Paola Franco/ La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. “Pensé que nos bajarían de la camioneta y nos meterían un balazo en la cabeza”, narró Sergio Cortés Eslava, al revivir una de las experiencias más fuertes que ha tenido en 35 años de labor periodística. Junto a su libro “La última bala. Crónicas y reportajes”, Cortés Eslava relató cómo fue que lo “levantaron”, en 2006. Esta es una de las experiencias que recopila en su reciente obra, una de las referencias bibliográficas de la historia no contada de Michoacán; de cómo llegaron los Zeta, Los Kaibiles, el papel de Los Valencia, del Cartel Milenio, el tráfico de cocaína colombiana y la guerrilla que el gobierno del estado pretendía ocultar. Como si lo hubiese vivido ayer, Checo Cortés, como lo conocen en el gremio, contó que fue el 14 de noviembre de 2006, a las 12:05 de la tarde en Aguililla, cuando comenzó el infierno del que, por un momento, pensó no salir vivo. Y es que en la madrugada de ese mismo día, habían matado al grupo de base de la Policía Ministerial, hecho que lo llevó a Tierra Caliente, para la cobertura de la ola de violencia se vivía a causa de los grupos de delincuencia organizada. Fue la primera vez que se usó en Michoacán el famoso Barrett, balas de 50 milímetros que les decían ‘mata policías’… Fui a reportear con un compañero fotógrafo Alberto Torres, nos levantaron, nos dijeron que nos iban a matar, nos mentaron la madre, nos llevaron en unas camionetas con las manos en la cabeza”, recuerda el orgulloso egresado de la escuela de periodismo Carlos Septién García. Después de un trayecto que pareciera interminable, las camionetas se detuvieron en sembradíos, a lado de un arroyo, “yo pensé que ya nos iban a matar, estaban decapitando, descuartizando, torturando, y yo escribía eso todos los días por mi trabajo”. Tres horas pasaron para que fueran liberados por los criminales quienes revisaron su identidad, hablaron con un comandante de la policía Ministerial de Morelia, para saber quiénes eran. Él le confirmó que éramos periodistas y nos dejaron ir”. Del miedo a la última bala Para Cortés Eslava la historia no terminaba ahí, el miedo siguió pero éste no lo paralizó. Recordar las amenazas de los delincuentes, quienes no querían que se difundiera lo que ocurría en Aguililla, le sembraron temor y también la necesidad de tener un arma con él. La traía todo el tiempo, contrario a lo que me decía mi pareja, pero me sentía seguro con eso, así anduve varios años con una pistola. Si me pasaba otro intento de levantón no me iba a dejar, tenía mucho miedo”. La pistola era de 9 balas y si se diera esa situación de riesgo, Checo tendría 8 oportunidades de defenderse, la decisión estaba tomada, en un caso así, la novena sería para acabar con su vida, “ya no iba a dejar que me llevaran”. 35 años en tres años Recopilar 35 años de labor periodística no es sencillo, pero durante tres años, Sergio Cortés se dio a la tarea de revisar el material previamente publicado en medios como El Financiero, Los Periodistas, Contralínea, Univisión, el Sol de México y La Jornada. Aunque las alternativas digitales son una opción para difundir su trabajo, Checo considera que no hay nada como el placer de oler un impreso, pasar de hoja a hoja y sentir la textura de las mismas. Recientemente presentó su libro, como una especie de catarsis, pero también como una reivindicación de la historia no oficial, de la que, cree firmemente, los periodistas deben ser testigos y fedatarios.