Miguel Ángel Martínez Ruiz El próximo día 22 del actual, se cumplirán 204 años desde la fecha en que se reunieron un grupo de prohombres en Apatzingán, para fundar el primer estado mexicano a través del Decreto para la Libertad de la América Mexicana, el cual fue la primera constitución que forjaría el México independiente. La corriente ideológica del liberalismo, que se produjo en Europa, influyó para que se tuviera una concepción avanzada de los derechos humanos. Así se demostró con las constituciones inglesas y norteamericanas, pero fundamentalmente en la Revolución Francesa, cuyos principales ideólogos fueron Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, D’Alambert, Holbach y Condorcet, entre otros. Este movimiento trajo como consecuencia la proclamación de los Derechos del hombre y del ciudadano y las constituciones francesas. Sus ideas se difundieron en las colonias de España a finales del siglo XVIII y principios del XIX, las cuales proponían la soberanía como un derecho inalienable de los pueblos, el principio de igualdad ante la ley, el derecho a la propiedad, la existencia de tres poderes en el gobierno, la libertad de pensamiento, de expresión, de cultos y la separación de la iglesia y el estado. Don Miguel Hidalgo y Costilla, al igual que muchos intelectuales mexicanos, fue un ávido lector que asimiló estos postulados. En 1808, las tropas de Napoleón Bonaparte invaden España, toman prisioneros al rey Carlos IV y a su hijo, el Príncipe de Asturias, Fernando VII. Esta circunstancia es determinante para que los pueblos oprimidos de América se pronunciaran en favor de la independencia. Por eso, Hidalgo y sus correligionarios se lanzaron a la lucha armada el 16 de septiembre de 1810. La respuesta del pueblo fue unánime, pues se le unieron criollos, mestizos, indios y castas. Eran miles de hombres y mujeres los que llegaron a Valladolid el mes de octubre de ese mismo año. Don José María Morelos y Pavón, cura de Carácuaro, al enterarse del movimiento, viajó desde esta población hasta la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, para incorporarse a la causa libertaria. Después de dos días de viaje, sin importarle la fatiga, alcanzó a los insurgentes en Charo el 20 de octubre. Los dos personajes más importantes de la independencia mexicana se encuentran frente a frente. Morelos, con la sencillez que lo caracteriza, le expone su deseo de servirle como capellán. Don Miguel lo observa cuidadosamente y le dice con voz firme: “Padre, me parece que mejor ha de ser usted un general que un capellán”, y le indicó que debería propiciar levantamientos armados en el sur del país. Aquellas palabras tan repentinas e inesperadas hicieron que Morelos permaneciera en silencio, pues de inmediato sintió el enorme peso de la responsabilidad si aceptaba aquel encargo. Su carácter y valor ante las contingencias de la vida le ayudaron para tomar una decisión y aceptó convertirse en lugarteniente del culto educador, prohombre y guía de pueblos, en la lucha a muerte por la libertad. El padre Morelos regresó a su curato e informó a los feligreses que iba a separarse de su trabajo y al día siguiente salió, acompañado de 25 o 27 hombres armados con palos, machetes y algunos fusiles. Así empezó la sorprendente carrera militar del que habría de ser no solo el gran caudillo, sino el mejor exponente de la revolución de independencia. Morelos era un hábil jefe que sabía dirigir con inteligencia a sus soldados. Sin haber estudiado las materias o asignaturas de la carrera militar, poseía una gran intuición, buen juicio y criterio para actuar con audacia cuando era posible, retirarse o cambiar de táctica. Solo así se explica que en su primera campaña haya conducido a sus tropas por ríos, montañas, valles y llanuras, bordeando abismos y acantilados de las sierras, sobreponiéndose a los cambios climáticos, y toda clase de obstáculos de nuestra accidentada geografía, desde Carácuaro hasta Chilapa, pasando por Churumuco, Cuauayutla, Zacatula, Petatlán, San Luis, Tecpan, Coyuca, Veladero, Tres Palos, La Brea, Chichihualco, Chilpancingo y Tixtla. Incluso se le agregaron fuerzas realistas que simpatizaron con el futuro Generalísimo. Morelos informó por medio de una carta a don Ignacio López Rayón que había sostenido 26 enfrentamientos, de los cuales ganó 22 y en los otros 4 hizo una honrosa retirada. Es muy probable que por esa razón se le invitó a formar parte del gobierno que Rayón pensaba establecer en Zitácuaro. Morelos declina esa distinción y recomienda al doctor Sixto Berduzco (sic), cura de Tuzantla. Durante su segunda campaña, el caudillo y sus tropas llegan a Tlapa, siguen hacía Chiautla, Izúcar, Cuautla, Taxco, Valle de Toluca. Luego viene el Sitio de Cuautla que logran romper los insurgentes el 1º de mayo de 1912, después de 72 días sin agua ni alimentos. Allí emerge victorioso el genio militar de Morelos y la valentía de Narciso Mendoza “El Niño Artillero”. La tercera campaña abarca Chiautla, Chilapa, Huajupan, Tehuacán, Orizaba, la Toma de Oaxaca, Yanhuitlán, Amuzgos, Cacahuatepec, Paso Real de la Sabana, El Veladero y la Toma de Acapulco. Por su combate imprevisible, ágil, repentino y fulminante, Morelos se gana el apodo de “El Rayo del Sur”. Él era un héroe, incansable en las batallas, pero también poseía el talento suficiente para ser un ideólogo, un hombre reflexivo, que tenía la convicción de que la guerra no era un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar planos más altos de progreso social, económico y político; de ahí que hubiese razonado sobre la organización del Congreso de Anáhuac, elegido democráticamente, idea