Mateo Calvillo paz Manuel Andrés toma posesión, debe servir como el último de todos, sin vanidad ni ambiciones,a ejemplo del Mesías hecho hombre. El presidente electo toma posesión el 1 de diciembre, con bombo y platillo de faraón. La austeridad republicana, ¿dónde queda? El despliegue grandioso y populista de los actos es conforme a la personalidad del primer mandatario y de su movimiento. Ahí lo conocemos como es, no como él piensa ser. El hombre se revela y se entrega en sus hechos, a partir de ahí conocemos su verdad y su valía, quién es, despojado de maquillajes y reflectores. Tenemos que estar atentos a ese evento, observar y reflexionar mucho para ubicarnos y no perder de vista al nuevo mandadero, perdón mandatario. Recordamos que en democracia el soberano es el pueblo, las multitudes de hambrientos, desempleados, ignorantes, pero de condición regia como persona humana e hijo de Dios. El presidente no es Dios. como afirmaba Manuel Cloutier, no es un faraón que debe ser servido, es un pobre tipo como todos, un pobre mortal, expuesto a crímenes y errores, injusticias y mezquindades. No tiene poderes divinos, no puede convertir el agua en vino y mucho menos convertir a los corruptos en justos.Sí tiene la misión divina de establecer la justicia. No esta ahí para idolatrar su ego, satisfacer su vanidad y creerse el superhombre, que hace historia. El único Mesías, sabiduría increada, el más grande y modelo de todos los líderes rechaza el poder tiránico y caprichoso, autorreferencial de los jefes. El se presenta como modelo, Dios humilde que se hace hombre, esclavo, asume la vida de los pobres y entrega su vida para redimir su condición dolorosa. Cristo es el Hijo del hombre que ha venido a servir y a dar su vida para liberar a los pobres de la corrupción. Si el caudillo quiere ser amado realmente por las multitudes, si quieres ser grande debe morir como Cristo. Lo demás es vana ilusión. Hay verdades de la cultura católica que conviene recuperar. “Dar a Dios lo que es de Dios” es un principio de alta sabiduría. libra de la tentación de sentirse el único, el gran benefactor y creador del México nuevo, un dios de barro. La tentación del mesianismo político, espurio planea sobre los jefes, los ciega, los hace perder piso. Caen en pretensiones absurdas y ridículas, viven en una ilusión insipiente, loca. Qué bello sería que los mexicanos cobraran conciencia de la gravedad de la situación, de las amenazas que pesan sobre ellos. Hay que voltear la mirada a la tragedia que han provocado otros como Nicolás maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua. Ah, si México despertara, levantara la cabeza y defendiera su dignidad y sus derechos, y el futuro tranquilo y progresista de su patria. Si exigiera respeto absoluto de parte del presidente y legisladores. La Iglesia Católica ha tenido un papel protagónico en la historia de México: la civilización, la independencia y la revolución. La responsabilidad de esta institución es inmensa y grave. Los católicos están llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra, a liberar los millones de hermanos sumidos en pobreza extrema, a defender las obras empezadas y la dignidad de todos los mexicanos, hasta los más humildes. Es cada ciudadano el que va a transformar a México, liberándolo de la mafia del poder, de la clase dirigente, desechando programas que no son del pueblo y para bien del pueblo. Es hora de despertar, de defender sus derechos de una inmensa mayoría que no votó por Manuel Andrés, 90 millones de mexicanos. Es hora de levantar la cabeza y defender la dignidad, los derechos y buscar el progreso auténtico frente aquellos que imponen caprichos, proyectos ajenos al gran pueblo, intereses de las elites. El sentir de muchos mexicanos es que no se cumple la palabraempeñada del cambio, hay contradicciones y marchas atrás. Los cambios no son los esperados por la gran familia mexicana, hay autoritarismo y falta de respeto a las instituciones, a los procesos, conductas irresponsables que generan caos y males, que han traído grandes pérdidas y la devaluación del peso. Quien posee el tesoro de la fe de Cristo, tiene un apoyo más grande, inconmovible, fiel. Necesita orar y seguir el llamado de redimir alpaís y construir la paz.