El presidente de Chipre, Nikos Anastasiadis, busca hoy aquí cerrar un acuerdo con sus socios de la zona del euro para un plan de rescate de 10 mil millones de euros que permitirá salvar su país de la bancarrota. Prueba de la complejidad de las negociaciones es la apretada agenda que mantendrá el mandatario en las próximas 24 horas. Primero será recibido por los presidentes del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, quienes cancelaron una cumbre UE-Japón que debería tener lugar el lunes en Tokio, al afirmar que "los actuales esfuerzos para encontrar una solución para la situación financiera de Chipre exige nuestra presencia en Bruselas". Enseguida, Anastasiadis se reunirá con el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. El objetivo es diseñar un plan detallado que pueda ser aprobado por los ministros de Finanzas de la zona del euro horas más tarde, en una reunión que celebrarán paralelamente a partir de las 17:00 GMT, también en Bruselas. "Es esencial que el Eurogrupo alcance un acuerdo sobre un programa de asistencia financiera para Chipre el domingo por la noche", señaló en un comunicado el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn. El alto funcionario advirtió de que "ya no hay ninguna solución ideal disponible". "A día de hoy sólo restan opciones difíciles. El apoyo del Eurogrupo puede ayudar a minimizar el daño económico y proteger a los más vulnerables de los efectos de la crisis", afirmó. El desafío del gobierno de Nicosia será reunir 5.8 mil millones de euros para contribuir con su propio rescate de una manera que la troika de acreedores internacionales (CE, BCE y FMI) considere aceptable. El plan original, de aplicar una quita a los depósitos bancarios a partir de 20 mil euros, fue rechazado el pasado martes por el Parlamento chipriota. Según fuentes próximas a las negociaciones, el FMI estaría exigiendo la reestructuración de los dos mayores bancos del país, el Banco de Chipre y el Banco Popular (Laiki Bank), de manera que los activos tóxicos de ambos sean reunidos en un "banco malo" y los sanos en otra entidad.