La casa del jabonero

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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La piel del presidente

 Jorge A. Amaral

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En 1994, Ernesto Zedillo llegó a la Presidencia de México sin más legitimidad que la que el PRI le daba, pues había entrado a la contienda como bateador emergente tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. El presidente Zedillo tuvo que lidiar con una de las peores crisis económicas por las que ha atravesado este país, le tocó sortear el conflicto en Chiapas y reconocer que había otros grupos guerrilleros operando en otras partes del país. Tuvo encima el peso de la muerte del candidato Colosio y la desaprobación de los priistas por el caso de José Francisco Ruiz Massieu, asesinado el mismo año que Colosio.

Pero además, durante el mandato de Ernesto Zedillo se dieron dos tragedias que marcaron el sexenio: la masacre de Aguas Blancas, en el municipio de Coyuca de Benítez, que el 28 de junio de 1995 dejó 17 campesinos muertos, y la matanza de Acteal, en Chenalhó, Chiapas, el 22 de diciembre de 1997, en que un grupo de paramilitares atacó a un grupo de indígenas tzotziles mientras oraban; el resultado, 45 muertos. El saldo de ambos actos, además de los fallecidos, fue la impunidad y el descrédito al de por sí desacreditado gobierno de México.

No obsatante todos los problemas que enfrentó, Ernesto Zedillo jamás dejó de hacer apariciones públicas pues mientras el Estado Mayor lo cuidara, las rechiflas y el rechazo social eran lo de menos.

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Después de Zedillo vino Vicente Fox, antes de AMLO, el presidente que más expectativas había causado, pues en el año 2000 no se trataba del PAN o Fox, se trataba de sacar al PRI de Los Pinos a como diera lugar, y como toda medida desesperada, el resultado fue poco menos que catastrófico: un presidente inepto en muchos aspectos, una esposita presidencial tomando las riendas del gobierno y el cambio de hilos en la relación entre políticos corruptos y crimen organizado, pues es de recorar que en tiempos del viejo PRI, los narcos tenían que arreglarse con los comandantes y ver cómo se iba a trabajar, y para ello daban jugosas cuotas que viajaban en maletas hasta Los Pinos (el hoy inmaculado defensor del petróleo y la educación Manuel Bartlett sabe de eso), pero con Vicente Fox, gracias a la avaricia de los funcionarios corruptos, éstos pasaron a ser empleados del narco, y entonces eran los nuevos comandantes los que tenían quer ponerse de acuerdo con el capo local para ver cómo se iba a trabajar. Así, los policías corruptos pasaron de madrinas a gatos, y esa relación sigue, y es una de las mayores razones por las que el crimen organizado es un problema invencible, púes se alimenta de corrupción e inoperancia.

A todo lo anterior hay que sumarle los dichos y hechos de la pareja presiedencial, el dispendio y proyecciones de Martita y los deslices verbales de Chente. Y nunca dejaron de aparecer en público, pese a las rechiflas y hasta burlas que despertaban, tanto que a la fecha, el expresidente es muy activo en redes sociales, donde suele lloverle de todo, pero sobre todo estiércol.

Después del guanajuantense vino Felipe Calderón, el michoacano cuya primera acción de gobierno fue mandarnos a miles de soldados y federales porque había decididido acabar con el narco.

Gracias a sus políticas, Felipe Calderón tuvo un sexenio bastante complicado, pues a la narcoviolencia hay que agregar que llegó al cargo totalmente desacreditado, sin legitimidad por la sospecha del fraude electoral, tanto que la palabra “espurio” lo persiguió durante todo el sexenio, y sin embargo, nunca dejó de aparecer en público, ni siquiera cuando una madre de familia le gritó que él no era bienvenido en Ciudad Juárez, tras la matanza en Villas de Salvárcar, en que 15 adolescentes murieron y 12 más resultaron heridos. El entonces presidente y su esposa fueron, hablaron con los medios, con los padres de familia, aguantaron estoicamente lo que se les dijo, lo que se les reclamó.

A finalizar 2012 empezó el sexenio de Enrique Peña Nieto, el presidente más vapuleado por la opinión pública, esto debido en gran parte a que ya para 2013 las redes sociales estaban en auge y esplendor, por lo que cualquiera con un teclado pudo sacar cuanto cargaba en el hígado o el corazón. Fue cuando salió a la luz esa especie de mexicano denominada “chairo”, que usa las redes sociales para atacar a diestra y siniestra pues siente que debe hacerlo, se asume con el deber de manifestar su inconformidad, tiene la obligación de externar su opinión, muchas veces infundada, se la pidan o no.

En fin, durante seis años, Enrique Peña tuvo que lidiar con rechiflas y escarnio en redes sociales, críticas y burlas, y nunca, jamás, dejó de ir a un evento público, a menos que la agenda dictara otra cosa. Es más, en el ambiente tan polarizado de las redes sociales, a todos los mezquinos les contestó comentarios siempre haciendo gala de buenos modales y tolerancia.

Por todo lo anterior, la excusa de AMLO para no haber ido a los funerales de la gobernadora de Puebla y el senador panista, los esposos Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, en el sentido de que el ambiente estaba muy polarizado y los grupos “neofacistas” estaban tratando de responsabilizar a su gobierno, resulta estúpida. Entonces mandó al funeral de las personas fallecidas en la caida de la aeronave a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien sí aguantó rechiflas de los presentes.

El presidente no puede sustraerse de compromisos políticos y morales por temor a la reacción de la ciudadanía, porque su actitud hace pensar que va a ir sólo a los eventos donde le pongan guirnaldas en la frente y collares de flores. La actitud de AMLO hace pensar que él es presidente de todos los mexicanos, menos de los detractores, y que la actitud de sus fans es la misma de él: si uno lo alaba y está de acuerdo, es progresista y bueno, pero silo critica o no está de acuerdo con sus medidas, es “neofacista”, conservador y fifí.

Así las cosas, el mandatario debe ser consciente de que ya no es candidato, ya no está para decisiones populistas tomadas con el bajo vientre y basadas en la pasión; él y su equipo deben saber que nadie es monedita de oro y que la libertad de expresión ha costado muchos muertos como para desperdiciarla cuidando las emociones de la alta burocracia y la piel del presidente. Caray, hombre, ni que fuera Silvano para tener esos grados de dermatitis.

Por cierto, le agradezco su lectura y a este diario por el espacio que me permiten usar, por eso, tanto a usted, potencial y amable lector, como a mis compañeros de La Voz, les deseo el mejor de los años, con muchos retos y logros, mucha salud y mucho amor. Es cuánto.