Luis Sigfrido Gómez Campos El sábado pasado el presidente electo de Morena, Andrés Manuel López Obrador, estuvo de visita en la ciudad de Morelia en el contexto de esa gira de agradecimiento por el voto de confianza que el pueblo le otorgó para que gobernara este país en ruinas. Es importante cerrar ciclos, solía decir un amigo que pretendía no dejar ningún pendiente en la vida. Y qué más puede hacer en este país un presidente electo que cuenta con casi seis meses, desde el momento en que lo eligen, hasta el momento en que asumirá el poder, si no ordenar a su equipo de transición que reciba formalmente lo que se tenga que recibir y “tocar piso”, regresar a refrendar los compromisos realizados durante la campaña en los sitios precisos donde se formularon esas promesas. No sé con precisión lo que los otros presidentes electos realizaban durante este preciado tiempo pero, entre otras cosas, gastaban su tiempo eligiendo su gabinete de entre los mejores ciudadanos y ciudadanas, de las diferentes propuestas y presiones que los grupos de poder y los amigos le formulaban. En el caso de Andrés Manuel, se ahorró todo este peregrinar de presiones designando a su gabinete mucho antes de que ganara las elecciones. Esto, indudablemente que fue un acierto porque por lo menos su gabinete obedece de manera íntegra a su voluntad y no a voluntades ajenas Una serie de recomendados desfilaban con sus currícula bajo el brazo, no sin un poco de pena, en la antesala de los desempleados de alto nivel, para mostrar todas sus credenciales, títulos y cartas de recomendación para que el “preciso” les diera su bendición. Los pasados presidentes ocupaban también este espacio de tiempo en revisar el proyecto sexenal de gobierno y discutir con su grupo selecto de colaboradores más cercanos cuáles serían las obras prioritarias y las acciones que distinguirían su sexenio; es decir, lo verdaderamente trascendente, lo que los catapultara ante los ojos de la historia. Esa tarea también ya fue realizada por Andrés Manuel. Tuvo tres campañas para analizar cuáles son los vicios que hay que combatir del sistema tradicional y replantear sobre la misma crítica qué es lo que hay que modificar y construir. Tal parece que su plan de gobierno lo fue construyendo sobre la marcha, en los recorridos por las comunidades y el contacto con el pueblo. Seguramente todo eso lo hará constar en un plan formal por escrito, para cumplir con los protocolos y exigencias de las normas y la costumbre. Pero, en todo caso, tal parece que todo está dicho, todo cuanto se propone el candidato electo está debidamente documentado en todos los medios habidos y por haber. El sábado pasado, en su gira por Morelia, Andrés Manuel refrendó los compromisos hechos en campaña. Va a instaurar 100 universidades durante su sexenio, mismas que al parecer tendrán una sola rectoría, con cabecera en la ciudad de Pátzcuaro, la cual recibirá el nombre de Benito Juárez. Cinco de esas universidades serán instaladas en tierra purembe: Chilchota, Pajacuarán, Tácambaro, Zacapu y Áporo, serán los pueblos beneficiados con este ambicioso proyecto educativo. Nadie de buena fe osaría poner en duda los enormes beneficios de este gran proyecto. Instaurar universidades en los pueblos y regiones que tradicionalmente han sido marginados de los beneficios del presupuesto federal es una idea revolucionaria que vendría a retribuir, aunque sea un poquito, el gran compromiso que la República tiene con los pueblos originarios. El presidente electo recientemente hizo una correcta advertencia de que no podría cumplir con todas las demandas y las necesidades que requiere el país porque es sabido que recibe un gobierno en bancarrota, pero que era su propósito cumplir con todos los compromisos hechos en campaña, hasta donde alcanzara el presupuesto. Debido a estas declaraciones recibió una avalancha de críticas porque, se dijo, que era mentira que recibiera un país en bancarrota; que se estaba curando en salud porque estaba viendo que el presupuesto no le iba a alcanzar para cubrir todas las promesas que hizo en campaña, etc. La verdad es que ningún presupuesto alcanzaría para cubrir todas las necesidades que en este momento requiere nuestro país. Ya lo he dicho anteriormente, la baja internacional de los precios del crudo; los millones de hermanos que viven en pobreza extrema; el alto grado de inseguridad en que vivimos y el incremento de la corrupción y la delincuencia. Gran parte del presupuesto nacional tendrá que ser canalizado para atender problemas ingentes. Nadie pone en duda la bondad del proyecto de crear muchas universidades en las zonas más olvidadas de nuestro suelo patrio, pero cuando sabemos que la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) no cuenta con recursos suficientes para pagar la siguiente quincena, nos ponemos un poco escépticos y pensamos que ojalá Andrés Manuel López Obrador y sus colaboradores hayan hecho bien las cuentas y puedan cumplir con todas las promesas hechas en campaña y puedan construir esas 100 universidades que tanto necesitan nuestras comunidades. luissigfrido@hotmail.com