El salario de los magistrados

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Luis Sigfrido Gómez Campos

 

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A mi maestro Jorge Mendoza Álvarez

La resistencia con que se ha topado Andrés Manuel López Obrador para que todos los funcionarios de alto nivel bajen sus salarios a menos de lo que gana el presidente, acorde a los principios de austeridad republicana, resulta explicable.

Muchos burócratas de altísimo nivel profesional se han pasado la vida escalando peldaños y esforzándose por alcanzar ese cargo que les permita tener lo que jamás se hubieran imaginado, y todo “producto de su dedicación y empeño; de su sacrificio y esfuerzo personal”. Además, obtenido legalmente, al amparo de lo que las leyes han permitido; no robaron ni explotaron a nadie, simplemente se sometieron a las reglas de la legislación mexicana que, acorde con los principios del sistema neoliberal, admite la acumulación de capital en base a la libre competencia y estimula a quienes se comportan acatando sus reglas.

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“Sí -piensan algunos- me pasé la vida acariciando el sueño de ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o Magistrado Federal; inicié mi carrera profesional desde los más bajos niveles de la judicatura; aprendí a coser expedientes; a hacer notificaciones, acuerdos y proyectos de sentencia; muchos años me llevé los expedientes a mi casa para estudiarlos; descuidé a mi familia; por grandes periodos no tuve vida personal y sacrifiqué mis vacaciones para ascender al puesto inmediato superior; amé mi profesión pero anhelé resolver mi vida y la de mi familia con los grandes salarios que ofrece el sistema político mexicano a quienes están dispuestos a dar su vida de ese modo, en aras de la justicia, y ahora, después de tantos años de sacrificio me dicen que no soy honesto, ni sensible, ni partidario de la justicia. No me merezco ese trato”.

En las escuelas de derecho se suele enseñar que los grandes salarios de los jueces, magistrados y ministros se deben a que es necesario garantizar de ese modo la independencia judicial; que quienes tienen bajo su responsabilidad la alta tarea de impartir justicia deben contar con las condiciones de tener resuelta su vida personal para no padecer tentaciones que pongan en riesgo la libertad de sus determinaciones. Desde la escuela, el alumno aprende que es legítimo que los impartidores de justicia ganen bien, y sueñan con llegar a los altos cargos del poder judicial no sólo para trabajar por la justicia, sino para acceder a los altos salarios.

Todo ese discurso parece convincente y claro. Nadie estaría en desacuerdo de que se pusiera en riesgo el valor de la justicia y la libertad de criterio de quienes tienen esa alta responsabilidad de aplicarla a casos concretos.

El problema radica en que el sistema político ha sobrevalorado el trabajo intelectual y académico muy por encima del que realizan los obreros y campesinos. La brecha salarial entre los que menos ganan y los que ganan mucho, se fue ensanchando a través de los años hasta llegar a una gran desproporción. En un país de pobres, ganar mucho resulta inmoral.

El sistema capitalista, ligado muy estrechamente con el modelo neoliberal no es otra cosa que es un sistema que permite la libre competencia y estimula la ambición de acumulación de la riqueza a través de esquemas legalmente permitidos y justificados ideológicamente. Por lo tanto, resulta explicable, más no necesariamente justificado, que en un sistema como el nuestro, existan ricos muy ricos que poseen mucho y una gran masa de trabajadores, obreros y campesinos, que ganan muy poco.

Ahora bien, el papel del Estado en un país como el nuestro, inmerso en un mundo neoliberal y capitalista, sólo le corresponde “atemperar la opulencia y la indigencia”, como postulaba el Siervo de la Nación. No se puede hacer más mientras no nos propongamos transformar radicalmente la estructura socioeconómica, y el actual presidente de México no se lo ha propuesto. Él, se ha declarado abiertamente anti neoliberal y pretende acabar con los grandes males que el neoliberalismo ha creado durante estos últimos 36 años; quiere acabar con la corrupción y la impunidad; con las grandes desigualdades que el propio sistema ha prohijado, pero pretende hacerlo comenzando desde casa, desde las instituciones que, asegura, se han corrompido.

Resulta difícil no atender el sentido ético de la propuesta de López Obrador de aumentar el salario de los que menos tienen y disminuir el de los que ganan mucho. Pero quizá el equivoco está en la forma.

En un texto que trataba de explicar cómo funciona la ideología, se explicaba que el señor capitalista puede entender cómo funciona eso de la plusvalía, la acumulación de la riqueza y hasta su obligación de otorgar mejores salarios y prestaciones para que el sistema siga funcionando, pero jamás podrá entender, ese mismo señor, que él es la causa de la explotación y la miseria del obrero. Así funciona la ideología.

Del mismo modo, un alto miembro del Poder Judicial de la Federación, está imposibilitado para poder entender que él es deshonesto, insensible y no es partidario de la justicia por no aceptar ganar menos del salario que se impuso el señor presidente.

luissigfrido@hotmail.com