Las tres leyendas que trajeron las jacarandas a la Ciudad de México

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Foto: Internet

Agencias /La Voz de Michoacán

 Gracias a Instagram, parece que muchos chilangos están descubriendo uno de los árboles más característicos de la Ciudad de México: las jacarandas.

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Cada primavera, entre el final del frío y el inicio de la temporada de lluvias, grandes zonas de la ciudad se pintan de un particular color lila característico de este árbol, el cual llegó a tierras mexicanas a inicios del siglo XX.

Jacaranda es el nombre del árbol, cuyas flores son las que nacen en primavera, así que decir cosas como “las jacarandas salen en marzo” es un error, ya que estos árboles, que pueden alcanzar hasta unos 30 metros de altura, viven permanentemente en las calles y banquetas de la ciudad. Asimismo, la jacaranda no es un árbol oriundo de México, sino de Brasil, donde se llama Yacarandá, y de ahí fue plantado a otros países de esa región, como Perú.

Precisamente, se cree que la jacaranda llegó a México desde Sudamérica, y aunque no hay un momento histórico específico que se haya registrado al respecto, sí hay varias versiones que corren por la memoria colectiva. Aquí les presentamos tres de ellas.

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Versión 1: El presidente que quería cerezos, pero al final tuvo jacarandas

A inicios de la primavera, el paisaje de Japón se llena de “nubes rosadas”. Se trata de la flor de los cerezos, o “sakura”, que decora, al igual que lo hace la jacaranda en México, las calles y parques de las ciudades, además de otros lugares a lo largo del territorio nipón.

A inicios de 1912, como señal de amistad entre Japón y Estados Unidos, el entonces alcalde de Tokio le obsequió a la ciudad de Washington un total de 3,000 cerezos. De hecho, todavía se pueden ver en por diversas zonas de la capital estadounidense y hasta son el pretexto para organizar diferentes celebraciones, como festivales culturales, en medio de la época conocida como “cherry blossom” (flor de cerezo).

Unos años después, durante un viaje, Plutarco Elías Calles vio las calles de Washington llenas de cerezos, por lo que, a través del entonces presidente de México, Pascual Ortiz Rubio (quien ocupaba el cargo, pero no tenía el poder), solicitó el mismo regalo al gobierno japonés para decorar las calles y parques de México, especialmente en la capital.

Pero los japoneses le hicieron ver al mandatario que en México es muy difícil que crezcan los cerezos, debido a diferentes condiciones, empezando por el clima (no es lo mismo plantarlo en un jardín, que decorar las calles con ellos).

Sin embargo, los japoneses se comprometieron a hacer un análisis que concluyó en la recomendación de sembrar jacarandas, unos árboles que jardineros japoneses habían encontrado en Sudamérica y que, al igual que los cerezos, durante la primavera tenían una colorida flor que podría engalanar las calles de México.

Versión 2: El legendario jardinero japonés que llegó a México

Después de la Revolución, la Ciudad de México empezaba a extenderse más allá del Centro Histórico, formando colonias como la Roma o la Condesa, las cuales intentaban mantener el estilo europeo quePorfirio Díaz había traído al país décadas antes.

Así, en los años 20 y 30, la ciudad se empezaba a llenar de parques, camellones y avenidas que eran decoradas con árboles, además de que las nuevas residencias también peleaban por tener los más bellos jardines.

En ese contexto, un hacendado de Hidalgo trajo a México a Tatsugoro Matsumoto, un jardinero japonés que se dedicaba a diseñar jardines en Sudamérica y que se enamoró de México, por lo que decidió quedarse a vivir aquí, lo que provocó también que su trabajo se hiciera famoso en el país.

Al crear jardines al estilo oriental en México, Matsumoto utilizaba algunas de las plantas originales en Sudamérica, entre ellas la jacaranda, porque eran parecidas a los cerezos japoneses.

Así, gracias a su trabajo, la jacaranda se popularizó en jardines privados y varios parques, mientras que Matsumoto tuvo mucho trabajo y su familia, años más tarde, fue propietaria de una cadena de florerías que llegó a ser muy popular en México.

No hay un registro que lo confirme, pero también se dice que él fue la persona enviada por el gobierno japonés para asesorar a Pascual Ortiz Rubio con la adopción de las jacarandas en vez de los cerezos.

Versión 3: El Apóstol del Árbol

A pesar de su tamaño y urbanización, la Ciudad de México es todavía en el siglo XXI una ciudad arbolada y rodeada de bosques, lo cual no es casualidad, sino que es obra de un importante personaje para la historia de México: Miguel Ángel de Quevedo.

Él fue quien se aseguró de que en la ciudad se construyeran parques y se protegieran pulmones como el Desierto de los Leones, además de fundar lugares como los Viveros de Coyoacán. Por eso es conocido como “El Apóstol del Árbol”.

Y no es casualidad, ya que él mismo se encargó de estudiar y traer a México diferentes tipos de árboles, entre ellos la jacaranda, la cual conoció en Veracruz, a donde había llegado no por sus características decorativas, sino por su madera.

Gracias al tamaño y resistencia de las jacarandas, De Quevedo también había descubierto que podía servir de barrera natural contra los vientos , pero en la Ciudad de México la usó para decorar nuevos espacios públicos, como la Avenida de los Insurgentes, que hasta hoy –dicen– es una de las vialidades más arboladas del mundo.

Asimismo, otros lugares, como el Paseo de la Reforma y el Parque México, también recibieron a este árbol gracias a sus recomendaciones, lo cual le fue dando una estampa característica peculiar a la Ciudad de México durante la primavera.

Hoy, muchas de las jacarandas que existen en calles de zonas como Coyoacán o Mixcoac, datan de la época de Miguel Ángel de Quevedo, aunque muchas de ellas muestran daños provocados por los errores de las administraciones capitalinas que no conocían muy bien cómo deben podar y mantener estos árboles.

Así, en las calles de la Ciudad de México pueden verse jacarandas con troncos creciendo en varias direcciones, con corteza dañada, con alturas peligrosas, con plagas y hasta provocando daños a banquetas, casas y edificios por el tamaño de sus raíces –por cierto, esa fue una desventaja que no previeron cuando las trajeron al país–.

Estas son tres de las versiones que más se cuentan sobre el origen de las jacarandas en la Ciudad de México, y lo más probable es que la real se encuentre en los puntos donde se juntan todas las anécdotas.

Aunque este árbol puede verse también en otras regiones del país, sin duda es uno de los orgullos de los capitalinos y que, gracias a las redes sociales, parece que están redescubriendo.

Su contenido sexual

Por cierto, en México, la jacaranda es netamente ornamental y no se suele usar ni para madera ni para alimento; sin embargo, algunos estudios le atribuyen algunas propiedades benéficas a sus hojas, flores y corteza.

Por ejemplo, se dice que, preparada en té, puede ayudar en el tratamiento de males gastrointestinales y aliviar algunos dolores, además de curar heridas de la piel. También, hasta se dice que es antioxidante y que es un auxiliar en el tratamiento de tumores y tipos de cáncer, como colon, seno o próstata. Es por eso que es común ver que la flor de la jacaranda se venda en algunos mercados como parte de algunas preparaciones florales para infusiones.

Pero una parte de la sabiduría popular también cuenta que la jacaranda, aunque es una flor primaveral, sirve para disminuir el apetito sexual. Si es que existe alguien en el mundo que quiera eso, puede asistir a lugares como el Mercado de Sonora de la Ciudad de México y preguntar por este remedio.