Ciudad de México.- El mambo es un baile de origen africano que tomó fuerza en Cuba y se mezcló con el sabor latino para convertirse en el ritmo que revolucionó las pistas de baile en las décadas de los años 40 y 50, Dámaso Pérez Prado fue el principal difusor de esa música por todo el mundo. El llamado “Rey del Mambo” nació en Matanzas, Cuba, el 11 de diciembre de 1916 y a 100 años de su natalicio su legado musical sigue vigente a pesar de los nuevos ritmos, los nuevos bailes y las nuevas generaciones. Dámaso Pérez Prado era un músico nato, sus inicios fueron al lado de un piano, su instrumento favorito, y a través de él creó grandes piezas musicales, todas enfocadas a que la gente las bailara, buscaba ritmos con los que pudiera dar goce a los sentidos del auditorio, y vaya que lo logró, sólo basta darle una hojeada a su amplio catálogo de composiciones, tantas, que incluso en un principio decidió enumerarlas, como sus inolvidables: “Mambo número 5” o “El mambo número 8”. En 1941, a la edad de 25 años, Pérez Prado decidió buscar suerte en La Habana, donde formó parte de numerosas orquestas, como el Cubaney de Pilderó. Agrupaciones que tocaban los cabarets de La Habana Vieja y en la playa de Marinao. En su afán por innovar y trascender, Pérez Prado comenzó a mezclar ritmos, sobre todo del jazz, con música netamente cubana y raíces africanas, fue a principio de los años 40 cuando formó su primera orquesta a la que llamó Conjunto Pérez Prado. Con ese nombre grabó discos para el sello RCA Víctor. Su visión soñadora lo llevó a abandonar su natal Cuba para instalarse en Venezuela, trabajar en algunas orquestas como músico y arreglista. En ese país sudamericano intentó desarrollar la idea que durante años mantuvo en su cabeza: El mambo al estilo Pérez Prado, pero fue en México donde su idea y su música detonaron y a donde llegó para quedarse. El músico llegó a México en 1946 para trabajar como pianista y arreglista en varios grupos y orquestas, fue en ese entonces cuando introdujo el ritmo del mambo, apoyado por otros compatriotas suyos como Benny Moré y la vedette y actriz Ninón Sevilla, que en ese tiempo gozaba de gran popularidad por ser una de las mujeres más atractivas en la época de las rumberas. Era tal su fama y su poder, que Ninón Sevilla rentó el Teatro Margo (El Blanquita) para lanzar el nuevo ritmo que había creado su paisano. El espectáculo se llamó “Al compás del Mambo”. Pérez Prado armó una monumental orquesta, sólo faltaba una voz masculina, y el elegido fue Benny Moré. Dicen que en el Teatro Margo el público bailaba hasta en los asientos. Ya con el mambo en su apogeo, este baile y los temas de Pérez Prado no pasaron desapercibidos para el cine nacional (que vivía su época dorada) y aprovechando su popularidad, fue invitado a participar en varias películas. En 1949 hizo los arreglos musicales de “Perdida”, en la que actuaron Agustín Lara, Ninón Sevilla y el torero Antonio Velázquez; allí, mientras Ninón doblaba la voz de Rita Montaner, el maestro hacía solos de piano. También intervino al lado de figuras como Pedro Vargas y Joaquín Pardavé, en “Del can-can al mambo”, en 1951 y en “Víctimas del pecado” en 1953. Durante la década de los 50, Pérez Prado logró colocar varios éxitos en el gusto popular, como: “Qué rico mambo”, “Cerezo rosa”, “El mambo del ruletero”, “Mambo número 5”, “Mambo en sax”, “La niña popof”, “El mambo número 8” y las dedicadas a las instituciones como “El mambo del Politécnico” o “El mambo universitario”. Pérez Prado se estableció en México desde 1949, sus mejores momentos los vivió en nuestro país, a pesar que su música ya era reconocida en Estados Unidos y muchas partes del mundo. Fue tanto su amor a México, que en 1980 se naturalizó mexicano. En alguna ocasión se le preguntó a Pérez Prado si le gustaría morir en el escenario como sueñan muchos artistas, él, con su peculiar forma de hablar, contestó: “A mí me encantaría morir en los brazos de una linda mujer, de una hembra hermosa!”. Este deseo no se le cumplió, pues el maestro Dámaso Pérez Prado falleció en la Ciudad de México el 14 de septiembre de 1989, a la edad de 72 años, a causa de un paro cardiaco. La leyenda cuenta que fue Benny Moré quien le puso el sobrenombre de “Car'efoca” cuando alguien le preguntó sobre el autor de una composición de mambo que acababan de interpretar, sin embargo, fue en México donde se le puso el nombre de “El Rey del Mambo”, título que seguramente nadie logrará ostentar, porque Dámaso Pérez Prado, era “El Rey Midas del mambo”, pues todo lo que tocaba lo convertía en éxito. Así que, por muchos años, en las pistas de baile se seguirá escuchando: “¡1,2,3,4,5,… Maaambo, Uhg!”