El Universal/La Voz de Michoacán Poco se ha estudiado sobre el papel de la mujer en la Antigua Grecia, y mucho menos en relación con lo pasional y sexual. Sin embargo la escritora Catalina Aparicio Villalonga se ha enfocado en su nuevo libro Las heteras en la Antigua Grecia (Editorial Ménades), en la figura de la mujer de la Hélade. El filósofo alemán Friedrich Nietzche exaltó la Grecia presocrática dondelo apolíneo y lo dionisíaco convivían en un equilibrio que celebra la vida. Por su parte Sócrates radicaba en su distanciamiento de lo dionisíaco, la embriaguez, lo pasional, lo caótico, y recalcaba que “en este último periodo de cultura socrática, el hombre permanece eternamente hambriento”. Y precisamente esa es la clave: el hombre. Aparicio se cuestiona ¿qué relaciones tenían estas mujeres con los más eminentes políticos, trágicos, filósofos y ciudadanos relevantes de Grecia? ¿Con el resto de los hombres, que consideraban que la mujer no debía ocupar el espacio público? Hasta la época clásica apenas hay representación artística femenina, como es el caso de Penélope o Escila. La escritora recupera fragmentos del legado helénico en donde se muestra el machismo de la época. Catalina Aparicio recalca que “sería un error no pensar que el amor fuede el único motivo de unión conyugal en la época homérica, ya que otros intereses más prosaicos motivaron los matrimonios”, como “la necesidad de establecer alianzas entre familias y la adquisición de prestigio”. Las heteras en la Antigua Grecia Las heteras eran cortesanas o prostitutas con alto nivel cultural que no ofrecían solamente servicios sexuales, sino compañía, así que podían elegir si daban placer o no. Para ser una hetera era necesario tener conocimiento de varias manifestaciones del arte. Conocían de otros temas variados como la filosofía, oratoria, ciencias. A algunas de estas mujeres se les permitía tener conversaciones con las personas de mayor dominio de estudios y la clase social alta en los simposios. Además, poseían gran belleza, mantenían modales refinados y vestían con elegancia. Mientras que las demás mujeres utilizaban trajes de lana para esconder su cuerpo, ellas utilizaban vestidos de gasa semitransparente y se maquillaban con polvos blancos. Aparicio explica que “las heteras griegas aportaban a los hombres aquello que no podían ofrecerles sus esposas”. Tras el recorrido que ofrece la profesora Aparicio Villalonga analizando a la mitad de la población griega, concluye que el hecho de relacionar a las heteras con prostitutas se debe a la herencia cultural machista. “Todavía hoy, no es raro encontrar calificativos peyorativos referidos a mujeres que transgreden la pauta de conducta que la sociedad les adjudica”, afirma. Sin ir más lejos, más de 2 mil años después de la extinción de las heteras, en 1956, el escritor y profesor Isaac Asimov criticó cómo el hecho de que una mujer llevara gafas las afeaba. “Las gafas no son simplemente unas gafas. Son un símbolo de inteligencia”. En definitiva, este tipo de obras tienen la intención de mostrar el control al que han sido sometidos durante siglos las mujeres y de cómo se las ha apartado del conocimiento.