Luis Sigfrido Gómez Campos Existe una película protagonizada por Tom Cruise y escrita, dirigida y producida por Oliver Stone, en 1989, que lleva por título Nacido el 4 de julio, en la que pareciera, en un principio, que pretenden exaltar los valores nacionalistas y patrióticos de la sociedad norteamericana en plena época de la guerra de Vietnam, pero que desenlaza en un terrible drama pacifista que exhibe lo absurdo de la guerra y de la ideología que la sustenta. Tom Cruise (Ron Kovic) termina militando y protestando en grupos pacifistas contra la guerra impulsada por el gobierno que combate ideológicamente al comunismo en Vietnam. A fin de cuentas todas las guerras son absurdas y también todas las guerras tienen como común denominador el que son impulsadas por sentimientos nacionalistas y patrióticos. Es más, son su condición necesaria. Nadie iría a la guerra si previamente no está fanatizado con la idea de que está participando en un movimiento correcto y necesario. Nosotros, los mexicanos, hemos vivido convencidos de que las guerras que hemos tenido han sido justas y necesarias, por eso un mexicano nacido el 20 de noviembre difícilmente podría no ser un convencido patriota. Este día, 20 de noviembre, los mexicanos celebramos el inicio de la revolución mexicana; es una de las fechas más emblemáticas que solemos festejar en cada uno de los rincones de nuestra patria, con desfiles, carros alegóricos repletos de adelitas, franciscos indalecios Madero, panchos Villa, emilianos Zapata, venustianos Carranza, catrinas, porfirios Díaz y muchos revolucionarios con sus calzones de manta, sus cananas, sombreros, bigotes postizos y rifles, muchos rifles para irse a la bola. Que la revolución mexicana fue una guerra necesaria para sacudirnos al dictador que se había eternizado en el poder, difícilmente podría discutirse. Don Porfirio se sentía imprescindible y pensaba que la sociedad mexicana no podía dirigir su destino sin su valiosa ayuda. Todavía en la actualidad existe una corriente de opinión que piensa que la obra del dictador fue buena para el desarrollo de nuestro país. Esa conclusión es equivoca si se analiza el contexto completo; es decir, el sentar las bases para el desarrollo económico del país es un logro inequívoco sólo si viene aparejada de una distribución equitativa de la riqueza nacional. Sentar las bases del desarrollo en promover la inversión extranjera e impulsar la industria, sólo para que se beneficien los empresarios extranjeros y la élite de mexicanos vinculados con el poder, es uno de los grande males que creó don Porfirio Días, mismo que no hemos logrado sacudirnos totalmente. ¿De qué sirve la riqueza material acumulada en unas cuantas manos? La felicidad de un pueblo se basa en la posibilidad que todos podamos acceder a los beneficios del desarrollo a la salud, la vivienda, el trabajo, la educación etc. En la época de Porfirio Díaz se dio la posibilidad del crecimiento, la industrialización y el desarrollo, pero esa riqueza no llegaba al pueblo. Además todo ese boato y mundo de oropel se daba sobre bases muy endebles: no había democracia, no existía la posibilidad de que llegaran nuevos líderes con otras ideas y, por lo tanto, no había el consenso social de aceptación de sus gobernantes. Había resignación. Un estatus de aparente conformidad que prende al menor chispazo. Don Francisco I. Madero fue el detonante. Creyó en la promesa del viejo dictador de que ya no se reelegiría y entonces se lanzó a una campaña política que lo llevaría a la cárcel por sedición y al exilio por sus propios méritos. Desde el extranjero proclamó el plan de San Luis convocando a levantarse en armas en contra de la dictadura para el 20 de noviembre de 1910, prometiendo la realización de elecciones libres y verdaderas, así como la restitución de las tierras que los acendrados habían arrebatado a los campesinos. Esta última promesa fue la que devolvió la esperanza a los desposeídos y la lucha cundió como reguero de pólvora logrando la renuncia del dictador. Es por eso que se toma como fecha de inicio de nuestra revolución este día 20 de noviembre, pero hubo ideólogos y luchadores sociales que ofrendaron su vida por la lucha antirreeleccionista, como Aquiles Serdán, quién fue acribillado junto con su familia un día antes del inicio de la revolución. Después de iniciada la revolución mexicana se sucedieron muchos hechos políticos como el destierro del viejo dictador; la elección presidencial de Don Francisco I. Madero; la traición de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero; el reinicio de la lucha armada por la reaparición de la tierra; la promulgación de la Constitución de 1917; muchos años de lucha, traiciones y muerte de los grandes revolucionarios Venustiano Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata, y muchos, pero muchos muertos también revolucionarios y de los cuales la historia no registra sus nombres de tantos que fueron. Decimos que nuestra revolución, la revolución mexicana fue una guerra justa y necesaria para quitar al gran dictador, hacer un país democrático y quitarles la tierra a los grandes latifundistas para repartirlas a los campesinos sin tierra. Yo digo que ninguna guerra es justa. Aunque los problemas de México siguen siendo muchos, se requiere de la participación honesta y decidida de todos los mexicanos para realizar los ajustes y cambios necesarios por la vía pacífica. Ninguna guerra es deseable. luissigfrido@hotmail.com