Ciudad de México. En México, 12.7% de los 308 millones de ejemplares que produce la industria editorial —según la cifra más reciente registrada por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem)— son ediciones infantiles, juveniles y de corte didáctico. Este género dirigido a niños y jóvenes mexicanos representa ventas superiores a los 983 millones 75 mil 49 pesos y es el sector que le aporta solidez al mercado del libro mexicano. Los libros infantiles, juveniles y didácticos superan la literatura y la ficción en producción y ventas. Es una temática que sólo está por debajo de la producción de libros de texto para educación básica, y los libros para la enseñanza del inglés, que ocupan el primer y segundo lugar en la facturación de la industria editorial en México, y que en su mayor parte son vendidos al Estado mexicano, colegios privados y en el mercado abierto. En el marco del Día del Niño, editores de obras infantiles y juveniles confirman que se trata del sector más exitoso en ventas directas en librerías y ferias de libros, reconocen que las editoriales se han tenido que adecuar al comportamiento lector y aseguran que aun cuando los programas de Bibliotecas de Aula y de Bibliotecas Escolares han sido fundamentales para el incremento de su producción y venta, hoy los buenos resultados en su facturación responden a que los niños y jóvenes son buenos lectores. “La literatura infantil en México goza de excelente salud. Es un género muy fuerte no sólo porque los libros están disponibles en librerías y ferias, sino porque ha habido un esfuerzo muy importante, de instituciones y sociedad civil por promover la lectura a través de programas como los Libros del Rincón de la SEP, las Salas de Lectura, los Libroclubes, las iniciativas de IBBY México; y está el trabajo en los estados de asociaciones, como el Consejo Puebla de Lectura o la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca”, asegura Socorro Venegas, subgerente de obras para niños y jóvenes del Fondo de Cultura Económica. La editora señala que en el Fondo, en promedio, entre 30% y 35% de su producción anual es de libros para niños y jóvenes, y que eso ha desarrollado grupos de escritores e ilustradores que trabajan proyectos ricos, creativos e interesantes. Por su parte, Cecilia Barragán, editora de proyectos especiales de la División Infantil y Juvenil del grupo Penguin Random House, dice que es tan importante el momento que vive México en este tema, que ellos en sus diferentes sellos publican en promedio 100 títulos nuevos cada año. “Siempre nuestra apuesta es de cara a los contenidos que están dirigidos a los niños desde primaria, en los primeros grados y algunos en preescolar, hasta adolescentes. Es una apuesta importante para la editorial la literatura infantil y juvenil, y crecemos cada vez más en cuanto al número de títulos que abarcamos”, señala Barragán. Es tan buen negocio que Ediciones Larousse también reforzará su trabajo para este sector de lectores. Graciela Iniestra, editora de Niños, dice que a la colección de literatura clásica ilustrada sumarán en breve títulos de autores contemporáneos que tendrán lista a final del año. Los números no mienten. Según los “Indicadores del sector editorial privado en México 2015”, que es el más reciente estudio realizado por la Caniem, la venta de libros infantiles, juveniles y didácticos en México representa cerca de 10% de la facturación total de la industria, que son los 983 millones 75 mil 49 pesos. Carlos Anaya Rosique, presidente de la Caniem, asegura que es el rubro que más ha estado creciendo en los últimos años y apuestan por él porque es la etapa donde se genera el hábito de la lectura. “Nosotros seguiremos insistiendo en la necesidad de que se amplíen los presupuestos para que pueda llevarse más literatura y divulgación científica a los niños y a los jóvenes en las escuelas públicas”, señala Anaya Rosique. En ese sentido, Socorro Venegas dice que trabajan con la SEP el programa piloto “El Fondo visita tu escuela”, gracias al cual “escritores, ilustradores y narradores visitarán escuelas de la CDMX para promover la lectura y la escritura. Y también estamos contribuyendo a enriquecer la formación de docentes a través de nuestra colección ‘Espacios para la Lectura’ y el seminario ‘Lecturas, lectores y bibliotecas en el siglo XXI’, organizado también con la SEP”. Irma Ibarra, editora de Infantil y Juvenil de SM Ediciones, asegura que pese a todo, aquí se junta la buena noticia con la mala. “La buena noticia para los que nos dedicamos a libros de niños y jóvenes es que es la etapa en la que más se lee. En un mexicano promedio la etapa más lectora de su vida va a ser durante la educación básica, después se viene un declive que ya en la mayoría de los casos no se retoma”. Aunque es un sector fuerte en México y los libros infantiles, juveniles y didácticos son grandes competidores a nivel mundial, cada año al menos una editorial mexicana es premiada en la Feria del Libro de Bolonia, y los editores privados apuestan porque el Estado mexicano reactive sus programas de Bibliotecas de Aula y Escolares. “Esperamos que se fortalezcan esos programas porque los presupuestos han caído, de tener alrededor de 500 millones de pesos de inversión por año, el gobierno mexicano ha bajado a 50 y hasta 40 millones de pesos. Uno de los problemas es que no esa parte del presupuesto regularizable, entonces logran mantenerlos con ahorros presupuestales”, señala Anaya Rosique. Lo que se han modificado son los comportamientos lectores. Irma Ibarra dice que han cambiado las maneras de exigir lo que quieren leer y cómo lo quieren leer, comparten y opinan acerca de lo que leen, lo que antes no sucedía, no es que haya cambiado la necesidad sino que ahora son lectores más exigentes”. Han cambiado también las formas de allegarse de lecturas y promoverlas a través de los booktubers, de redes sociales como Goodreads, “una red social exclusiva para lectores que ha sido un mecanismo de comunicación muy fuerte, es una especie de Facebook donde se pueden encontrar reseñas, contacto con autores”, dice Barragán. Sí se han transformado las prácticas lectoras y hábitos de consumo. “Los libros de consulta o de corte académico tienen mayor aceptación en su formato electrónico, pero no pasa eso con los libros para niños”, concluye Socorro Venegas.