Jorge Manzo/ La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Han transcurrido 10 años del primer acto terrorista que tenga registro Michoacán y México y la herida aún cala. “Aún no lo puedo superar. La plaza principal parecía un rastro, era tétrico, triste, aterrador, ojalá nunca se vuelva a repetir”, narró el comandante Jorge Romero Alvarado, quien coordinó el operativo de Protección Civil durante aquella tragedia que manchó de sangre a la cuna ideológica de la Independencia, esa que pareciera se perdió y quedó en manos de los criminales. Desde entonces, la historia no ha sido la misma. https://youtu.be/e0C5k9gXgn0 Cuerpos destazados, piernas, dedos. Es algo inconcebible, y aún no lo entiendo”, dijo el hoy jefe de Bomberos de Protección Civil. Nadie ha logrado borrar de su mente esa tragedia. “Ya se escuchaban rumores de algo fuerte, pero no de estas dimensiones”, confesó durante la charla que sostuvo con La Voz de Michoacán. Romero ayudó en las diligencias de levantamiento de personas heridas, en la plaza Melchor Ocampo, debajo del árbol que aún guarda el secreto más doloroso de unas fiestas patrias. Ya no eran gritos de felicidad, sino de dolor. En eso se convirtió esa noche que sopló un viento gélido justo antes de que ocurriera el atentado. Nadie daba crédito, la gente sufría, gritaba, lloraba, de verdad, no sé cómo explicarlo”, expuso el comandante Romero, quien guardó esa vivencia que le ha marcado la vida, pese a que en su labor como rescatista ha cumplido más de 30 años. La brigada de rescatistas que participó en aquel operativo ascendía a 130 personas, pero ahora sólo permanecen en la institución 10, desertaron de Protección Civil. “No aguantaron, sufrir en carne propia esa tragedia ha sido difícil, no entiendo porqué se dieron las cosas así. No me gustaría que se repitiera en mi ciudad, en mi estado, y en mi país”. Aunque han sido amargas experiencias las que han vivido en Protección Civil, nunca se pierde la esperanza de que la sociedad y el mismo Gobierno van a revalorar el papel que realizan los rescatistas, a quienes incluso no les importar sacrificarse por el bien de la sociedad. El 15 de septiembre de 2008, justo en el momento en que el entonces gobernador Leonel Godoy Rangel arengaba a los héroes de la Independencia de México, estallidos que se confundían con la pirotecnia, mataban a morelianos que acudían a la verbena popular. Eran grupos criminales los que con saña lanzaban granadas de fragmentación que arrebataron y marcaron la vida de padres de familia, parejas, hermanos, hijos. No se respetaron clases sociales. Yo estaba justo debajo del palco del Palacio de Gobierno, cuando se escuchaban los gritos yo corría para ver qué pasaba. Cuando llegué a la plaza, no daba crédito. Veía cabezas, piernas, la gente pedía ayuda, no nos dábamos abasto. Fue insuficiente en personal y en clínicas. Yo no lo puedo superar aún”, reconoció, con voz entrecortada el comandante Romero. Es la primera ocasión que confiesa lo que vivió esa fría noche. Justo ayer recordaba lo que presenciaron hace 10 años. “Nosotros también somos víctimas colaterales”, expuso el rescatista, quien de manera muy tajante, pero irónica a la vez afirmó: “no descarten después verme por las calles de la ciudad y caminando contando la historia”. En aquella ocasión se cumplían 198 años del inicio de la guerra de Independencia de México, pero pareciera que el reloj se paralizó y comenzó la era del encadenamiento a la violencia, a la sangre. Los criminales se apoderaron de la tranquilidad y la paz de las canteras rosas de la ciudad patrimonio. La vida de los morelianos cambió totalmente, ningún 15 de septiembre ha sido igual. No hay nada qué celebrar, dicen los sondeados. Lo único de lo que estamos seguros es que somos vulnerables, dicen. Fueron ocho las familias que perdieron a un ser querido, y 132 quedaron lastimadas. Su vida no ha sido la misma, el dolor los persigue, la injusticia se apoderó de ellos. No hay explicaciones para entender porqué la guerra de los criminales los alcanzó, pues ellos lo único que querían es celebrar una de las tradiciones más arraigadas y queridas por los mexicanos, y por Morelia, la cuna de don José María Morelos y Pavón. Ningún grupo criminal se adjudicó el hecho criminal, pero eso no importaba, para qué, pues el dolor acechó a todos, no distinguió a nadie, a un costado de la Catedral Metropolitana quedaron las vidas enteras de cientos de familias, pues desde entonces nada ha sido, ni lo será. “No sólo era necesaria la ayuda psicológica para salir adelante, en realidad no sabemos cómo superarlo. Me tocó subir cuerpos, escuchar cuando uno me pedía ayuda, y así fue durante las horas más largas”, dijo Romero, quien hoy en día coordina a bomberos del estado. Hoy las autoridades colocarán ofrendas florales y rendirán homenaje a los inocentes que cayeron en la plaza que resguarda uno de los momentos más tristes en la historia de México. Felipe Calderón, entonces presidente de la República, estuvo ahí unas horas después. Sólo confirmó lo que ocurrió, y la sangre que aún se podía oler a lo lejos, a pesar de que las manchas intentaron ser borradas con las faenas de limpieza que se desplegaron.