Juan Bustos/La Voz de Michoacán La lucha por espacios democráticos y el desafío al autoritarismo que fraguaron las protestas estudiantiles del 2 de octubre de 1968 tuvieron antecedente en Michoacán,con lo acontecido el 2 de octubre de 1966 en Morelia y la represión a estudiantes nicolaitas. Los especialistas señalan que a pesar de los avancesen las demandas, aún hay saldos pendientes, como la justicia para los dos episodios. Para académicos como Gerardo Sánchez Díaz, profesor emérito de la Casa de Hidalgo, y el politólogo nicolaita Eduardo Nava Hernández, si bien se debe tener memoria de la tragedia, se debe trascender hacia un análisis profundo de lo que implicaron no sólo los hechos de violencia, sino las lecciones y productos derivados de esos momentos coyunturales. “Hay dos fechas trágicas del 2 de octubre: primero, en 1966, en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), cuando había un movimiento estudiantil y fue asesinado un estudiante, esa fecha aquí en Morelia desató una serie de conflictos entre el gobernador Agustín Arriaga Rivera yla Universidad”. Explicó que todos los hechos fueron documentados por Pablo G. Macías, que en ese tiempo era presidente de la Junta de Gobierno de la UMSNH, y bajo ese carácter reunió los documentos en torno a estos hechos, “esta el 2 de octubre del 68, claro, pero no se puede entender uno sin el otro”. Morelia, 1966 Para julio de 1966, la elección del nuevo rector de la Universidad Michoacana fue el epicentro de una serie de disputas. La Junta de Gobierno, encargada en buena medida de la designación de esta figura, parecía tener un claro favorito para sustituir a Alberto Bremauntz, pero el gobernador michoacano Agustín Arriaga Rivera quería imponer a Jesús Arreola Belman, quien tres años había sido secretario general bajo el rechazo de la comunidad, que siempre lo vio como un espía del Estado. Arriaga Rivera tenía la orden directa de Gustavo Díaz Ordaz de frenar el cardenismo y las “manifestaciones comunistas” en Michoacán, extendidas a últimas fechas por alumnos normalistas y nicolaitas, por lo que el control de la UMSNH era un objetivo lógico. A finales de julio la Junta de Gobierno eligió a Nicanor Gómez Reyes. Testigos de la época señalan que el gobernador no pudo contener su furia y reclamó: “Yo les di la autonomía y ustedes la entregan a los comunistas”. Con el nuevo rector al frente, las protestas estudiantiles que se venían gestando desde hace tres años continuaron. Entre agosto y septiembre Raúl Galván Leonardo, Efrén Capiz y Oscar Trasviña, integrantes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Michoacán (FEUM) realizaron intensas campañas mediantes volanteo para pedir frenar alzas en la tarifa del transporte público. Para la tarde del 2 de octubre de 1966 se convocó a un mitin en el Portal Matamoros. En medio de un discurso vía megáfono, integrantes de las juventudes priistas y grupos de choques pagados por el partido en el poder llegaron al sitio para confrontarlos y arrebatarles el equipo de sonido. Raúl Galván Leonardo, el líder de la FEUM, regresó con otro aparato para continuar la manifestación. Al finalizar el evento fueron tras los porros, lo que originó un enfrentamiento con cadenas, palos y tubos en las oficinas del PRI, donde se enteraron que el equipo sustraído había sido llevado a la Procuraduría de Justicia. Cuando la turba estudiantil llegó frente al edificio de la Procuraduría, para exigir se les devolvieron el equipo fueron recibidos a balazos, resultando en decenas de jóvenes heridos y la muerte del nicolaita Everardo Rodríguez Orbe. Al día siguiente, la comunidad nicolaita, apoyada por el rector de la UMSNH y la Junta de Gobierno, pidieron la detención y castigo a los porros de las juventudes priistas, la remoción de su cargo del mandatario estatal, Agustín Arriaga, e insistieron en frenar el alza al precio del transporte público. El gobernador respondió señalando que no sabía que la tarifa había subido su costo, lo que exacerbó el conflicto. La UMSNH se declaró en huelga. Al día siguiente, un mar de gente marchó desde el Colegio de San Nicolás hacia el Panteón Municipal para el sepelio de Everardo Rodríguez. En el lugar, el rector Nicanor Gómez recriminó “la injustificada voracidad del monopolio camionero y que la Universidad, fiel a su tradición, continuaría por el camino que el pueblo le había señalado” y en contra de las políticas del gobernador. Dos días más tarde Díaz Ordaz hizo llegar un grupo especial del Ejército encabezado por el general José Hernández Toledo, el mismo que coordinaría la matanza de Tlatelolco. Junto con la XXI Zona Militar, al mando de Félix Ireta, tomaron las