentido más amplio del término, y destacan la posibilidad de que sirvieran como instrumento de propaganda de los ideales imperialistas. Y es que según los estudiosos, “Haggard creía en la misión cultural civilizadora del Imperio Británico, y creó a sus héroes y heroínas según un modelo coherente: belleza y fuerza física junto a nobleza y valor, cualidades que les asemejan al prototipo de ideal épico de virilidad y femineidad. La ambientación exótica, con sus correspondientes descripciones de culturas misteriosas y fabulosas, la presencia de lo sobrenatural y un ágil ritmo narrativo (Haggard no se detiene en introspecciones psicológicas), configuraron la fórmula del éxito. Por su parte, el sitio de crítica literaria “Lecturalia”, profundiza en el estilo del autor y pondera la forma cómo Haggard retrata en sus obras muchos de los estereotipos asociados al colonialismo, pero siente una especial simpatía por las poblaciones nativas que muestra en sus obras. “Así, los africanos tienen a veces papeles heroicos en sus novelas, a pesar de que los protagonistas sean la mayor parte de las veces europeos”. Haggard tuvo un hijo, Jack, cuya muerte a los 10 años le provocó su única crisis creativa, y tres hijas, Angela, Dorothy y Lilias. A esta última debemos la biografía “The cloak that I left”, publicada en 1951. El escritor falleció el 14 de mayo de 1925 tras una operación.