Las “razones” del voto por AMLO

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Leopoldo González

Aunque en retrospectiva, quizás conviene hacer un recuento y análisis de las motivaciones e intenciones del voto que favoreció a Andrés López el 1 de julio, para determinar, entre otras cosas, cuál es el nivel de razonamiento cultural del que procede la legitimidad del presidente electo, e intentar comprender qué quieren o qué esperan de él los 30 millones de electores que lo respaldaron en las urnas.

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El ejercicio pudiera parecer ocioso, baladí, irrelevante, quizás traído de los cabellos o tal vez fundado en las puras ganas de fastidiar a un “pueblo sabio”, toda vez que la cita electoral ocurrió hace casi cinco meses.Pero no, no es así.

No es así, entre otras razones, porque una reflexión que se planteara en esos términos carecería de valor teórico para el debate de ideas; tampoco es así, porque lo que se intenta es comprender y explicarnos un inusitado fenómeno electoral de masas, para situarlo en perspectiva y definir no tanto el perfil de los votantes -lo cual sería muy revelador- sino qué calidad de legitimidad habrá de acompañar al hoy presidente electo.Un aspecto sobre el cual se ha razonado poco, amerita el valor agregado de nuevas fundamentaciones y argumentaciones que lo enriquezcan. Por lo menos, eso intentamos.

En la calle, a la altura de la banqueta y del adoquín de la plaza pública; también en cafés y en charlas de sobremesa, es habitual escuchar los “sentires” y “pesares”, las “razones” y los “piensos” de por qué se votó por Andrés López, dentro de un menú de muy poco sesudas explicaciones que dejarían frío al elector ilustrado que requieren las democracias del siglo XXI. Algunos de estos “pálpitos” del corazón son los siguientes:

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  • “Porque ya le habían robado la elección dos veces, y esta vez tenía que ganar”. Nótese, aquí, la supina ignorancia de un elector que no sabe lo que es “robar una elección”, que desconoce que el que acusa “está obligado a probar” su acusación, que no sabe qué carajos es un Tribunal Federal Electoral (TRIFE) y, en el colmo, tal vez por socarrón o porque verdaderamente no sabe, se come completita la “fakenews” (noticia falsa). Además, sólo a un ciudadano muy elemental se le puede ocurrir que hay que competir dos veces, para poder ganar la tercera.
  • “Porque ya los otros han robado mucho,y es mejor dar oportunidad a que ahora nos roben otros”. Lo que en este “razonamiento” puede advertirse es un hartazgo y una predisposición, que inconscientemente le guiñan un ojo (como casi todo en MORENA) a la “lógica del absurdo”: el elector está dispuesto, como contribuyente, a poner un “¡hasta aquí!” al timo y al esquilmo gubernamental que se traducen en corrupción, pero al mismo tiempo está dispuesto (¡faltaba más!) a abrir un nuevo ciclo de timo y esquilmo gubernamental, aunque se traduzcan en corrupción de otro color, con tal de que ahora lo roben otros.
  • “Porque yaes urgente un cambio, hacia donde sea, pero un cambio a la voz de ya, que nos acerque a otro horizonte”. Hay que ser un elector demasiado pedestre para exhibir este nivel de conciencia. Aquí, en esta postura, se dan cita antipriismos, antipanismos, antiperredismos, antiverdismos y antipanalismos de todojaez, que quizá tenían razones fundadas para descreer de los partidos y de los políticos, de los que -por cierto- el elector ya estaba harto. Pero, ¿tiene sentido venir huyendo de unos políticos, para caer en manos de otros políticos? ¿Tiene sentido cambiar “gatopardezcamente” de partido, para amanecer o anochecer en otro? El que opta por un cambio cualquiera, el que sea, tal vez olvida las grandes diferencias que hay entre cambio y “regresión histórica”. El horizonte podría ser -y no metafóricamente- la noche.
  • “Porque es mejor votar por el que le habla al pueblo, por el que ´siente´ y ´habla´ como el pueblo, que votar por los verdugos de siempre”. Aquí, en este “razonamiento”, parece haber un iluminismo ingenuo, un pesimismo alegre o un fatalismo encubierto, que permite traer a colación a UteSeydel, autor de “El mito negativo de Santa Anna”: “Los íconos y emblemas son particularmente significativos en una sociedad con un alto porcentaje de analfabetos o de analfabetos funcionales”. El derecho a creer o a tener esperanza, por razones de elemental humanidad no puede ni debe negársele a nadie. Pero el que tenga una creencia o una esperanza, debe ser lo suficientemente lúcido y autocrítico para no llegar a creer que tiene un talismán o un absoluto en sus manos. Desde Lucio Sergio Catilina, en Roma, hasta Adolfo Hitler y Hugo Chávez, todos los grandes demagogos que consigna la historia se han caracterizado por hablar al pueblo. La fórmula es sencilla: hay hombres a los que hay que juzgar por sus palabras y hay hombres a los que hay que juzgar por sus hechos. Si se puede lograr la combinación, mejor.
  • “No sabemos a dónde vamos, pero el hecho de que cambiemos significa que progresamos”. El sofisma filosófico (una mentira con apariencia de verdad) es un argumento poco sólido para explicar el proceso que conduce a un cambio incierto. No saber hacia dónde se va es una perfecta encrucijada, no una salida; dar por sentado un cambio que no ha iniciado, que quizá no inicie o que tal vez se convierta en una “transformación” con espejo retrovisor, es una falacia; suponer que un cambio de rostros y de siglas en el gobierno es “un cambio” que genera progreso, equivale a una “mentira piadosa”. Los que basan su actitud política en una creencia, no en una idea, deben saber que entre la creencia y el autoengaño no hay mucha distancia.

Esta es, grosso modo, una muestra de algunas de las “razones” que llevaron a millones de mexicanos a sufragar por AMLO. Seguramente, otras perspectivas de análisis y aún otros enfoques, podrían ayudarnos a tener una idea más clara de la demografía electoral que esta vez prefirió un “cambio con ruptura”. De cualquier forma, ayuda mucho a un país el saber qué rasgos y qué características definen el piso electoral de un gobierno, porque así se puede medir la calidad y la consistencia de la legitimidad de origen con que habrá de comenzar su mandato.

Una de las virtudes poco elogiadas del sistema democrático, consiste en que cada ciudadano tiene la oportunidad y el desafío de hacerse cargo de su propia elección: es decir, de asumir que acertó o de asumir que se equivocó. No iremos muy lejos por las respuestas que reclaman imperiosamente las preguntas. La historia que viene será una caja de sorpresas.