instalaciones de la Universidad Michoacana. El 8 de agosto se desalojó por orden presidencial las casas del estudiante, allanaron domicilios de profesores y alumnos y retuvieron al personal médico del Sanatorio La Luz. Ese mismo día se anunció la reforma a la Ley Orgánica para evitar “nuevas sublevaciones”. Del 66 al 68 Para Gerardo Díaz estos diferentes movimientos estudiantiles en la década de los 60 tienen antecedentes en la UMSNH, “el 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México centra todos estos antecedentes y se dio en medio de lo que ya es conocido como un conflicto fue creciendo y desbordando”. De igual forma, Eduardo Nava, investigador de la Facultad de Economía, explicó que episodios como el que se vivió en la UMSNH dan cuenta de que la lectura sobre el 68 debe ser más amplia, por lo que significó para el país y abarcar otros antecedentes como fue el caso de la Universidad de Sonora, donde se vivió otro episodio represivo. Explicó que este hecho afectó a la Universidad Michoacana y que la afectó en temas incluso académicos, como era el cierre de la Escuela de Altos Estudios y la modificación de la Ley Orgánica. “Se generó un descontento entre los jóvenes muy importante que continúa o crece todavía”. El politólogo Eduardo Nava Hernández expuso que los episodios que se vivieron en Michoacán no sólo en 1966, sino también en 1963, con los constantes ataques al proyecto del rector Eli de Gortari que derivaron en su salida, así como la utilización del Ejército en contra de los movimientos sociales de médicos y ferrocarrileros en la década de los 60 hablan de un patrón de comportamiento del gobierno mexicano a través de los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. “Es un patrón de tratamiento para tratar los conflictos estudiantiles con el Ejército, que se convertiría en la respuesta a los movimientos sociales por parte de los gobiernos”. Sobre los hechos de octubre de 1966 en Michoacán, señaló que en general formaban parte de un despertar democrático que se estaba gestando, “el movimiento estudiantil fue uno de los primeros en despertar frente a un régimen autoritario y reclamar ciertas garantías democráticas, esta respuesta no se vio en la misma proporción en sectores obreros y campesinos”. Agregó que estos factores daban cuenta de la necesidad de la transformación democrática y que ya no cabían en los moldes a los que se había condenado a los sectores, así que se tiene que entender de manera global lo que sucedió ese año en el movimiento estudiantil nacional, “pero en Michoacán se vio el reflejo de cierta tradición que tiene la Universidad y reflejó antes cierta tendencia democrática de transformarse”. Justicia, la gran deuda Desde la óptica del investigador, a 50 años de 1968 la deuda principal es que nunca hubo justicia, “en general no hay ahora, que la violencia sólo se atribuyen a grupos delincuenciales”. De igual forma considera hay una continuidad en las demandas por una sociedad democrática en diferentes episodios de la vida nacional. En coyunturas como las elecciones de 1988 o el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y que se da hasta lo que ocurrió este año en las elecciones presidenciales. El catedrático consideró importante que en el 50 aniversario de los hechos ocurridos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, no se centre la conmemoración en el aspecto trágico y la represión, todo lo que significaron los aportes de los jóvenes de esa época y las lecciones para la construcción de una sociedad con mayor democracia, ya que aún son vigentes sus planteamientos. Por su parte, Tzutzuqui Heredia Pacheco, directora de la Facultad de Historia, expuso que se tiene que retomar con nuevas preguntas toda la información a la que ahora se tienen acceso para la reconstrucción del proceso del 68, y ese es parte del compromiso de no permitir que se olviden ciertos hechos históricos. Subrayó que el hecho fue un parteaguas donde los jóvenes universitarios salieron a la calle e criticar y e intentar cambiar su realidad, “aquí vemos que los estudiantes tienen derecho a manifestar sus ideas, debemos evitar que se repita una situación como el derramamiento de sangre”. Carlos Bustamante Penilla, director de la Facultad de Filosofía, subrayó que los jóvenes del 68 veían un país donde no tenían ni libertad ni desarrollo individual ni colectivo, “lo que pasó en ese año fue un acelerador de cambios”. Subrayó que parte de los anhelos de esa generación se han cumplido paulatinamente, pero otros no, por eso es importante el papel de los jóvenes en estos procesos de cambio, “vemos que son ellos los que salen a jalar al país adelante como en 2012”.