Por Leopoldo González Aunque se ha puesto de moda, en distintos espacios de la vida pública y en importantes centros de decisión, la renuncia al ejercicio de la sensatez y la prudencia, conviene insistir en que, a menor inteligencia en la toma de decisiones públicas corresponde una mayor torpeza en la delicada conducción de los asuntos nacionales. Por otra parte, aunque a propósito del tema del NAIM también comienza a hacerse un uso poco aseado, arbitrario y muy poco inteligente del lenguaje, es necesario decir que todo nuevo ciclo de corrupción empieza -¡quién lo diría!- con la distorsión del significado de las palabras y la corrupción del lenguaje. Más aún, en estos mismos días se empieza a hacer común y popular la frase -atribuida a Mariano José de Larra- de “creer mentiras y negar verdades”, que es el tono predilecto que desde hace unos días define el discurso, las declaraciones de banqueta, las técnicas del “lavado de cerebro” y casi todos los posicionamientos propagandísticos del presidente electo y su equipo. Además de la distorsión que implica “consultar al pueblo” sobre lo que no debe ser consultado, no conoce ni es su atribución legal, hay otras cuestiones igualmente graves que, a propósito de la consulta sobre el nuevo aeropuerto, ameritan una reflexión puntual y de fondo. Una consulta legalmente válida y con carácter vinculatorio, necesariamente cumple con ciertos requisitos constitucionales de fondo y forma, se ciñe a los procedimientos estatuidos en las leyes secundarias y reglamentarias y se realiza dentro de un formato escrupulosamente institucional. No es este el caso de la consulta de AMLO sobre el NAIM. La “consulta” que aquí llamamos del lavatorio de manos, subraya el desprecio que el obradorismo ha mostrado hacia el diseño institucional del país y hacia su sistema legal, en los siguientes aspectos: La constitución prevé un mecanismo para que la gente decida asuntos de interés nacional, pero Andrés López (el que decía y dice respetar la ley) lo ha pasado por alto; la ley define plazos para la realización de consultas; cuida la manera en que se puede plantear una pregunta, para evitar los “sesgos” que en estos casos suele introducir el Dr. Astucia; entera al órgano judicial correspondiente para que examine la constitucionalidad del ejercicio; responsabiliza a un órgano imparcial para el conteo y escrutinio de las boletas de consulta y exige un rango mínimo de participación social para que los resultados de la misma tengan efectos. Nada de esto está presente en la estratagema política, en la trampa psicológica, en la farsa a que se quiere conducir al pueblo de México del 25 al 29 de octubre. En las encuestas de las últimas semanas y los últimos días, el NAIM de Texcoco se colocaba dos a uno sobre la propuesta de ampliar el aeropuerto de Santa Lucía. Nada más por ello, la alternativa de la encuesta para tomar el pulso de la opinión pública sobre el tema, quedó desechada. La marcada deshonestidad del ejercicio morenista es rubricada, además, por varios hechos:La convocatoria a la consulta pública la hizo Morena; la organización y la logística de la misma corre a cargo de Morena; el pago de su costo lo harán legisladores de ese partido; la pregunta-eje de la consulta la formula Morena;la mayoría de las urnas que serán colocadas en 538 municipios, con cobertura de participación para el 79 por ciento de la población nacional, habrán de serinstaladas en bastiones de Morena; los “voluntarios” que reciban las boletas y los resultados de la consulta son de Morena; el color de las boletas de consulta es -¡adivinó usted!- el de Morena… Así, con toda esta cauda de antecedentes -nada honrosos para quien se precie de ser verdadero demócrata- los dados están totalmente cargados a favor de Santa Lucía, otro de los grandes despropósitos de Morena. Más acá del desaseo ético que implica, en este caso, realizar una “consulta” pública de inocultable sello partidista, para presentarla después como una “consulta” nacional en la que el “pueblo” dio su veredicto, lo grave de esta pantomima es el aviso que trae en su entraña, la enseñanza de subordinación encubierta que implica, el condicionamiento de ´conciencia arrodillada´ que puede generar para el futuro, porque cualquier otra epifanía de masas convocada por un “seductor de la patria” podría conducir a la nación al cloroformo del espíritu crítico, a un civismo de agentes estratégicos del sonambulismo colectivo y, de ahí, a una tiranía populista o a una “dictadura constitucional” claramente ajenas a la tradición democrática del pueblo de México. Los que no alcancen a verlo hoy, tendrán tiempo suficiente para verlo cuando el futuro nos alcance. Los demagogos suelen hacer del “pueblo” su mejor escudo, tanto para justificar los altibajos del humor, los caprichos, las necedades y las ocurrencias, como para hacer de las “consultas” populares (o, en su caso, del uso truculento de la “revocación de mandato”) un torvo pasaporte a la presidencia transexenal. ¡Cuidado! Lo que ocurra con esta consulta puede ser el aviso de lo que podría ocurrir, muy probablemente, el día de mañana.