Islamabad.-Más de 100 presuntos militantes murieron en las últimas 24 horas durante operaciones de inteligencia llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad en todo Pakistán, después del ataque suicida perpetrado en un santuario islamista que se saldó con 88 muertos. Se trata de la mayor campaña lanzada por el gobierno paquistaní para desterrar las redes detrás de los recientes actos de terrorismo en el país, destacaron las fuerzas armadas al dar cuenta del resultado de las actuales operaciones. En un comunicado, el Ejército de Pakistán informó que encontró vínculos con redes de apoyo a militantes que operan desde el otro lado de la frontera, por lo que ésta fue cerrada por razones de seguridad desde ayer por la noche, “no está autorizada la entrada a Pakistán desde Afganistán”, precisó. Las fuerzas de seguridad recibieron órdenes especiales para mantener una estricta vigilancia a lo largo de la frontera entre los dos países, indicó el ejército en su declaración, reproducida ampliamente por la prensa paquistaní. “El ejército es para la seguridad de la población de Pakistán contra toda amenaza. Debemos permanecer firmes, con plena confianza en las fuerzas de seguridad. No vamos a dejar que el programa hostil tenga éxito, cueste lo que cueste", afirmó el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Javed Qamar Bajwa. En una conversación este viernes con su homólogo estadunidense, John Nicholson, el general paquistaní sostuvo que los continuos actos de terrorismo cometidos en Pakistán y reclamados por grupos cuyo liderazgo está escondido en Afganistán, están poniendo a prueba las actuales restricciones transfronterizas. Bajwa aprovechó para informar que pidió a las autoridades competentes trabajen para “desconectar” la planificación, dirección, coordinación y apoyo financiero a las organizaciones terroristas. Las operaciones de seguridad en todo el país, que se intensificarán en los próximos días, comenzaron después de uno de los peores atentados en Pakistán cometido la noche del jueves en el interior el templo sufí en la ciudad de Sehwan, en la sureña provincia de Sindh. El atacante se introdujo en el venerado templo de Lal Shahbaz Qalandar, en el cual se encontraban alrededor de mil personas, y tras lanzar una granada, que no detonó, se inmoló en medio de los fieles, causando una poderosa explosión que dejó 88 muertos y 343 heridos, según el más reciente balance oficial de víctimas. Más tarde, el grupo extremista Jamat-ul-Ahrar –que opera desde Afganistán- asumió la responsabilidad del ataque suicida, el cual según las investigaciones fue cometido por un hombre vestido con una burka que logró entrar al recinto sin ser revisado pues no había personal de seguridad femenino.