Jaime Darío Oseguera Méndez Mas allá del desabasto de gasolina, lo que ha surgido en los últimos días particularmente en Michoacán, es la duda sobre la capacidad del actual gobierno federal para enfrentar los grandes problemas del país. Resulta penosa la falta de respuestas ante una situación tan delicada. No cabe duda que gobernar es un arte y se ejerce de acuerdo con la experiencia y la pericia. Una cosa son las elecciones y otra muy distinta es gobernar bien. Nadie puede estar en contra de la limpia en PEMEX. Mucha gente sabe de la corrupción generalizada que ha habido en la empresa. Es en verdad una mina de oro. La sangran los directivos, el sindicato, los delincuentes, Hacienda y aún así aguanta. Pocas empresas en el mundo deben ser tan generosas para soportar tanta carga. Por eso creo que ha sido una buena decisión hacer un alto en el camino para ver qué está pasando. Si resulta cierto que se robaban combustible equivalente a mas de mil pipas diarias, tienen que investigar la cadena de corrupción que representa esta situación. En primer lugar al interior de la empresa. Imposible pensar que los directivos de cualquier nivel no se dieran cuenta de los faltantes. Hoy sabemos que era una situación tan consentida que incluso en las cuentas de la empresa se tenía un rubro de pérdidas por concepto de robo de combustible. Es tal el desfalco que resulta impensable e imposible que se vendiera en el mercado negro del huachicol. Es muy obvio que desde la empresa, parte de este negocio se hacia con los propietarios de las gasolineras. Si este gobierno sigue teniendo la actitud de amor y paz sobre los robos en PEMEX será su más grande error. No actuar puede incluso constituir un delito. Aquí se tiene que exhibir quienes han sido los culpables. Son incalculables las pérdidas en Michoacán por el desabasto de combustible. Si López Obrador y Peña Nieto hicieron un pacto de impunidad para que el primero ganara la elección y no actuara contra la administración anterior, allá ellos que se abracen. Esto es otra cosa, porque nos está costando a todos. Nadie puede estar en contra de que se limpie la empresa pero lo hicieron mal. No tomaron las previsiones requeridas. Nos han estado mintiendo y diciendo verdades a medias que en el fondo son medias mentiras. Es más, se percibe que el tema de los huachicoleros es en realidad una forma de crear un cuento para tapar el robo mayor al interior de la empresa. Y no es porque no existan los huachicoleros, por supuesto que se ha hecho toda una industria de esta actividad delictiva, pero tengo la impresión de que es un asunto menor en el contexto del gran fraude a la empresa. Tiene que haber responsables y deberán ir a cumplir ante los tribunales, De otra manera tenemos el derecho de decir que hay complicidad del actual gobierno. Vender tanto combustible implica la complicidad de los gasolineros. No se puede explicar de otra manera. Seguramente que como en todos los ámbitos hay culpables e inocentes pero la situación requiere claridad y transparencia. Nada de amor y paz. Ya estuvo bueno de chistecitos e ironías. El país requiere respuestas. La contraparte ominosa de este grave asunto es la naturaleza humana. En las filas para conseguir gasolina se exhibe nuestra realidad al desnudo. Ha habido enfrentamientos, pleitos, solidaridad, cooperación, corrupción, de todo. Me recuerda al que bien puede ser uno de los mejores cuentos del gran Julio Cortázar, “La autopista del sur” incluido en aquel inolvidable libro denominado “Todos los fuegos el fuego” que narra la historia de un embotellamiento en plena carretera; varados y sin poder avanzar, los automovilistas de orígenes distintos, acaso hasta totalmente opuestos, se conocen en la circunstancia del paro. Algunos de ellos bajan de sus carros para saber qué pasa, van y vienen con noticias diversas sobre el origen del sitio al que están siendo sometidos. Cada quien tiene su versión, pero nadie sabe la realidad. No hay niveles socioeconómicos ante la necesidad. Los personajes en “La autopista del sur” somos nosotros mismos. Incrédulos, estupefactos, pasamos horas en largas filas a la espera de no sabemos qué. Uno le pregunta al que está adelante en la fila si sabe algo y nadie sabe nada a ciencia cierta. Eso si, todos tienen las más increíbles hipótesis: que si Peña Nieto tiene la culpa, que si el Peje no sabe gobernar, que si los gasolineros están amenazados, que si es contra Silvano, que si quieren vender PEMEX y por eso no importaron gasolina o que si vamos que volamos para Venezuela, en fin, puras historietas alimentadas por la falta de claridad. Los grandes teóricos de la pobreza como Amartya Sen, Manfred Max Neef, Giorgy Markus o nuestro Julio Boltvinik han distinguido las necesidades de los satisfactores. Las necesidades son las mismas en todas las culturas, son finitas, pocas y clasificables. Lo que cambia son los satisfactores que están culturalmente determinados. Esta crisis de desabasto, ha provocado verdadero pánico en la población, pero en realidad hoy hemos comprobado que dependemos mucho de la gasolina y del vehículo. Dependemos mucho del satisfactor gasolina. La razón es muy sencilla, no tenemos un sistema de transporte público eficiente. Necesitamos transportarnos pero no tiene que ser por fuerza en nuestros vehículos particulares. Necesitamos movilidad pero no tenemos un buen sistema de transporte. Los negocios dependen excesivamente de los sistemas tradicionales de transporte y todo eso habla de nuestra mala organización comunitaria. Somos excesivamente consumistas. Hoy dependemos excesivamente de la gasolina. Hay historias conmovedoras. Supe de una señora que pasó casi un día formada en una fila sin saber qué esperar. Tengo pánico me dijo. “Tengo pánico de que asi vayan a ser los próximos seis años; apenas va llegando el nuevo gobierno y la verdad ya queremos que se vaya”. En fin, a ver cuando se regulariza el abasto de gasolina, esperamos que sea pronto.