que logra concretar en Chilpancingo a partir del 8 de septiembre y el día 14 de 1913. Y es en ese momento de gran trascendencia histórica, cuando Morelos surge como un verdadero estadista, visionario e inteligente, al presentar los Sentimientos de la Nación, documento que contiene 23 puntos de gran contenido, varios de los cuales son una verdadera plataforma de ideas políticas y sociales que siguen teniendo vigencia. La integridad de Morelos no tiene paralelo en nuestra historia, pues él fue un gran militar, un político admirable y un hombre con grandes virtudes éticas, intelectuales y humanas. Su actitud humildemente humanitaria se demostraba con hechos, pues el señor Morelos gastaba el poco dinero que tenía en ayudar a sus semejantes: “Soy un hombre miserable, -decía- más que todos, y mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído, pagar por el que no tiene con qué, y favorecer con cuanto puedo de mis arbitrios con cuanto puedo sea quien fuere.” Por eso, cuando le ofrecieron el trato de Su Alteza Serenísima, de inmediato lo rechazó y dijo: Yo solo soy un humilde Siervo de la Nación. Ya antes había dado pruebas de su modestia y justo equilibrio emocional. La cuarta campaña de Morelos comprende acciones en Tlacotepec, Carácuaro, Nocupétaro, Chupio, Tacámbaro, Valladolid, Puruarán, Zirándaro, Coyuca, Ajuchitlán, Tecpan, Rancho de Anota, Atijo, Agua Dulce, Los Sauces, Tiripetío, Hacienda de Santa Efigenia, para culminar en Apatzingán. El 18 y 19 de octubre de 1814, entró el Primer Congreso Nacional, integrado por los señores doctor Sixto Berduzco, doctor Manuel de Herrera, doctor Francisco Agándar, doctor José María Cos, el bachiller José María Morelos y Pavón, licenciado Aldrete, licenciado Castañeda, licenciado Ortiz de Zárate, licenciado Ponce de León y don José María Liceaga. Algunos de ellos fueron los encargados de redactar el texto, entre otros, Herrera, Quintana, Sotero Castañeda, Argándar, Berduzco, Aldrete y Soria, basándose en Los Sentimientos de la Nación y el Reglamento, elaborados por Morelos, Los Elementos constitucionales de Rayón y los proyectos de Constitución de Vicente Santa María y Carlos María de Bustamante. Este Soberano Congreso hizo el juramento de la primera Constitución del México independiente. Hubo aplausos y vivas, una comida y un baile. Morelos declaró que ese era el día más feliz de su vida. Después la juró el pueblo y las tropas reunidos en la plaza el 22 de octubre de 1814, pues la promulgación del Decreto para la Libertad de la América Mexicana se realizó el día 24 de octubre del mismo año. “La Imprenta Nacional” de Apatzingán que editó El Decreto, también hizo público un calendario hacia la navidad de 1814, el cual contiene al final dos octavas: “Amor sagrado a la Patria mía,/ adorable virtud desconocida/ del hombre malo, cuya tiranía,/quiere apagar tu llama ya encendida./ Extiende tu eficacia: alumbre el día/ en que la desilusión se vea extinguida./¡Oh, amada libertad!, triunfe la gloria, concédenos muy pronto la victoria!” Por mandato expreso del señor Morelos y conforme a la Constitución de Apatzingán, se procedió a fundar el primer Supremo Tribunal de Justicia del gobierno el 7 de marzo de 1815 en la población de Ario. El Congreso de Anáhuac tuvo dos etapas: la primera se inicia en Chilpancingo y termina en Tlacotepec, y la segunda se inicia en Uruapan, continúa en Apatzingán, y termina con la disolución del Congreso en Tehuacán. Morelos desplegó “como ninguna otra figura de nuestra historia, una prodigiosa actividad de pasear sus armas victoriosas en una enorme extensión del territorio nacional.” El distinguido jurista, doctor Mario de la Cueva, afirma: “Creemos que en la historia nacional no existe otro conjunto de principios sobre la idea de la soberanía del pueblo y sus efectos, que pueda compararse con las reglas recogidas en los artículos 2 al 12 del Decreto; su armonía y su belleza resultan incomparables… En estos preceptos, como en los anteriores documentos de Morelos y en la primera Acta de Independencia, se advierte el amor infinito a la libertad... del pueblo y la decisión férrea para destruir las cadenas que había impuesto una monarquía despótica, que carecía de justificación ante la razón y la conciencia, y de sentido histórico.” En el panorama de la hora actual, tenemos la obligación de contribuir eficientemente a resolver los problemas que afectan a nuestro pueblo trabajador explotado, porque la etapa que atraviesa México requiere mayor esfuerzo y redoblados ánimos en las tareas constructivas. Debemos seguir fielmente el ejemplo de Morelos, para continuar la trayectoria ascendente del país, nada deberá apartarnos de esta ruta. Nuestra pasión por México no cambiará jamás. Pensamos hondamente en la afirmación plena de nuestra personalidad nacional, la independencia económica por medio del desarrollo, para que extienda sus beneficios en todos los habitantes del país, mediante el aprovechamiento racional de nuestros grandes recursos naturales. Sólo así podremos aceptar el compromiso que significa el legado del gran héroe que fue el Generalísimo de las Armas Insurgentes, cuya actuación ha impresionado a través del tiempo a todos los historiadores y filósofos, incluso a uno de sus peores enemigos, Lucas Alamán, quien dijo refiriéndose a Morelos: “fue el ser más extraordinario que produjo la revolución de Nueva España”. Morelos es el jinete de la libertad, enérgico y sin descanso, que va siempre a galope en acometida triunfal sobre sus enemigos. Él logro destruir el cerco de las fuerzas reaccionarias para entrar de lleno al luminoso campo de la inmortalidad.