Notimex/La Voz de Michoacán Brasil. Oficializado ya como presidente de Brasil, el controvertido exmilitar Jair Bolsonaro prometió “restablecer el orden” en el gigante sudamericano y reiteró su lema neoconservador de campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Acompañado de su esposa y custodiado por medidas de seguridad reforzadas, Bolsonaro desfiló en Brasilia antes de asumir las riendas como mandatario del gigante sudamericano. “Vamos a ampliar infraestructuras, desburocratizar, simplificar, quitar la desconfianza y el peso del Gobierno a quien trabaja y quien produce”, dijo hoy, en un discurso algo más moderado que sus exaltantes arengas durante la campaña política. Fue precisamente su discurso duro y radical discurso contra el Partido de los Trabajadores (PT) lo que le valió para poner fin a década y media de dominio de la formación de izquierda, en un giro histórico que debe comenzar desde mañana mismo en el país. Hombre de pocas sonrisas y opiniones extremas para problemas estructurales en Brasil, su discurso ilusiona a parte del país, que le considera una especie de “salvador de la patria”, pero asusta a la otra mitad del país por sus exabruptos contra minorías y su nostalgia de la dictadura. Con 63 años, nacido en Sao Paulo y padre de diputados que sostienen las mismas ideas de extrema derecha para resolver cuestiones como la desigualdad y la criminalidad, encabezó los sondeos desde que Luiz Inacio Lula da Silva fue inhabilitado a finales de agosto para las elecciones de octubre. Afiliado a un partido minúsculo que logró ser el segundo más votado en el primer turno, el Partido Social Liberal (PSL), este capitán de reserva de más de metro ochenta y cinco y semblante cerrado es llamado “mito” entre sus seguidores por considerarle un regenerador de una clase política sin credibilidad por la corrupción. Sin embargo, sus exabruptos y salidas de tonos misóginas, así como su revisionismo histórico (niega que la Colonia portuguesa promoviera la esclavitud a Brasil y rechaza que hubiera una dictadura militar tras el golpe de 1964) le han valido etiquetas como la de “fascista” o “racista” que atemorizan a parte de la sociedad y a observadores y políticos extranjeros que ven en él un retorno a valores de la dictadura. Hace apenas seis meses tenía dificultades para tener interlocutores de peso, y los políticos de los partidos tradicionales temían hacerse la foto con este hombre que exaltó torturadores de la dictadura militar (1964-1985), ante la percepción -equivicada- de que jamás se colocaría la cinta presidencial. Por el contrario, su dominio de las redes sociales y su imagen de hombre incorruptible, de orden y tradición, con un discurso centrado en atacar a Lula da Silva y al PT, lo catapultó hasta la presidencia de Brasil. El atentado sufrido el 6 de septiembre, que casi le costó la vida, disparó su candidatura entre las clases medias y bajas que aún no le conocían. Su proyecto político, en el que los militares tendrán un gran peso, con hasta siete ministerios, es todavía una verdadera incógnita, pues se ha desdicho en varias cuestiones como la salida de Brasil del Acuerdo de París, y no está claro si logrará los apoyos en el Legislativo para reformas de calado.