Gasto social para un redil de ovejas

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Por Leopoldo González

Tres asuntos a resolver para una política social seria, con prospectiva estratégica y planteada en términos estrictamente económicos, son los siguientes: la desigualdad, la pobreza en sus distintos rangos y modalidades y la igualdad de oportunidades para todos.

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El gobierno del presidente Andrés López ha dicho, hasta la saciedad, que la política principal de su administración es la política social, consistente en reducir la desigualdad que afecta a los que menos tienen, combatir las distintas formas de pobreza que obstaculizan la movilidad social y fomentar la igualdad de oportunidades para que haya piso parejo y posibilidades de ascenso para todos.

En el papel y en el sermón de la mañana, parece bien escrito el “sketch” y suena “de pelos” el anuncio de que ahora sí -como quizá no se había visto nunca- ir a la redención del pobre y a la salvación de los sectores vulnerables que hay en el país, por fin es ya no una política de Estado (nótese la diferencia), sino el culmen y el “quid pro quo” del personalismo político presidencial. Esto, que en términos del Antiguo Testamento podría parecer algo así como el arribo a la Tierra Prometida, es música de trinos, trompetas y fanfarrias para la acústica social de estos tiempos.

Si este ofrecimiento de Andrés López fuese una novela podría titularse “Casi el Paraíso”. Pero como es esgrima verbal para subrayar “lo pecaminoso” del neoliberalismo y rollo mareador para “engatusar” a incautos, podríamos llamarle “La estafa maestra” de la 4T.

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En efecto, si Keynes, Kalecki y otros economistas contemporáneos tienen razón, la mejor fórmula para aminorar la desigualdad, abatir la pobreza y abrir más el abanico de la igualdad de oportunidades a un mayor número de ciudadanos no consiste en consagrar e institucionalizar “la chequera clientelar” del Estado para dar forma a una especie de “ninicracia” social, o a lo que T. Veblen llamó “la economía de la clase ociosa”, sino en intensificar el gasto público orientándolo al desarrollo de infraestructura, desplegar programas intensivos para la creación de nuevos puestos de trabajo, ampliar la cobertura en materia educativa con criterios de selección verdaderos y rigurosos, brindar servicios “universales” de salud a la mayor parte de la población y consolidar el derecho de acceso de los trabajadores y sus familias a una vivienda digna.

Si realmente se pretendieran erradicar las causas estructurales de la desigualdad y la desigualdad misma, acabar con la pobreza sin acabar con los pobres y darle una “vuelta de tuerca” a la democrática igualdad de oportunidades, la senda está trazada y no debería haber pretexto para no recorrerla: un gobierno concertando con industriales y empresarios formas de elevar la productividad para darle un “plus” a la economía; un gabinete económico haciendo imposibles para proponer fórmulas de crecimiento a partir de la apertura de nuevas factorías y la creación de puestos de trabajo; un gobierno, en fin, volcado en la tarea de ser facilitador del desarrollo con justicia para todos. Esto sería no sólo lo ideal: sería lo razonable. Pero el presidencialismo cóncavo de aquí cerquita va por otro lado.

El presidente López Obrador, al que tanto le preocupan y tan patrióticamente los pobres, conoce -y si no, alguien debería mostrarle y explicarle- el refrán chino que reza: “Da un pescado a un hombre y comerá un día / Enséñalo a pescar y comerá toda su vida”. Declarar una guerra terminal a esta especie de jinetes apocalípticos que son la desigualdad, la pobreza, el hambre y su prima hermana la necesidad, no implica “dar pescados” sino “enseñar a pescar” a las personas para que se hagan cargo de sí mismas, para que coman todos los días de su existencia y doten de una estructura su vida.

Si en lugar de apelar a la parábola de “la multiplicación de los panes” (y pescados) para ofrecer el maná gubernamental milagroso, se acudiera a la racionalidad de la economía en busca de la fórmula para generar la creación de empresas; si en lugar de un pan las manos del Estado ofrecieran facilidades para obtener un empleo; si en vez de estimular el asistencialismo clientelar de Estado se incentivara la productividad laboral, a México muchos países desarrollados no le verían ni el polvo. El punto es que aquí, debido a una obsesión de poder transexenal, alguien intenta vernos el gabán a millones.

Lo que en realidad se propone el jefe del Ejecutivo Federal, al quitarle el acento puramente económico a la política social y sobrecargarla de guiños ideológicos y políticos, no es acabar de una vez por todas con la desigualdad y la pobreza, sino administrarlas en beneficio de su propia causa.

La idea de destinar, según lo aprobado en el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2019, 292 mil millones de pesos anuales a los diversos programas sociales del gobierno federal, en busca de beneficiar a un universo poblacional de 25 millones de mexicanos, quizás no sea lo que parece: un intento de aminorar la estadística de poco más de 52 millones de pobres que hay en el país, sino algo peor: una tentativa que pretende hacer de las partidas de “gasto social”, realmente, un renglón duro de “gasto preelectoral” al servicio del posicionamiento de un hombre y un proyecto, porque desde ahora se cree, se sabe y se inculca en los primeros círculos del poder: el elector y “la masa” más fieles a un proyecto político transexenal son los que sobrepueblan “la chequera clientelar” del Estado.

Por tanto, si nuestra previsión llegase a ser cierta, estaríamos ante el caso de una grave perversión de los fines socio-económicos y socio-demográficos de la política social, pues no se estaría buscando amortiguar o aliviar tanto dolor y sufrimiento social acumulado a causa de la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades, sino, llanamente, usando el gasto social del Estado para administrar la pobreza en favor de la perpetuación de una camarilla en el poder.

Pisapapeles

Escribió, desde Uruguay, José Múgica: “Aquel candidato que regala cosas para que lo sigan, no es un líder. Es un comerciante de la política”.

leglezquin@yahoo.com