Jaime Darío Oseguera Méndez Las elecciones intermedias que se llevaron a cabo esta semana en los Estados Unidos, exhiben la gran división en la que se encuentra políticamente nuestro vecino desde la llegada del actual Presidente Donald Trumpen la elección de hace ya dos años. Los dos partidos festinan sus triunfos. Los republicanos ganaron el Senado y los Demócratas la Cámara de representantes equivalente a la de Diputados en México. Ambas Cámaras son importantes porque se abordan los temas medulares de la agenda legislativa. En la de Representantes por ejemplo, se discute y aprueba el presupuesto, con todas las implicaciones para el gasto de Estados Unidos en armamento, seguridad social, subsidios, impuestos, etc. Ahí se tendría que generar el recurso para el famoso muro fronterizo que tanto ha prometido Trump y que se convirtió en el emblema de su política exterior. Los que piensan que Trump y los republicanos no tienen apoyo se equivocan; han diagnosticado mal desde la anterior elección. Es más, resulta claro que está en condiciones de competir y hasta ganar dentro de dos años su reelección. Sin embargo, el martes anterior no fue un triunfo contundente de nadie: el país está dividido, partido en dos. Los demócratas alcanzaron a ganar la mayoría de representantes, pero la correlación de fuerzas es pareja y perdieron en estados clave. No debe resultar raro ni alarmante que en un país democrático las preferencias electorales se dividan en dos o tres partes. De hecho, la pluralidad es consustancial a la democracia. En esta elección salieron parejos y aunque los demócratas recuperaron terreno, en realidad no es nada para echar las campanas al vuelo.Trump sigue vivo. En Estados Unidos no existen solamente dos partidos políticos como tradicionalmente se piensa. Existen varios regionales y algunos nacionales pero los que tienen la abrumadora mayoría de las posiciones políticas y la tradición electoral son los Republicanos y Demócratas. Esto es lo que llama la atención, tradicionalmente las políticas de ambos partidos son parecidas. Es difícil que se polarice tanto un país donde la clase política es tan similar entre sí. Requiere que lleguen visiones radicales como la del actual Presidente. Lo que tiene dividido a los Estados Unidos es el activismo político de DonaldTrump y los mensajes que envía para persuadir a su elector, envueltos en el regreso del conservadurismo extremo que aún late en buena parte de los estadunidenses. En el fondo el estadunidense promedio sigue añorando su país mayoritariamente blanco, protestante y sajón. Lo cierto es que eso ya no existe más. Los pensadores y políticos liberales echaron sus campanas al vuelo al final del siglo XX con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. Habíamos llegado, dijeron, al final de la confrontación ideológica entre modelos de organización social y, los proteccionistas, de economía planificada, cerrados al mundo, los comunistas y sus satélites, habían probado ser ineficientes en darle bienestar a la gente. Como consecuencia el libre comercio, la elección abierta, la globalidad y la democracia liberal, habían probado al mismo tiempo su eficiencia. Fukuyama proclamó por lo mismo el “Fin de la Historia”. Había triunfado la ideología el capitalismo liberal sobre sus enemigos socialistas o los engendros que se hacían identificar con ese letrero.Los académicos y los políticos de Estados Unidos festinaron la globalidad y el libre comercio como íconos del momento. Por eso llama la atención el primer gran viraje en contra de la tradición del libre comercio que identificó a Estados Unidos en el mundo. Esta visión liberal, que preconiza la libertad del mercado, el comercio como motor fundamental del desarrollo del mundo, el aprovechamiento de las ventajas competitivas, la competitividad, innovación y productividad como ejes de la sociedad capitalista, hoy se ven absolutamente rebasados por el discurso proteccionista, cerrado al mundo, anti globalizado, enmarcado en un nacionalismo del Presidente de los Estados Unidos. La popularidad de las políticas deTump hacia el proteccionismo, el nacionalismo conservador le han dado buenos resultados. Es muy simple, muchos estadunidenses están de acuerdo con la idea de que el libre comercio les ha quitado trabajo, que se ha llevado fábricas y negocios a otros lugares del mundo. El Presidente de Estados Unidos divide a su país, porque no les explica que millones de ellos reciben los beneficios de los negocios que hacen empresas de Estados Unidos en el mundo. Eso es tan obvio que cualquier economista lo sabe, pero al votante le suena bien la teoría del complot. El propio mandatario es beneficiario de la globalidad en sus negocios. Otro gran motivo de divisiones y enconos es la migración. Estados Unidos es un país de migrantes. Asi nació, así se hizo desarrollado y ha abanderado con la estatua de la libertad la idea de que es la tierra de las oportunidades. Hoy la voz de Trump es que la migración es el principal peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. El votante en general aunque tenga el mismo origen, piensa que esos migrantes llegarán a quitarle empleos, a robar o que son terroristas. Tenemos que aceptar que el norteamericano promedio es bastante ignorante. El sensacionalismo avasalla. Así que lo que se distribuye en los medios de comunicación impacta. Cuando Trump dice que levanta el muro para que no entren narcotraficantes, “mara salvatruchas”, violadores o delincuentes, lo único que esta haciendo es negar la naturaleza violenta y desigual de su propia sociedad. En fin, el resultado electoral no fue el esperado para nadie. No ganó Trump como era su interés para tener el Congreso a su favor, pero en todo el mundo vemos con estupor que no pierde popularidad y que sus ocurrencias tienen un eco profundo en una buena parte de la sociedad norteamericana. Eso en el fondo lo preocupante, Los pueblos tienen el gobierno que se merecen.