Mitos de la eyaculación

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El Universal/La Voz de Michoacán

La eyaculación como manifestación psico-fisiológica pueden presentar variaciones en las maneras de producirse y experimentarse, ya sea en lo atinente a no poder controlarla conscientemente, o de lo contrario a desplegar un excesivo control que dificulte su concreción. Todos estos aspectos pueden ser esperables en cualquier funcionamiento sexual a lo largo del tiempo y de acuerdo a diferentes circunstancias, especialmente cuando se presentan de manera ocasional.

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Sobre la respuesta sexual, y particularmente sobre la eyaculación, existen infinidad de mitos que muchas veces generan o mantienen la DCE.

Se cree erróneamente, por ejemplo, que todo hombre es alguien hiper excitable, con un alto deseo sexual y siempre listo y dispuesto a la actividad erótica, lo cual explicaría su supuesta incapacidad para “aguantar” la eyaculación. Pero en este caso, la DCE no se debe a altos niveles de excitación, sino a un elevado monto de ansiedad.

Al respecto es importante mencionar que la educación sexual estereotipada en clave masculina que construye subjetividad en los hombres, hace que muchos aprendan a no identificar de pleno las sensaciones placenteras a nivel físico, psicológico y vincular que viven durante una relación sexual, en la medida en que el mandato de género exige obtener antes que nada réditos narcisistas sobre el desempeño erótico que placer erótico por la vivencia concreta.

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En ese sentido un hombre podrá sentirse satisfecho porque “estuvo a la altura de las expectativas” en un encuentro sexual (sobre todo heterosexual), aunque no haya gozado realmente del mismo, mucho más aún si lo puede contar a otros hombres, pares de quienes más valora la opinión en tanto co-formadores de su identidad como hombre.

Por lo mismo, esta educación tendiente a una aparente presencia constante del deseo sexual como manera de conformar una identidad masculina (que no hace más que producir compulsión y promiscuidad sexual) podría estar incidiendo en las maneras en que muchos hombres aprenden a vincularse con su cuerpo, su deseo y su respuesta sexual. Esto haría que muchas veces durante los encuentros sexuales, todo aquello que amenace con provocar un placer vinculado con la entrega, la pasividad y deseos no explorados (sobre todo los que puedan cuestionar una imagen activa y fálica del desempeño) generen más bien angustia, provocando que “se baje rápidamente la térmica” y se termine la situación sexual ansiógena a través de una eyaculación “anticipada”

 

Uno de los mitos que naturaliza la DCE es creer que en los hombres biológicos en tanto machos de una especie, no sería raro que eyaculen rápido en la medida que estarían respondiendo a una cuestión filogenética vinculada con asegurarse la descendencia, así como a salir rápidamente de una situación de vulnerabilidad ante posibles depredadores mientras se está teniendo un coito. Si bien esto puede ser cierto para muchas especies no humanas en estado salvaje, debemos recordar que el ser humano al haber desarrollado el cerebro anterior quedó determinado por la creación cultural, y si bien sigue patrones filogenéticos los mismos están tan imbricados con lo cultural que es imposible distinguir una cosa de la otra.

A su vez por más “naturaleza” humana a la que queramos aludir para entender estas situaciones, debemos recordar que la DCE se da en un contexto psicológico y vincular de ansiedad ante una vivencia de dificultad para disfrutar y “dejarse llevar”,  entorpeciendo la posibilidad de que sea el propio placer el que vaya marcando el proceso erótico.

 

Debemos recordar sin embargo, que hasta que las mujeres no comenzaron a reivindicar su derecho al placer y al orgasmo en las relaciones sexuales con hombres, los temas vinculados con el control de la eyaculación no habían salido nunca del secreto de la intimidad, y es posible que muchas parejas lo vivieran con ansiedad más allá de que consideraran que eyacular “rápido” era “lo normal”

Así también, incluso actualmente, se cree erróneamente que la eyaculación marca el final de una relación sexual o que forma parte de la “potencia” sexual masculina de un hombre, cuando en realidad luego de una eyaculación la interacción erótica puede continuar, y de hecho cuando ya se ha eyaculado la persona puede estar menos ansiosa y dedicarse a “sentir” y disfrutar. Por supuesto que la “potencia” (signifique lo que eso signifique) no se mide por la posibilidad de eyacular rápido ni cantidad veces.